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Mar de fondo contra la estrategia de Feijóo

Feijóo y Rueda en un acto electoral

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Manuel Fraga dijo una vez que habría que ponderar a los nacionalistas “colgándolos de algún sitio”.  No fue un desliz, ni una boutade, sino una salvaje afirmación, más montaraz aun teniendo en cuenta que salió por boca de uno de los padres de la Constitución. Lo soltó tal cual tres años después de que en 2005 perdiera la Xunta, si bien el declive del PP gallego había empezado mucho antes. Todo sumó: la avanzada edad del presidente, su estado de salud, la tragedia del Prestige, las tensiones internas de un partido más pendiente de la sucesión del líder que de la gestión de los problemas ciudadanos y la necesidad de cambio. 

Alfonso Rueda no es Fraga ni es Feijóo. Tampoco ha llegado tan lejos en la crítica a los nacionalismos como lo hizo a quien todos en el PP llamaban patrón. Pero sí ha hecho de ellos y de la amnistía el principal caballo de batalla de su campaña. Ha asumido, sin poner ni quitar coma, el marco instalado por Feijóo en la escena nacional y no todo el partido está de acuerdo en los resultados que pueda obtener de ello.

Hoy, como en 2005 cuando Fraga perdió la Xunta, el PP lleva instalado casi tres lustros en el poder. Hoy, como en 2005, el candidato de los populares no convence ni a propios ni a extraños. Hoy, como en 2005, las encuestas también revelan una pulsión de cambio. Y hoy, como en 2005, hay tensión en la calle Génova ante unos resultados que puedan resultar adversos y tengan una inevitable lectura nacional.

Desde la perspectiva de la meteorología, el mar de fondo es una agitación de las aguas propagada desde el interior que, en forma atenuada, alcanza los lugares próximos a la costa. Navegantes y pescadores lo analizan a diario porque que haya o no oleaje largo y continuo generado por tormentas condiciona sus actividades. En el lenguaje coloquial, la metáfora indica que existe una desazón, aún no explicitada, pero que emite síntomas evidentes de descontento. En el PP existe en estos días. Ya se percibe con nitidez la acción del viento, que esta vez no sopla sólo desde el madrileñismo de la M30. Los avisos del servicio meteorológico popular avisan de que hay ráfagas que llegan de los territorios en una misma dirección para preguntarse si es o no adecuada la estrategia nacional.

El empeño de Feijóo en nacionalizar la campaña y hacer de la amnistía el único asunto de la conversación pública no gusta entre los cuadros, que perciben cierto hartazgo ciudadano y temen una desconexión del debate público que pueda traducirse en una pérdida de apoyos que ponga en peligro el poder institucional en la Xunta. Algún presidente autonómico ya se lo ha hecho saber al líder del PP: ni todo es amnistía ni el olvido penal suscita el mismo interés en todos los rincones de España. ¡Cuidado con repetir los mismos errores que en las generales!, advierte el mismo líder regional, en alusión al crédito que en Génova dieron a la demoscopia que antes de julio anunció que Feijóo llegaba en volandas a La Moncloa en cuanto se abrieran las urnas.

Con la campaña electoral gallega camino del ecuador, las encuestas –con la excepción del CIS– otorgan la victoria al PP de Rueda, pero entre los populares no ocultan que ha ido perdiendo fuelle con el paso de los días y que ahora mismo está a uno o dos escaños de perder la mayoría absoluta. Del único debate electoral en el que ha aceptado estar, y que se celebró esta semana en la televisión pública gallega, no salió bien parado. Y en las últimas horas ha decidido además redoblar las críticas contra el nacionalismo y contra Pedro Sánchez. Algo que, en boca de uno de los barones más influyentes del partido, le aleja cada día de la transversalidad.

Galicia no es cualquier plaza para el PP y mucho menos para Feijoó. Si Rueda pierde la mayoría absoluta, sería una catástrofe y al día siguiente se abriría de manera inmediata un debate sobre una estrategia nacional cada vez más indistinguible de la de Vox. 

Prueba de que no todos los barones comulgan con el argumentario dictado desde Génova fue la decisión de no participar hace unas semanas, como les pidió expresamente Feijóo, en el Comité Europeo de las Regiones para denunciar la amnistía a los afectados por el procés. Unos no viajaron directamente a Bruselas, como fue el caso de la madrileña Isabel Díaz Ayuso, el castellano leonés Alfonso Fernández Mañueco o el valenciano Carlos Mazón. Otros enviaron a representantes de sus gobiernos tras alegar motivos de agenda. Y alguno, como el andaluz Juanma Moreno, que sí asistió al Comité se marchó de allí sin hilvanar una sola frase contra la ley que se tramita en el Congreso ni contra el gobierno de España. El único que siguió la consigna fue el aragonés Jorge Azcón.

Hay tensión, a la espera de los resultados y de que se dilucide si Rueda acabará o no como Fraga, fuera de la Xunta y sentado en un escaño por designación autonómica en el Senado. Feijóo sabe también que en el PP el mar de fondo siempre puede acabar en tsunami. 

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