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Lo que ocultan las feroces campañas del PP

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su esposa, Begoña Gómez.

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Parece insólito que una sociedad pueda engullir las hazañas de líderes principales del PP, reflejo de personalidades realmente tóxicas, pero España lleva años, décadas, revolviéndose en esa mugre y se diría que una buena parte de ella se encuentra cómoda ahí. Muchos trabajan para lograrlo. De vez en cuando enchufan el ventilador. Untan con el dinero que desvían de nuestros impuestos a sus sicarios mediáticos para propagar un vendaval de detritus que salpique y empuerque la vida pública y nos encontramos con el todos son iguales que pretende justificar una suciedad política inadmisible. Ése es el verdadero objetivo.

El Madrid de Ayuso se ha convertido en una especie de inmensa fosa séptica que cada día revela nuevas cochambres. Ese concubinato entre las adjudicaciones preferenciales de la presidenta, Quirón y el novio comisionista –con la empresa sanitaria como su mejor pagador– que vio crecida exponencialmente su riqueza desde el encuentro con ella. Y tan torpe o prepotente para ser cazado por Hacienda por no querer pagar siquiera los impuestos reglamentarios de sus millonarias operaciones. Los datos son apabullantes. En cualquier país medianamente serio, la situación de Ayuso sería insostenible. Pero una y otra vez aguanta, con una chulería insolente de no creer, porque todavía es útil a la gran empresa de la derecha para la que trabaja. No a la ciudadanía de Madrid, como resulta más que evidente.

Es diario. La interfecta se sigue creyendo rival directa de Pedro Sánchez. Su Madrid, ése que odia el 80% de todo el país por su culpa, el oponente de España. Y por ello cambia hasta su Gobierno, para dar caña y seguir atizando a Sánchez, según declara. De nuevo, la sociedad es lo de menos: se trata de la carrera política de Ayuso.

No está sola. Es verdaderamente sonrojante cómo trabajan en la misma dirección esos medios atrincherados en las cloacas del periodismo. La sincronización y el uso de emblemas es casi pueril en su simpleza, pero se ha demostrado que funciona a la derecha corrompida.

La reina de Madrid con su novio comisionista ha de confrontar con el presidente del Gobierno español y su esposa. Begoña Gómez es hoy objetivo preferente de la pocilga mediática. Repitiendo el modus operandi usado con Pablo Iglesias e Irene Montero que tan bien les salió –aunque en este caso la colaboración de trituradores fue más amplia–. No me digan que no es casualidad que en 2018 El Español de Pedro J. Ramírez llamara a la pareja de Podemos, los Ceaucescu. En 2019 fue la propia Ayuso quien así los insultó. Y ahora la cloaca mediática se refiere también de esa forma a Sánchez y su mujer. El dirigente rumano y su esposa fueron ejecutados por fusilamiento, al ser considerados culpables de genocidio con todos sus agravantes por un tribunal militar en la caída del régimen comunista en 1989. No me digan que esta gentuza española se anda con melindres en las metáforas de sus cruzadas.

La zona media de este conglomerado de medios subvencionados por la Comunidad de Madrid –los moderados– recrimina a Begoña Gómez que se queje de los ataques que está sufriendo desde El Confidencial. Su dirección, a su vez, pide apoyo a su batalla “en los duros momentos para la libertad de prensa” que vive España. Medios de derechas coartados, pobrecitos nuestros, por no se sabe quién: ¿el Gobierno?, ¿los jueces?, ¿la Audiencia? En la España de 2024. Con una eclosión sin precedentes de la bulosfera conservadora.

La campaña es ya descomunal. Portadas de los manipuladores habituales, portavoces sempiternos del PP, hasta anunciando querellas cogidas con alfileres. Telemadrid lanzando un bulo de The Objective –sí, ese de siempre ya–, una noticia falsa dando a entender que la esposa de Sánchez recibió una subvención. Se trataba de otra Begoña Gómez, dueña de un restaurante de Cantabria, que recibió ayudas del Ejecutivo regional y que nada tiene que ver con la esposa de Sánchez. Y allí plantaron la foto del matrimonio Sánchez a toda pantalla, con un propio de pie que se prestó a difundir el bulo.

