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Opinión - Los secretos de alcoba del 23F. Por Carlos Fonseca

Ojalá tratasen a los palestinos como a animales

Unos jóvenes palestinos examinan los restos de una mezquita destruida en un ataque israelí.

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Veo mucho escándalo por las palabras del ministro israelí de Defensa refiriéndose a los palestinos como “animales”, pero yo lo que pensé al oírle fue: “ah, qué bueno, los van a tratar como animales, eso ya es una mejora”. Porque lo cierto es que los palestinos han sido tratados por Israel peor que animales en demasiadas ocasiones.

Si han visto vídeos de actuaciones del ejército israelí (y de sus colonos) en Cisjordania, cómo se mueven por los menguantes territorios palestinos, cómo entran en las casas y maltratan a quienes se resisten, coincidirán conmigo en que si en vez de palestinos se tratase de perros o toros, despertarían nuestra indignación y los denunciaríamos por maltrato animal. Humillados, apaleados, expulsados de sus tierras y casas por la fuerza, saqueadas sus pertenencias, privados de lo más básico, disparados como presas de caza, pastoreados sin dignidad y golpeados en los checkpoints, torturados, atacados por perros, ejecutados extrajudicialmente, incapacitados de por vida, encarcelados arbitrariamente (menores incluidos). Y otro tanto en Gaza: encerrados, alambrados, privados de recursos, dispersados a golpes o a tiros, bombardeados cada poco tiempo, destruidas sus infraestructuras básicas, asesinados por centenares cuando marcharon desarmados hacia la frontera o, como ahora, sitiados, sin agua, luz ni alimentos, y bombardeados masivamente. No permitiríamos que tratasen así a animales.

La deshumanización de los palestinos, que permite que no sean tratados como seres humanos ni merezcan el cumplimiento de leyes, resoluciones de la ONU o convenciones internacionales de guerra, comienza ya desde la escuela. La pacifista israelí Nurit Peled-Elhanan estudió hace unos años cómo los libros de texto de su país deshumanizan a los palestinos, presentados como una raza inferior y amenazante. Con ellos son educados quienes nada más terminar de estudiar harán el servicio militar (obligatorio) y servirán en la frontera o los territorios ocupados.

Pero a los palestinos no solo los deshumaniza el gobierno israelí. También los medios occidentales: no hay más que ver la cobertura informativa de estos días, que repite los mismos patrones de décadas de conflicto. Las víctimas israelíes son individualizadas, tienen nombre, familia, trabajo, fotos de cuando estaban vivos y hacían cosas humanas con las que podemos empatizar los espectadores. Enfrente, las víctimas palestinas son invisibilizadas, y cuando aparecen lo hacen a bulto, en imágenes embrutecedoras, aullantes de dolor o gritando furiosos, sucios, cubiertos de polvo entre escombros, sin nombre, sin vida, sin nada con lo que empatizar. Normal que todos nos pongamos en el lugar de esos jóvenes brutalmente asesinados en un festival, nunca pensamos que podríamos ser palestinos enterrados vivos bajo edificios bombardeados.

Cuando no son víctimas sino, como ahora, asesinos, también son deshumanizados en el relato mediático: los combatientes palestinos son siempre bestias sangrientas que matan indiscriminadamente, que se ensañan hasta con los cadáveres, que no temen represalias porque ni sus propias vidas les importan. Al otro lado, los militares israelíes son jóvenes como tú o como tu hijo, que cumplen órdenes, racionales, organizados, dotados de tecnología, pese a que causen tanta o más muerte y destrucción indiscriminadas que aquellos.

Incluso cuando creemos empatizar con los palestinos, los tratamos como algo menos que humanos, a veces con buenas intenciones pero con paternalismo: pobrecitos, son unos desesperados, si los encierras y humillas se revuelven como fieras, el perro apaleado acaba mordiendo, no tienen nada que perder, actúan llevados por pasiones..., no como los israelíes, que responden a planes, acciones militares, decisiones políticas.

Incluso la ayuda humanitaria de otros países (imprescindible por otra parte) contribuye involuntariamente a esa imagen, condenándolos a vivir como animales estabulados a los que hay que alimentar porque en caso contrario morirían desnutridos, incapaces de asegurarse su propio sustento. Hasta los más defensores de la causa palestina incurrimos a veces en una mirada algo deshumanizante, presentando al palestino modelo, estilizado, ideal: el mártir, el resistente a la ocupación, el héroe contra el imperialismo, con su pañuelo y su bandera, la piedra en la mano. Otra forma de no verlos como personas.

De modo que sí, ojalá los traten como animales, pero como animales bien tratados. Porque hoy parecen animales en vías de extinción.

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