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Las palabras mosca

Mosca

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Las palabras mosca tienen un ¡Zzz! que dejan vibraciones molestas en el aire. Ocurre, por ejemplo, con la voz pódcast. Es fácil percibir el titubeo y la incomodidad con que la pronuncia mucha gente. Parece que, a la vez que la dicen, entre dientes sueltan un “¡menudo incordio de palabra!”. Y eso hace que al oyente le llegue con un tembleque tan molesto que le den ganas de pegarle un manotazo. 

Mmm… Demasiado trabajosa, demasiado industrial… Aunque lo de “palabra mosca” aluda a la naturaleza y al mundo animal, la voz pódcast no tiene nada de orgánico ni de espontáneo. No brota de un sentir ni de una tesitura. Es un Frankenstein de laboratorio, que nació al unir dos injertos, en el teclado de un periodista en apuros. 

Ben Hammersley tenía que hablar en The Guardian de algo nuevo para lo que aún no había un nombre. Tenía que llamar de algún modo a los programas de radio que se convertían en archivos de audio para escucharlos en el iPod y pilló un retal de aquí (“pod” de iPod), otro de allá (“cast” de broadcast) y montó la palabra podcast sin saber que acabaría en la boca del planeta entero.

En inglés suena bien, porque surgió en Gran Bretaña, pero en los oídos españoles, parece creada por un ingeniero en un programa de audio. O maquinada por un software de inteligencia artificial sin chispica de alma. Incluso podría haber sido compuesta en una caja de mezclas para que las sílabas po y ca fueran la melodía y el vibrar de la de y el apretón final de la ese y la te hicieran de acompañamiento.

Ahí zumba la mosca porque produce dudas cuando se pronuncia. Demasiada consonante ahí junta, apretada, para un idioma al que le gusta relajarse sobre las vocales. Por no hablar de esa explosión final, tan poco saludable en tiempos en que un escupitajín puede contagiar una enfermedad pandémica.  

He oído el zumbido en tierras de todo pelaje, pero en Andalucía… esta palabra… llega a cortar el aire. No encaja un sonido tan electrónico, con los beats de la de, la ese y la te, en ese acento tan bossa nova. Y entonces lo que ocurre es que, en una transición natural, en una expresión de supervivencia, la palabra se adapta a ese hábitat sonoro y se convierte en pooh-caah 🗣, para alcanzar así el zumbido más trepidante de todos: el de las moscas de verano. 

Y ya el remate se presenta en esas situaciones dolorosas y comprometidas que han hecho del pódcast, no una palabra mosca, sino ¡una mosca cojonera! Todavía hoy, diecisiete años después de que esta voz se oyera por primera vez, hay personas a las que les cuesta horrores pronunciar esa jartá de consonantes juntas, y dicen poscas. Pero no en su casa, que está estupendo; lo dicen en entrevistas, ante enormes audiencias de radio y televisión. Incluso en los pódcast: dicen poscas en programas de pódcast.

En directo, no tiene arreglo, pero igual que perro no come perro, el pódcast (el formato) ayuda al pódcast (la palabra). Muchas veces, los diseñadores de sonido, con sus programas de audio, convierten ese pobre poscas mal dicho que pronunció alguien en un pódcast con todas sus letras bien puestas. 

Lo primero que me llamó la atención fue el sonido, porque he oído muchos quejíos sobre la palabra dichosa. Pero ahí no acaban las molestias. Otros se quejan cuando la ven escrita... ¡por la tilde! Ese golpe de batería que indica que la palabra es llana. ¡Y qué rabia les da! Pero así es nuestro idioma, tiene sus normas, y si la queremos españolizar, hay que darle nuestra música y acento. En nuestra partitura, por feo que les parezca a algunos, se escribe así. Y de paso, da una pista a los que todavía pronuncian podcast, con el golpe en la a, como si fuera aguda, como si hubiera un chimpún final.

Incluso hay quien se empeña en el triple mortal hacia atrás. No les basta con el empedrado consonántico del pódcast y le añaden una ese más para el plural: un podcast, dos podcasts. ¡Por Dios! ¿Quién es capaz de soltar tres consonantes seguidas sin echar tres salivazos como tres soles? Qué alivio cuando la FundéuRAE dijo que era una palabra invariable. Que el singular y el plural se dicen igual: pódcast para uno y pódcast para mil. Porque decir una ese y una te y otra ese después hubiera requerido la destreza de Harold Lloyd en El hombre mosca

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