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Mariano y el referéndum griego

José María Calleja

Perspicaz Mariano había decidido que Tsipras se pegaría el batacazo y con él los de Podemos y el PSOE, más o menos patrios, definidos como socios necesarios del mal griego por el indolente de la Moncloa.

Ante esa perspectiva del triunfo del se veía Rajoy ganador en las generales indígenas hispanas, a convocar cuanto más tarde, mejor, ojalá en Semana Santa, cuando la Liga esté encarrilada y del Tour queden solo recuerdos. Pero, qué puntería, ha ganado Syriza el referéndum por más de veinte puntos y han salido prestos Guindos y Soraya a decir que no pasa nada, que casi casi ya decían ellos que ocurriría esto y que ahora hay que llegar a acuerdos cuanto antes.

Debemos pasar el algodón por la frase prospectiva de Rajoy, previa al referéndum, que decía que el era perfecto y el no sacaba a Grecia del Euro; que el era bueno para Grecia y el no hundía al PSOE y a Podemos; realzarla, por comparación imaginada, a lo que hubiera dicho el PP en el caso de que el hubiera ganado, sin necesidad de hacerlo por más de veinte puntos, aunque hubiera sido por uno o dos, por décimas, como decían las encuestas. ¡Lo que estaríamos escuchando!

Ninguno de los problemas que tenía Grecia, y Europa con ella, antes del referéndum han sido clausurados tras la votación: siguen en humillante corralito, con deuda mastodóntica, con pánico de irse al garete, sin perspectiva de futuro, pero han mostrado una dignidad y una autoestima que les hace merecedores de un nuevo acuerdo que zanje el destrozo, aunque implique alguna renuncia.

Después de cinco años de cumplir y cumplir las órdenes dadas --entre otros, por los que se suben el sueldo un 11% mientras piden brutal austeridad, tipo Lagarde--, los griegos están caninos, famélicos en legión y hasta el gorro frigio. Ese estado nacional de irritación es el que le ha metido al no más de veinte puntos de ventaja al sí, mayoritario este, por cierto, en las zonas más ricas.

Con baile y todo han celebrado los griegos el resultado de la consulta, en la plaza del sintagma, nominal y verbal. Un triunfo a pesar de una pregunta anacoluta y llena de subordinadas.

Es posible que este sea el momento de Francia y su esperada socialdemocracia, que lleve a una solución acordada --es decir, con renuncia mutuas—y sin nadie fuera del Euro.

Grecia no ha sacado pecho de su triunfo, la prueba es que le han dado la cabeza de Varufakis a la otra parte contratante. Tiene su aquel también que el triunfo del no haya sido saludado por la extrema derecha francesa y por los igualmente antieuropeos británicos.

Bien, está claro lo que piensan los griegos, los problemas siguen vigentes, la disposición de ánimo de las partes será distinta y se trata ahora de encontrar una solución acordada, en la certeza de que será mejor que cualquier salida, más traumática aún.

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