Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Martin Luther King en la Asamblea de Madrid

La alumna Elisa Lozano Triviño interviene tras recibir una distinción por ser la alumna con mayor nota de su promoción

27

Siempre me ha dado pánico hablar en público. En el colegio lo evitaba a toda costa y el pudor continuó durante la universidad, donde cada trabajo que tuve que exponer delante de mi clase me supuso varios días previos de taquicardias y sueño disperso. Los clásicos trucos como “imagina a la gente desnuda” nunca han funcionado conmigo, al contrario, siempre me ha parecido bastante más amenazante tener delante a gente sin ropa. “Mira fijamente a una persona y olvídate del resto”, otro truco infructuoso, si miro a alguien fijamente durante más de una hora, aparte de marearme supongo que tendría que presentarle a mis padres y proponerle matrimonio. Además, durante mi carrera de periodismo en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, lo más cercano a una asignatura de oratoria que tuvimos fue conseguir que el camarero de la cafetería de la facultad nos atendiese a la primera. Si conseguías que el susodicho camarero (y emblema universitario) te escuchara en el primer intento te podías considerar Abraham Lincoln reencarnado.

Por eso el otro día me pareció admirable que la estudiante de Comunicación Audiovisual con mejor expediente de mi exfacultad, Elisa Trivino, se subiese a recoger su premio ante un salón abarrotado de cámaras, políticos, profesores y personas ajenas a la Complutense, y consiguiese pronunciar un discurso nacido de sus entrañas sin ponerse como un flan. Evidentemente, su locución tuvo frases inconexas, expresiones reiterativas, había en él más rabia que grandilocuencia, pero consiguió el objetivo que, supongo, busca cualquier discurso mediático: movilizar y conmover, a unos y otros. 

El discurso fue criticado de inmediato, por supuesto, y el currículum de la alumna dispuesto en Internet para mofa popular. Ana Rosa Quintana dijo que “no sé qué futuro le espera al periodismo si esta es la alumna más brillante”. O este mismo sábado, Toni Nadal, tío de Rafa Nadal y exentrenador del tenista, aseguraba en acto organizado por el PP de la Comunidad de Madrid que habla “muy mal” de la sociedad y de la Universidad que ella sea “la más brillante de su promoción”. Pero bueno, lo realmente llamativo es que algunos políticos -como los diputados del Grupo Parlamentario Popular de la Asamblea de Madrid, Marta Marbán de Frutos o Sergio Brabezo- hayan tildado públicamente la oratoria de la alumna como vergonzosa y lamentable, como si en España (y en su propio partido, mismamente) estuviésemos acostumbrados a representantes públicos con excelso don de palabra, entregados artífices de los vocablos, artesanos de las sílabas, discípulos de Tucídides, Fidias y Eurípides; políticos, en definitiva, acostumbrados a conmover desde el púlpito, gobernantes que no tiran de anotaciones de sus asesores durante sus intervenciones ni caen en lugares comunes ni en palabrería superflua. Tampoco se equivocan, por supuesto. Jamás escucharíamos en España a unos políticos pateando los libros de historia o articulando frases inconexas. Por supuesto que no, aquí estamos acostumbrado a asistir a encendidas arengas propias de Martin Luther King. 

También llama la atención que Ayuso se haya referido a los alumnos que se movilizaron la semana pasada contra su título de alumna ilustre como títeres reclutados por el sanchismo, como si las universidades no hubiesen sido siempre un lugar en el que los alumnos ejercen, con peores o mejores formas, su pensamiento crítico sin necesidad de que nadie les llame a filas. Llama la atención, en definitiva, que se critique la polarización y la mala retórica desde espacios en los que ambas se ejercen a diario y deliberadamente.  

Etiquetas
stats