Este hecho es extremadamente grave. Una cadena pública no puede ejecutar semejante aberración sin que acarree responsabilidades al máximo nivel. Es exigible. Debe hacerse.

Lo que sabemos es que Begoña Gómez no está encausada en ningún caso. Por tanto, no tenemos los datos para conocer si ha cometido delitos o no. En los Estados de Derecho existe la presunción de inocencia. Ciertamente, Isabel Díaz Ayuso tampoco ha sido encausada, ni siquiera por su protocolo de la vergüenza en residencias donde murieron 7.291 ancianos sin asistencia médica. Pero el trato de favor que Ayuso recibe de la justicia –de la que encima se queja– es simplemente palpable.

Por cierto, ante las pretensiones de judicializar los ataques a Begoña Gómez y su marido, el presidente del Gobierno, que plantean El Mundo y el PP, urge devolver la justicia al mandato constitucional. Dado cuanto hemos visto, la democracia no se puede seguir permitiendo contaminaciones partidistas y es inaplazable que una nueva mayoría renueve el Poder Judicial, excluyendo al PP que la torpedea desde hace más de 5 años, que se dice pronto.

Begoña Gómez no tiene ninguna causa abierta, pues. Y quien la acusa y se queja de falta de libertad de prensa es el medio en el que por ejemplo trabaja este señor que hablaba así con un profundo convencimiento de los graves delitos de Podemos. Todos ellos sobreseídos. Quien ha metido el cuezo de esta salvaje forma con anterioridad queda al menos un poquito deslegitimizado en sus afirmaciones. La cantidad de detalles que dio, todos falsos, llevarían a cualquier periodista a meterse debajo de una mesa y no volver a salir jamás. Muchas veces he repetido que la credibilidad es un cristal y que cuando se rompe no hay quien lo repare.

Comprendo que en un país que tolera la corrupción y hasta la premia en las urnas se pueda pensar que todo el mundo cercano al poder trinca lo que puede. De hecho, un refrán medieval ya decía: Abierto el cajón convidado está el ladrón. Pero en los Estados de Derecho hay que seguir unos procedimientos. Al margen de que, desde luego, si hablamos de robar en las arcas públicas, es el PP el más implicado, con diferencia. Yo pongo las manos en el fuego por mi hijo y por unas cuantas personas más cuyas trayectorias conozco, no más, pero son los hechos los que cuentan y escaman los ventiladores del fango cuando en entredicho quienes están de verdad son líderes del PP.

Vamos a ver, que hasta quisieron colocarnos –votantes incluidos– de presidente del Gobierno al amigo íntimo de un narcotraficante. Que hemos tenido al autor del gran y terrible bulo del 11M y aún sigue el tipo dando lecciones desde su mezquindad. Que Rajoy dio un tajo histórico al Estado del Bienestar, que su ministro de Interior –creador de las cloacas policiales para difundir dosieres falsos de oponentes políticos– dice que su presidente estaba detrás, o que, sin ir más lejos, legisló las Golden Visa, las inversiones que calentaron el precio de la vivienda con 4.900 millones de euros, a cambio de papeles para ricos y que ahora acaba de suprimir el Gobierno de Sánchez. De Ayuso y su protocolo para los ancianos, de su novio y sus etcéteras, ni siquiera debe estar todo dicho. Y ya va más que sobrada.

No hay que ir hasta Rumanía, ni siquiera cruzar los Pirineos. La genuina derecha turbia española –hay otras– se parece más a los reinos medievales, con sus validos que les hacen el trabajo sucio a sus majestades, los pobres enfermos con llagas y hambre muriendo con dolor, la Corte llena de privilegios, la justicia arbitraria. Pero sobre todo, y con mimbres muy similares, parece un calco del franquismo, con sus serviciales asesores y altavoces controlados. Ese tan arraigado como para enterrar en sagrado a generales carniceros de la Guerra Civil, para criar Señoritos Iván y Régulas y Pacos el Bajo, por encima de nuestras posibilidades, o seguir manteniendo mandamases arbitrarios, clero, juez y parte y al mando de sus cortijos. Porque hay otra España, porque necesitamos que la democracia exista y limpie, no podemos seguir tragando tanta inmundicia.

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