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NO ÚLTIMA HORA: Ser joven es un factor de exclusión social en España

La COVID deja 2.700.000 jóvenes en exclusión y duplica la precariedad laboral

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Circula por ahí un meme que dice que “ya tengo más amigos con Covid que con contrato indefinido”. Los memes, como los niños y los borrachos, nunca mienten así que me puse a hacer cálculos sobre la rigurosidad de la broma en cuestión. Y, efectivamente, me salieron doce contagios covid esta última semana por ocho contratos indefinidos. Ya puestos a inventar nombres de nuevas variantes del virus, la más extendida entre la población joven sería la “ómicral”: tener covid y contrato temporal. 

Justo estos días se ha publicado un estudio del que no se ha hablado todo lo que se debería. Es un informe de Cáritas y la Fundación Foessa que alerta de la tasa de exclusión social severa es cinco veces mayor en los jóvenes que en los mayores de 60 años. No una ni dos, cinco veces mayor. En total, 2,7 millones de jóvenes entre 16 y 34 años en España se ven afectados por procesos de exclusión social “intensa y multidimensional” que les impiden “realizar proyectos de vida para transitar hacia la vida adulta”. De estos casi tres millones, 650.000 se sumaron a esta situación el año pasado, con la pandemia rematando a puerta vacía en un campo altamente minado. Si entras en una crisis mal, no hay forma posible de no salir peor. El estudio coincide en el tiempo con las últimas cifras de Euroestat que hablan de una reducción al 29,2% la tasa de paro juvenil (por primera vez en 13 años se ha bajado del 30%), aunque España continua teniendo la segunda tasa más alta de desempleo juvenil de la eurozona sólo después de Grecia (39,1%) y muy por encima de la media europea (15,5%).

Me hace gracia la expresión “transitar hacia la vida adulta” porque hace tiempo que las fronteras entre la adolescencia y la vida adulta se han reducido a la etiqueta atemporal de “joven”, un adjetivo boomerang que abarca tantos años como lo hace la precariedad económica. ¿Cómo transitar hacia la adultez, sea lo que sea esa colección moralmente tipificada de marcadores sociales, si al terminar la carrera algunos siguen estudiando tan sólo para enlazar las becas o contratos en prácticas que vienen de la mano de esos estudios? ¿Cómo transitar hacia la adultez, sea lo que sea eso, si algunas ofertas de trabajo piden la incorporación de un recién graduado con experiencia laboral, algo que sólo es factible si eres Benjamin Button? ¿Cómo transitar hacia la adultez si entre enero y septiembre de 2021, más de 9 de cada 10 contratos firmados por personas menores de 35 años han sido temporales? ¿Cómo transitar hacia la adultez si sólo 1,5 personas jóvenes de cada 10 está emancipada en España, si la independencia se alterna con periodos en los que los padres continúan atándole los cordones del hijo antes de salir de casa?  Si los jóvenes tardan en alcanzar ese status moral o económico de “adultez”, no es por una motivación generacional; no es causa, es consecuencia de un sistema que se relame heridas de la fractura generacional.  

El universo referencial de los memes vuelve a mí como cierre de esta columna que no pretende descubrir un problema del que se ha hablado muchísimo en papel y mitin, pero que sigue sin abordarse de forma profunda (tan poco se aborda que el problema no deja de crecer). Hay un meme bastante recurrente en el que se ve un ganchito naranja haciendo las funciones de pestillo en una puerta. Ese es el nivel de protección de los parches y bonos destinados a los jóvenes mientras no se ataja el problema endémico de la inestabilidad laboral. Para vivir en un país con una proporción desmesurada de anuncios de alarmas, bastante poco nos alarmamos con lo que de verdad importa. 

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