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¿Por qué no se callan?, ¿por qué no hablan?

Yolanda Díaz en 'Lo de Évole'
18 de abril de 2023 22:58 h

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Dirán que estoy especialmente sensible y tengo poca paciencia para algunos asuntos y tendrán razón, pero atender a lo que dicen que ocurre encuentra tal hojarasca que resulta casi disuasorio. Dudé si titular la columna con algo parecido al clásico ¿por qué no te callas? y terminé decidiendo que sí aunque Juan Carlos de Borbón, Rey de España, desvirtuará por completo el dicho. Siquiera mentar la frase evoca a gentes que tendrían que hablar pero sobre todo en los juzgados si este fuera el país que debe ser. Son tantos quienes se sitúan en ese apartado que resulta asombroso verlos lanzar peroratas como si se tratara de personas decentes en el ejercicio de su labor.

Agotador ojear las presuntas noticias que nos hablan de rifirrafes entre presentadores de televisión y políticos o políticos entre sí. Leer las referencias sobre una entrevista a Yolanda Díaz en la que el nombre que más veces se pronunció fue el de Pablo Iglesias. Las sonrisas heladas que no cuadran o el fiasco que nos preparan en circunscripciones electorales como Madrid.

Porque cuando la vida ataca con problemas de gran envergadura estos juegos malabares suenan a huecos. Y hay infinitas circunstancias que sacuden a los ciudadanos para estar dirimiendo quién tiene la culpa de no sumar cuando está perfectamente claro. Yolanda Diaz hasta se asombra de que le pregunten si va a votar a Mónica García de Más Madrid, precisamente de Más Madrid. Y estando en la coalición de gobierno de Unidas Podemos.

Porque entre tanto el enemigo, la enemiga, de los derechos, de la verdad, de la empatía, de la humanidad, sigue cabalgando de declaración en declaración aunque le soplen por el pinganillo -esa impresión clara da- conceptos elementales a tergiversar. Revanchista feroz de quien la critica, como Pablo Casado. Al punto de pulirse de las listas de Madrid a todos sus afines. Como se previó desde el minuto 1, el gran jefe gallego quedó abrasado en el primer combate. Podría llegar a la Moncloa, naturalmente, cosas más increíbles se han visto, pero ya saben a quién preparan los que saben lo que quieren y pueden lo que quieren. A salvo de que la sociedad reaccione y abra siquiera un poco los ojos porque el fogonazo es tan claro que cuesta no enterarse. Los empresarios, sugiere, estarán tranquilos con ella, que se hunda España, como dijo un antiguo colega, que ya la levantaremos para aquellos que nos importan, para los únicos que nos importan. Que se mueran los tontos útiles.

En serio, dejen de confundir a la audiencia dándoles declaraciones y no noticias. Deje de tragar el poco selectivo auditorio todo lo que le echen sin siquiera deglutirlo. Lo que importa es lo que hacen, no lo que dicen. Y,  en este caso, quiénes y qué construyen y quiénes y qué destrozan. La experiencia me ha enseñado que casi nadie mejora las actitudes que desencadenan una mala impresión. 

Lo que hacen puede ser aprobar un dictamen con el PP, PNV, Ciudadanos y Junts para la reforma de la ley del 'solo sí es sí', subiendo a lomos de la ciudadanía completa -y en particular de las mujeres- ese escorpión que terminará haciendo lo que le dicta su naturaleza.

En la vida real hay personas que salen llorando de los hospitales y las hay que respiran hondo al ver conjurarse el peligro y al contemplar la lucha -como ya les comenté- por salvar vidas y procurar salud y soluciones de toda la escala de profesionales de la sanidad, al margen de toda alharaca publicitaria. Hay personas que viven debajo de un puente en una zona céntrica de Madrid y que tienden su ropa lavada sobre los setos al sol al otro lado de la calzada Y si no les muestro una imagen, no solo es por respeto, sino porque no confío en la gente que manda en esta ciudad y esta Comunidad. Seguro que atienden mejor al especulador que ofrezca un negocio al que destinar nuestro dinero, como principal ocupación y preocupación.

¿Por qué no se callan los del ruido? Que hablen, sí, para explicarse. ¿Por qué no hablan las víctimas de ayer, hoy y mañana? Hay que quejarse, exigir, con la expresión y la intensidad que dicte el estado de ánimo.     

  

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