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Pánico en la séptima

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un acto electoral en Sevilla, para apoyar al candidato en la capital andaluza, José Luis Sanz.

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El teatro de la demoscopia baja el telón. Ya no habrá trampa ni cartón, ni más estimación de voto. La verdad absoluta saldrá el domingo de las urnas, cada palo tendrá que aguantar su vela y apechugar con sus pronósticos. Y no sólo José Félix Tezanos. La ficción esta vez no es que haya venido de un bando, es que ha campado a sus anchas en uno y otro lado. El que paga, gana. O roza la victoria. Luego están las interpretaciones de los datos y los titulares a cinco columnas. Algunos hasta ofenden a la inteligencia. Y no sólo por los “podría”, “habría”, “estaría” o cualquier otro condicional con los que se suele escribir lo que no se sabe. 

Por barrer, en la representación demoscópica, el PP ya ha barrido en no menos de media docena de Autonomías, ha sumado mayorías absolutas en varias importantes capitales de provincia y ha arrebatado no sé cuántos feudos a los socialistas. Eso las siglas, que ya si hay que poner a la hazaña nombres y apellidos, Isabel Díaz Ayuso ha logrado no menos de 20 mayorías absolutas. López Miras ha acabado con Vox en el mapa murciano, Carlos Mazón ya se ha instalado en el Palau de la Generalitat valenciana y Vara, Page, Armengol y Andreu ya están en su casa de retirada. 

Si fuera así es incomprensible que en la séptima planta de Génova hayan entrado en pánico ante lo incierto de los resultados. Nada está escrito porque todo depende, en muchos sitios, de un puñado de votos. Lo único seguro es que el PP mejorará los resultados de hace cuatro años, pero si no consigue gobiernos que hoy no ostenta,  Feijóo puede despedirse de una celebración en el balcón de Génova por todo lo alto. 

“No hay proyecto. El partido está al margen de los grandes debates nacionales: cambio climático, transición energética, inteligencia artificial, desigualdad, etc… El mundo, Europa y España han cambiado y el PP no se ha dado por enterado. Sánchez, a pesar de todo, está aún fuerte. Y todo es consecuencia de la falta de un proyecto nacional. El partido es sólo una suma de federaciones, que fueron las que auparon precisamente a Feijóo a la presidencia. De ahí que ahora tenga un problema para la construcción de un discurso nacional que es claramente incompatible con el poder de las baronías”.

Quien así habla es un ex dirigente del PP que conoce bien los territorios, cada una de las plantas de la calle Génova y, sobre todo, las debilidades de un partido que, pese al argumentario oficial, no vislumbra en el horizonte cercano una imparable ola de cambio. El 28M no parece que vaya a ser ni de lejos lo que había imaginado Feijóo para su primera cita electoral como líder nacional, más allá de lo que pronostican los sondeos más favorables.  

En la sede nacional han empezado a hiperventilar ante los resultados porque ni el PSOE se hundirá ni el PP despertará el entusiasmo desbordante que, tras el aterrizaje de Feijóo en Madrid, barruntaban todas las encuestas. Y prueba de ello es el hecho de que el gallego haya sacado a pasear como estrellas invitadas de esta campaña a Rajoy y a Aznar, una decisión que demuestra, en palabras del mismo interlocutor, que “no tenemos nada nuevo que ofrecer”, que el partido “se resiste a ser renovado” y que los barones “hacen la guerra por su cuenta”. 

En efecto, cada uno va a lo suyo, este fin de semana el líder del PP intentaba minimizar en su discurso las referencias a Bildu y a ETA, después de la polémica suscitada por la inclusión en sus listas de 44 condenados por terrorismo, mientras Isabel Díaz Ayuso se plantaba en Bilbao para insistir en la necesidad de ilegalizar a los abertzales, en contra de la opinión de la dirección nacional que cerró a cal y canto la puerta a este escenario. López Miras, que aspira como la madrileña a encandilar al electorado de Vox para poder gobernar en solitario, seguía los pasos de Ayuso. Y lo mismo hacía el otrora presidente del Gobierno, José María Aznar mientras Moreno Bonilla, más partidario de la transversalidad que de los extremos, callaba al respecto.

“Los discursos de todos ellos son diferentes y claramente incompatibles para un proyecto nacional”, dicen los críticos. La resultante de todo ello puede ser, para las siglas, la misma que en 2008: que la marca popular se imponga con claridad en Madrid, Murcia o Valencia en autonómicas, pero pierda las generales de diciembre.

A saber. Todo es mucho más incierto de lo que tratan de trasladar en los cuarteles generales, pero si hay una certeza en la sede de los populares es que Feijóo “ha entrado en pánico”, consciente de que lo único seguro el próximo domingo es que el PP mantendrá Madrid y Murcia, dos territorios donde ya gobiernan y donde si, además, no logran sumar mayoría absoluta quedarán frustradas todas las expectativas de prescindir de Vox para la gobernabilidad en ambas plazas, lo que dificultará aún más el camino a las generales.

Lo contó hace días en este mismo diario Aitor Riveiro, quien en la misma crónica recordaba que Feijóo había inicialmente anticipado una presencia limitada en campaña y que, al final, decidió multiplicarse por todo el territorio nacional ante la evidencia de que el éxito o el fracaso depende de un puñado de votos. Por eso el escoramiento del discurso aún más a la derecha y por eso la obsesión que proyecta, en cada una de sus conversaciones privadas, con los medios de comunicación. 

Lejos de admitir errores en el diseño de la estrategia y de los equipos, el gallego no pierde ocasión de lamentar el papel de la prensa y de los plumillas desde que aterrizó en Madrid. La culpa, siempre del mensajero, claro. Cualquier excusa es buena con tal de no asumir responsabilidades propias.

Ahora, en la recta final de la campaña, se ha sacado de la chistera el fichaje del economista y ex dirigente de Ciudadanos Luis Garicano para la fundación Reformismo21, un foro en el que pretende crear una especie de comité de sabios. La incorporación de quien fuera el gurú económico de Rivera trata de enviar un mensaje a los ex votantes de Ciudadanos, nada que no dejaran ya apuntalado los de Pablo Casado con la moción de censura en Murcia. Los votos -y también un nutrido grupo de dirigentes del partido naranja- ya se habían pasado con armas y bagaje al PP. 

Atentos a las apariciones en el balcón de la calle Génova el domingo por la noche. Los populares ya dieron el espectáculo el 4 de mayo de hace dos años, cuando Ayuso se negaba a compartir algarabía con Pablo Casado. Desde la Puerta del Sol habían pedido que la presidenta madrileña saliera sola al balcón de la sede nacional del partido al menos durante los primeros minutos para dar las gracias a los afiliados y simpatizantes sin la compañía de ningún otro miembro de la dirección nacional. Pero al conocerse la victoria arrolladora del PP en Madrid, Génova acordó que al balcón salieran, además de Ayuso, el entonces presidente, Pablo Casado; el alcalde de Madrid y portavoz nacional, José Luis Martínez Almeida; el secretario general, Teodoro García Egea y el presidente del PP de Madrid, Pío García Escudero. Ese día en aquel balcón empezó la cuenta atrás del entonces líder nacional y este 28M puede empezar a escribirse la de Feijóo. O no, que diría Rajoy.

Veremos…

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