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Tú miente, que en política algo queda

La presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal. / Gtresonline

Merche Negro

“Y creó Dios al hombre a su imagen”. Empezó mal el big bang del cristianismo: Adán y Eva ya tiraron de mentira: “¿Nosotros, la manzana....?, ¡qué va, jefe, nada de eso!”. En el nacimiento de la política, el engaño también estuvo presente: “Mira lo que se han dejado los griegos”, se dice que Príamo rey de Troya, comentó desde un mirador. “En la plaza del templo este caballo XXL quedará muy bonito”. O en Roma: “¿Qué es eso que brilla, encima de la camilla?”, Julio César vio los seis puñales apuntándole en el Senado, pero no hubo manera. “Uy, no sé. Mira el techo, qué bien ha quedado con las reformas”. Y Bruto poco después hizo el ídem, y también historia.

Para que la mentira en política sea efectiva, no es suficiente con quedarse en su formulación. Es necesario que nos la creamos. Ahí están el quid y la lucha continua entre quienes la utilizan y los que se afanan en desentrañarla. Digna de Jedis.

Partiendo de que en democracia (ni en ningún otro ámbito) uno no puede recurrir a la violencia para convencer cuando no hay argumentos, si lo que propones no mejorará las condiciones de vida de la ciudadanía en general sino de un grupo concreto –que además suele estar relacionado contigo en particular–, niegas la mayor mientras puedas y sanseacabó. En función de la aritmética parlamentaria y la vigilancia pública a que seas sometido (ciudadanía activa, mecanismos de transparencia y medios: en este orden), la jugada te saldrá mejor o peor.

Cabe hablar, entonces, de tres etapas peculiares en la metodología de la mentira política en nuestra democracia, que ha ido acompasándose al cambio de una sociedad. Digamos que se ha adaptado al medio:

1975-2004. Es indiscutible la hegemonía catódica en los primeros 30 años para afianzar la opinión pública, por muchos periódicos nacidos en la Transición que se vendieran y emisoras radiofónicas que se crearan. Hasta la aparición de las cadenas privadas en 1989 –autonómicas, aparte–, lo que se contaba en el Telediario de TVE era dogma: “Lo han dicho en la tele”. UCD y PSOE camparon a sus anchas entre una crisis como la del crudo de 1979, que catapultó el paro a dos millones de personas (entonces, inimaginable) y la entrada de España en la OTAN, que provocó un cambio de 180 grados sin explicaciones en el argumentario socialista el año que ganó las elecciones por segunda vez (1986). Por no citar la oscuridad y repetida negativa en torno a la existencia de los GAL.

Llegaron Telecinco y Antena 3, después Cuatro, y se triplicaron como mínimo las redacciones de los informativos, con el triple de preguntas, lógicamente. Y llegamos al “Irak tiene armas de destrucción masiva” primero y al “ha sido ETA” en 2004, ambos con el Partido Popular en el Gobierno.

El declive de esta primera etapa se inició aquí. Durante estos años la labor de editores, periodistas parlamentarios y de investigación fue extenuante y ejemplar.

Sin embargo, aún no existía la vigilancia ciudadana de la que hablábamos antes. Viramos de la confianza ciega en los políticos a tomar como verdad absoluta lo que los gatekeepers de la información nos hacían llegar. Y lo que se guardaban pasaba a los anales del olvido.

La explosión con dinamita fue llegando poco a poco, en forma de tecnopolítica y redes sociales. No me extiendo aquí, pero la metodología del fact checking ciudadano gracias a hemerotecas (es decir, la colaboración de la vigilancia de la sociedad combinado con el trabajo periodístico previo) y el periodismo mal llamado de datos (porque qué es este oficio si no contar datos de lo que pasa) hacen que la mentira tenga las patas cada vez más cortas.

2004-2013. Los partidos se dieron cuenta de que los españoles ya mirábamos más de un informativo televisivo y leíamos prensa para contrastar, si no comprada en el quiosco, en nuestros ordenadores. “Estos son más ilustrados, hay que ponerse creativos”. Sus fontaneros empezaron a llamarse a sí mismos spin doctors después de ver El ala oeste, y llegó la neolengua. Segundo intento de compensar la no verdad poniendo sus políticas ahora tras un caleidoscopio. Tanto el PSOE con su negación de la llegada de la crisis (“es una desaceleración”) como los sudorosos intentos del PP por gestionarla han dado para muchas risas, que no alegrías. “Flexibilización del mercado laboral”, “movilidad exterior”, “titularidad indirecta”.... La cuerda se fue tensando (aquí podéis leer un buen compendio) hasta que ellos mismos la rompieron. Se acabó el amor.

Efectivamente, fue la “indemnización en diferido” de la secretaria general del PP refiriéndose a los pagos a Bárcenas la que dio al traste con esta segunda etapa. El grito WTF del españolito medio podría haberlo oído el tipo aquel que se tiró desde la estratosfera con una bebida energizante.

2013-? Hubo que buscar una solución de urgencia al tropezón tamaño armario de dos cuerpos de Cospedal. Y se inventaron lo que yo he llamado el 'oxímoron de tapadillo'. Ya sabéis: el hielo abrasador de Quevedo, la gentil descortesía de Góngora, ciencia cristiana o inteligencia militar. Porque el detalle ahora está en la adjetivación que complementa al sujeto o cosa de la que nos informan, que, si no nos fijamos, puede llegar a ponerlo patas arriba.

No es lo mismo hablar de creación de desempleo que de desempleo neto. No significa lo mismo decir que se hacen previsiones para que el porcentaje de “crecimiento del paro” disminuya en 2014 sin explicar que esta cifra saldrá tras restar la proporción de personas que ya sin subsidios ni se apunta al paro, la salida acumulada de unos 460.000 españoles al extranjero desde el 2008 (55.000 jóvenes, solo en 2012) o la disminución de la inmigración (cifra que supera los 215.000, según el INE).

Tampoco es igual hablar de pobres en general, que “siempre hay” –como ha afirmado recientemente Artur Mas en el debate de política general catalana–, que de pobres generados por la desigualdad, que algo dependerán –en este caso, sí– de las medidas políticas que se tomen.

O por dar dos ejemplos de actualidad. Nada tiene que ver decretar el cierre temporal de la actividad de extracción de gas en la planta de Vinarós porque el riesgo de seísmos es “relativo” que ordenar el cierre definitivo hasta que se garantice la seguridad en la zona, tras cientos de movimientos de tierra en pocos días y dos comunidades activando los protocolos de terremoto.

Y finalmente, qué doloroso y qué distintos son los inmigrantes encarcelados en Lampedusa y en proceso de extradición a los inmigrantes nacionalizados ahogados hace pocos días en el mar y que no generarán costes de repatriación tras ser declarados italianos.

Estamos, pues, en el nacimiento de esta nueva estrategia de complementar el tema con adjetivos, participios y adverbios que permitan a la mentira esconderse sin demasiada dificultad. ¿Cuánto creemos que les durará?

He observado con un guiño de placer cómo algunos especímenes no políticos también utilizan esta “tercera vía”: el maravilloso Forges lo retrató el pasado 4 de octubre de forma magistral: “¿A cuánto está el kilo de gilipolleces encabronantes?”

Sin embargo, yo encuentro una diferencia interesante en la correlación de fuerzas. En el 78 solo estaban los medios; ahora la ciudadanía sabe usarlos para identificar y denunciar los engaños, y vuela por libre también exigiendo una transparencia que sabe cómo y dónde reclamar, bien cargada de razones.

Padawans y Jedis (yo ya me he puesto las trenzas), ha llegado el momento: FIGHT!, queridos.

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