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Núñez Feijóo, frente a su derecha

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo y el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, en una jornada del curso de verano 'Nuevos retos para autónomos y emprendedores', en la Universidad Rey Juan Carlos.

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Lo más probable es que, al final, no haya pacto para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Y no porque no haya entendimiento entre los negociadores, que parece haberlo y prácticamente pleno. Sino porque la derecha del PP no está por la labor de lo que para ellos es conceder un tanto a Pedro Sánchez. Y todo indica que en estos momentos Núñez Feijóo carece de la fuerza política interna necesaria para hacer frente a esa resistencia. Si las negociaciones fracasan, Isabel Díaz Ayuso y la poderosa oligarquía de la derecha madrileña habrán impuesto su voz una vez más.

De manera huidiza, pero para que todo el mundo la entendiera, la presidenta de la Comunidad de Madrid ha vuelto a indicar que está en contra del pacto. En un parlamento breve pero claramente aprendido de memoria, Ayuso ha declarado este jueves: “He dicho lo que corresponde a quien corresponde”. Y nadie, y menos dentro del PP, ha dudado sobre el sentido de esas manifestaciones.

La presidenta madrileña, cada vez más portavoz de las posiciones más radicalmente conservadoras del PP, no quiere pacto porque según ella a Pedro Sánchez, que ella suele pintar prácticamente como un monstruo, no hay que darle ni agua. Pero también porque no contempla favorablemente que Núñez Feijóo se consolide como el líder moderado y abierto al diálogo que dijo ser cuando llegó a la presidencia del PP y del que cada día quedan menos trazas, sobre todo por la presión que sobre él ejerce la derecha del partido.

Y aunque nadie en el partido quiera hablar de ello, Feijóo es el gran rival de Ayuso y su cerebro pensante, Miguel Ángel Rodríguez, cuyo objetivo prioritario, a alcanzar cuando sea posible, es desde hace tiempo conquistar la presidencia del Partido Popular. Si el PP no consigue arrebatar el poder a la izquierda, esa meta estaría cercana. Si gana las generales, la cosa se aplazaría. Pero seguramente tampoco desaparecería del todo entonces.

En resumidas cuentas, que Feijóo, aun cuando parezca mentira, tiene hoy su principal problema en la presión que sobre él ejerce la derecha del partido. Cuyo principal bastión es la poderosa derecha madrileña, agrupada en torno a Díaz Ayuso, con José María Aznar y otros dinosaurios de por medio y con exponentes máximos del poder financiero y económico como referentes activos y muy influyentes.

Ese núcleo de poder, seguramente más pesado que el que representan los barones regionales amigos de Feijóo, está en estos momentos en rumbo de colisión con el gobierno de coalición y le importa mucho menos que a la dirección del PP el papel que pueda jugar Vox en la tarea del acoso y derribo en la que lleva empeñado desde hace algunas semanas. La beligerancia abierta, sin muchos precedentes, de máximos exponentes de la banca y de las compañías energéticas contra las medidas fiscales y de otro tipo que el Gobierno ha venido adoptando es un claro indicio de que ese mundo está ya en guerra.

El papelón que está haciendo Antonio Garamendi es otra muestra de la intensidad de la batalla que se está librando. La facción más derechista de la dirección de la CEOE no le perdona que se aviniera a pactar importantes medidas laborales y salariales con el Gobierno hace unos meses. Y quiere simple y llanamente echarle del cargo en las elecciones que se celebrarán dentro de pocas semanas.

Para tratar de evitar ese designio, que parece que es ineluctable, Garamendi se ha vuelto un duro de un día para otro, se niega siquiera a hablar de subidas salariales y hasta sugiere, como hizo el otro día un consejero de Vox en Castilla-León, que hay trabajadores que no quieren trabajar. Su transformación es notable. Pero todo vale con tal de conservar el puesto… y las prebendas que este reporta: 300.000 euros al año, entre otras cosas.

Con respecto al futuro del Consejo del Poder Judicial, la tesis que parece mandar entre quienes están presionando a Feijóo para que no pacte, además del rechazo a que Pedro Sánchez se salga con la suya, es que el reparto de fuerzas en el interior del Consejo le sería mucho más favorable a la derecha si ésta gana las elecciones que el que hoy existe, que da la mayoría a la izquierda. Conviene, por tanto, esperar solo un año. La polémica en torno a la reforma del delito de sedición como impedimento para firmar un pacto, es una mera excusa. Entre otras cosas porque el Gobierno puede perfectamente proponer ese cambio en Las Cortes aun cuando fracasen las negociaciones para renovar el Consejo.

Y la pregunta que subyace a todas esas peleas entre bambalinas es si Núñez Feijóo va a ser capaz de revolverse contra quienes le presionan -y que ya le han hecho endurecer su tono político- y retomar las riendas del partido. Es de imaginar que lo va intentar. Pero un fracaso del pacto para renovar el Poder Judicial en el que Feijóo se ha empeñado personalmente tras el aldabonazo que para él supuso la dimisión de Lesmes, no es el mejor inicio para ese camino. Se puede abrir por tanto un escenario lleno de incógnitas. La principal es si Feijóo aceptará seguir siendo presidente y cabeza electoral del de un partido cuyas decisiones le vienen impuestas desde fuera. 

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