¿Y por qué no en la política?
Crecieron con la crisis financiera de 2008, la pandemia marcó en 2020 su trayectoria vital y laboral y, ahora, la inflación amaga con lastrar todavía más las opciones de futuro de los jóvenes. Pero Ayuso, que es de esa categoría de políticos escasamente preparados que hablan mucho para no decir nada, sostiene que el problema es que lo “tienen todo” y no practican “la cultura del esfuerzo”. Basta con preguntar a quienes la trataron a ella cuando pululaba por los despachos de Sol y de Génova hace una década sin más aptitudes que las del carné de una organización política, para que hablasen de su inquietud por la cultura y de su denodado esfuerzo. Nada como manejar 23.000 millones de presupuesto para que los más furibundos críticos de ayer te eleven hoy a la categoría de Wittgenstein.
La presidenta madrileña, que este lunes clausuraba junto a Núñez Feijóo unas jornadas dedicadas a la juventud, no habla de la generación mejor formada y con más expectativas frustradas, ni del sector de la población más expuesto al paro, la temporalidad y la subcontratación. Y tampoco cuenta que los datos demuestran que, pese a todo, los jóvenes españoles son solidarios, inconformistas, abiertos, integradores y muy conscientes de las desigualdades y discriminaciones sociales.
El último estudio del Instituto de la Juventud (INJUVE) puso de manifiesto también que, pese a no estar en el centro de las políticas públicas y estar representados por personalidades como la de Ayuso, el interés de los jóvenes por la política se mantiene cerca del 40%, siendo el trabajo, la educación, la vivienda y la igualdad, los asuntos que más les interesan. De eso Ayuso mejor no habla porque tendría mucho que callar.
Ella es más de conferenciar sobre “la destrucción de España”; el virus del comunismo; la ideología de género; el español en Catalunya, “la tiranía de la izquierda”, el Falcon presidencial y las batallitas culturales. De los jóvenes también dijo en cierta ocasión que “les dicen a los de 20 y 30 años que son jóvenes eternamente, que no se han de responsabilizar de nada y que ya vendrá alguien a cuidar de sus vidas en todos los aspectos”.
Lo que quizá olvida es que hace 50 años nadie hubiera contemplado la posibilidad de vivir bajo el techo de sus padres hasta los 30, tener su primer hijo una vez superados los 35, pagar una hipoteca durante medio siglo y que esta es la triste realidad de una generación que en nuestro país registra la peor tasa de desempleo juvenil de toda la Unión Europea. Dicho de otro modo: cuatro de cada 10 menores de 25 años están en paro, y el 25% de quienes están entre los 25 y los 30 tampoco tienen trabajo, según el INE.
Las nuevas generaciones tienen dificultades para encontrar un empleo estable a pesar de contar con estudios superiores, y muchos de los que tienen trabajo tampoco pueden cubrir sus necesidades básicas con su sueldo. Alguna responsabilidad tendrá la Administración en todos sus estamentos, incluida la que preside Ayuso, que también obvia que el salario medio bruto de la población de entre 25 y 34 años se incrementó un 4,6% en los últimos doce años mientras el precio medio del alquiler, medido, se disparó un 38,5% entre 2008 y 2020.
Por cierto, que en Madrid es imposible alquilar un piso de tamaño y precio promedio sin destinar más del 50% del salario bruto de un joven que resida en esta región tan libre para tomar cañas, pero tan opresiva para quien no tiene un Sarasola en su vida y con unos dirigentes siempre dispuestos a generar desinformación sobre una supuesta y falaz desaparición de la cultura del esfuerzo. Lo que subyace tras todo ello, además de una profunda ignorancia, es una intencionada campaña de desinformación para desacreditar la educación pública. ¿Por qué tanto insistir en fomentar la cultura del esfuerzo en la escuela y no hacerlo fuera de ella? Por ejemplo, en la política.
Esta es una más de quien defiende que en Madrid no hay clases sociales y entiende que una renta baja es una familia de tres miembros que gane menos de 107.000 euros al año o una de cuatro que gane menos de 143.000 mientras la renta media de los hogares madrileños es de 37.051 euros anuales. No hay más preguntas, señoría.
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