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De la ofensiva Milei al nuevo Gobierno de España

El rey Felipe y el presidente Pedro Sánchez posan junto a los 22 ministros del nuevo Gobierno.

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Han vuelto a hacerlo. Cíclicamente lo intentan y suelen conseguirlo. Cada vez más y con candidatos más toscos. Ahora ha sido Argentina con Javier Milei, el loco Milei, dispuesto a tumbar el Estado y el respeto a los Derechos Humanos. A convertir el país en una sucursal agravada de Estados Unidos en donde impere la Ley de la Selva, del sálvese quien pueda y el paraíso del bulo. Millones de personas le han votado para ello, embelesadas por la figura mediática desaforada. El problema es lo que hay detrás. Y delante, en la historia.

Es difícil encontrar un momento tan abrumadoramente lleno de impactos intranquilizadores. Pero se trata del clima propicio para que triunfen las salidas estentóreas, desesperadas. Lo formuló como nadie la periodista de investigación canadiense Naomi Klein en 'La doctrina del Shock', publicado en 2007, antes de la debacle financiera que se avecinaba. Klein mantenía que el neoliberalismo se ha basado en el principio de noquear para actuar, o de aprovechar un impacto doloroso para aplicar políticas que, de otro modo, resultarían inaceptables. Incorporen un gran elemento perturbador crecido desde entonces: la desinformación al servicio de estos intereses, no de los ciudadanos.

El gran arranque de la ofensiva ultraliberal fue en el Chile de Pinochet. Afectó a numerosos países de la zona y se cebó precisamente en Argentina. Dirigía la llamada Escuela de Chicago y con ella su ideólogo: Milton Friedman. La lección básica es privatizar lo público, lograr ingresos a través de mermar las condiciones de vida de los ciudadanos. De paso, el beneficio queda en manos “adecuadas”. 

La bancarrota argentina –debida a auténticas simas en el presupuesto– termina en 2001 en lo que se conoció como “el corralito”. Para evitar la evasión de capitales privados, se restringe a los ciudadanos la libre disposición de sus fondos, de su propio dinero. Y se fomenta sobre todo el uso de tarjetas de crédito y otros instrumentos bancarios. La revuelta social ungida en caceroladas consigue que el presidente De la Rúa huya del país en helicóptero.

La actual crisis económica la gestó el entonces presidente conservador Mauricio Macri, quien ahora va a dirigir la política argentina con Milei. ¿Qué puede salir mal? En inflación desbocada ya, tuvo que pedir hasta un rescate bancario al FMI. Otro clásico: no se conoce un solo país que haya salido de sus crisis con la “ayuda” de este Fondo que tan poco responde a la intención con el que fue creado.

Milei es una degradación de la política que produce auténtico espanto. Sus primeras medidas, según él mismo ha anunciado, van en una dirección tan clara como preocupante: confirma que cerrará el Banco Central de Argentina, privatizará la empresa energética estatal YPF, venderá todas las redes públicas de transmisión y viajará a Estados Unidos e Israel antes de su toma de posesión el 10 de diciembre. 

De ahí, a la venta de órganos para subsistir –para Milei “es un mercado más”–, el uso de armas de defensa al alcance de cualquier persona, la dolarización de la economía. Potenciales víctimas de sus políticas le aplauden. Enfermos graves, dependientes, personas vulnerables en general son posibles reos de una auténtica condena a muerte. Gracias a sus conciudadanos, en esto hay que insistir. Y no es una exageración: es lo público quien costea tratamientos eficaces –y caros– en eventos graves de salud. El hartazgo por la situación política no puede llegar al punto de darse un tiro en el pie o en los dos para quedar paralizados y sin ayudas. Para extender la sentencia a otros. Víctimas de la “lógica” del absurdo, como sucede en otros lugares del mundo y por supuesto en España también.

Pero si algo ha demostrado este tiempo desde el shock de 2008 es una relajación de la empatía y la humanidad por la que hasta la vida ha perdido valor. La sociedad vive adoctrinada en el egoísmo y sus derivaciones. Desde 2020 nos han sacudido varios impactos perturbadores: una pandemia mundial, la guerra sobre Ucrania y ahora la de Israel y Gaza. Bajo la excusa del derecho a defenderse de la potencia más fuerte, vemos morir a miles de niños o llorar heridos y atónitos a otros por la pérdida de sus familiares. Que el mundo entero no se levante para parar este genocidio es un síntoma terrible de la sociedad que ahora domina.

Por eso triunfa un fantoche como Milei dispuesto a esquilmar a Argentina. Un desequilibrado notorio que para nada es un anarco libertario, sino un ultraliberal, ultraderechista, peón del sistema, un potencial Videla como ya se dice. Pero lo más grave desde la pura supervivencia personal y de país es cómo los correligionarios del dinero y el despojo social se han apuntado a felicitar a Milei. En España, por supuesto. Vox, ya se sabe: son iguales. El PP también, por si alguien lo duda. Ahí tenemos exultantes a Cayetana Álvarez de Toledo o Aguirre y Ayuso. Rajoy pidió el voto para él. 

Aplicar las políticas que se propone Milei solo precisa carecer de escrúpulos y de alma y en el PP español tenemos ejemplos de esa personalidad, capaz de cometer enormes atrocidades sin inmutarse. Pónganles cara y apellido, lo saben. Sus víctimas enfebrecidas de entusiasmo parece que no.

Y en España, además, constitución del nuevo Gobierno ante un jefe de Estado con gesto agrio de nuevo. Un cargo hereditario y teóricamente de moderación no debería permitirse esas licencias a sí mismo. Gobierno de autor: de Pedro Sánchez, del PSOE. Con una izquierda claramente devaluada como, en mi opinión, se pretendía con la operación Sumar. Es el Gobierno que quiere el presidente, el que tiene ese mandato y sabe qué busca. El que forma con sus socios de coalición y avalan los de la investidura. Piezas quemadas que permanecen y otras que pueden funcionar. Algunas muy valiosas o muy eficaces para un momento crítico. Pero, como algunos otros, creo injusta y desacertada la ostensible expulsión de Podemos. Fue esencial para que hubiera en España el primer Gobierno de coalición progresista de la democracia. Las reacciones de enfado en la formación son completamente explicables. La batalla campal desatada por las facciones, con improperios hasta de baja estofa, no ayuda a la serenidad. Se están viendo hasta erosiones de prestigio en el fragor pasional. Y resulta que es el Gobierno que tenemos, el que queremos –aunque no sea exactamente así– y sobre todo el que permite huir de la derecha ultraderecha.

Porque España necesita un Gobierno fuerte ante la abrumadora, auténticamente desbocada, acometida que está sufriendo y promete perpetuarse. Se multiplican para atizar en la calle de los esperpentos, en Europa, en los juzgados que dicen no conocer el lawfare, en los medios, sin cortarse en bulos y exageraciones. Aznar comparece en el Wall Street Journal del imperio Murdoch –del que es un muy bien pagado asesor– para seguir en la brecha del constante asedio. Dice que Sánchez ha llevado a España “al borde del colapso constitucional”. Desde un PP que tiene secuestrada la renovación del CGPJ.  Si alguien va por los colapsos institucionales y contra la democracia es el Partido Popular.

No les ha faltado más que Milei para que sueñen en un futuro similar para España. Lo dicen. ¿Son conscientes sus seguidores de que incluye la venta de órganos como medio económico, la supresión de toda subvención –imagino que estos a la prensa no se la quitarían ni muertos–, la venta de nuestro patrimonio –del poco que dejaron vivo González y Aznar–? ¿Están de acuerdo los votantes del PP y de Vox en que hagan en España las políticas de Milei?

Vuelan por las ondas y pantallas los golpes de Estado, dictadores y rupturas de la democracia y de España, sobre todo. Engullidas por gentes adscritas a quien suele emplear esos métodos y que no respetan la democracia, ni la entienden siquiera.

De ahí que, como colofón, me hayan resultado sorprendentes las críticas de corresponsales de prensa extranjeros a la forma de la investidura de Sánchez. Ignorar a estas alturas con qué derecha antidemocrática y tramposa lidiamos y escribir sobre la ley de amnistía como lo haría Alicia en el País de las Maravillas resta recursos de información al difícil panorama local y mundial al que nos enfrentamos. ¿Ha perdido Sánchez “el poco crédito que le quedaba”, como dice Le Monde? Precisamente no es el caso, sino todo lo contrario. ¿Ha sido él quien ha fomentado el crecimiento de la extrema derecha, como asegura el diario francés, y no el PP metiéndola en las instituciones para darnos cada día un susto mayor? Son factores esenciales en una información plena. El hecho es que la prioridad para los demócratas españoles con su voto ha sido apartar a esta derecha corrupta y ultra de la Moncloa. Y es rigurosamente constitucional. E imprescindible para respirar algo más que mugre antidemocrática. Lo de España es una emergencia.

Una negra sombra amenaza desde el otro lado del Atlántico, más porque en esta orilla germina igual. El nuevo Gobierno de Sánchez es más centrista que el anterior, cuando España necesita más medidas progresistas y afrontar radicalmente los levantamientos ultras en sus diversas extensiones. Si continua la tibieza, pueden erigir un o una Milei aquí, con o sin elecciones. No va a ser, el Gobierno está respaldado con avales suficientes, si las “izquierdas” no deciden pifiarla más, siquiera en el corto plazo. Pero el hostigamiento es enorme, crea intranquilidad social y no se pueden dormir en atajar los problemas. La información es un punto básico y falla clamorosamente. El acoso también llega por ahí, por ahí entran los bulos, asombra su desvergüenza en profesionales con principios. “Os exprimiremos hasta la saciedad y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”, escribió George Orwell, en '1984' y se ha demostrado rigurosamente cierto.

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