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Pasen y saqueen a placer

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, con su vicepresidente Enrique Ossorio, en la Asamblea de Madrid.

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Se ha disparado en Madrid una alarma social de envergadura al conocer que dos cargos máximos del equipo de Ayuso cobran bonos sociales energéticos destinados a personas vulnerables pese a disfrutar de espléndidos sueldos en sus cargos. Son el vicepresidente Enrique Ossorio y el número dos del PP madrileño, Alfonso Serrano. Este percibe la ayuda para consumidores “vulnerables severos”. infoLibre, que ha destapado todo el tema, da cuenta de los detalles. Lo cobra al menos otra diputada del PP. Rocío Monasterio, líder de Vox, también. Y el marido de la portavoz de Más Madrid en la Asamblea, Mónica García, que había pedido la dimisión de Ossorio argumentando: “No es tolerable tanta falta de ética pública”.

Los detalles ya los conocen, un escándalo mayúsculo que ha dado hiperbólicos giros y con inusitada rapidez está apagando su eco mediático. Y eso es lo curioso, el recorrido que ha desembocado en un mensaje de Ayuso a sus diputados: “Hoy la izquierda está acabada. Matadlos”. La presidenta de Madrid lograba dar la vuelta al caso, salir de la mugre impoluta como reflejara en su día Manel Fontdevila a su madrina, Esperanza Aguirre, en una memorable viñeta. Madrid es un gran negocio para la organización PP.

Lo esencial para Ayuso había sido la implicación de Mónica García y su inmensa torpeza de, encima, salir pidiendo responsabilidades a Ossorio. Ni ella ni su marido están en el gobierno de Madrid, pero la izquierda decente lleva mal -con razón- estos asuntos, a diferencia de la derecha que los ampara y cualquier matiz le sirve para salir airosa de los más sucios trances. Y no es justo por las consecuencias que acarrea: que continuarán ahí para hacer cuanto les plazca.

Ayuso se apoyaba en otros “triunfos”. Una jueza afín al PP en la UE ha exonerado a su hermano por la venta de las mascarillas en plena pandemia a 6 euros la unidad: considera que triplicar el precio no es desproporcionado. Y los médicos han desconvocado la huelga, con mejoras salariales, pero dejando pendientes algunas tan decisivas para la Sanidad Pública como la contratación de más profesionales, que es una de las primeras reivindicaciones. Se aplaza el problema.

Con esa mirada que Ayuso deja escapar cuando le invade la furia, y ante su vicepresidente Ossorio vanagloriándose de que seguiría cobrando los bonos de ayuda energética aunque gana 100.000 euros de sueldo anual y tiene un patrimonio de más de un millón de euros, la presidenta practicó su habitual deporte de insultar a la oposición. Luego, según supimos, lanzó a los suyos esa orden guerrera: “Matadlos”. Verdaderamente paradójico. Y preocupante.

El último informe del Defensor del Pueblo relata que sólo recibieron la cobertura de la que gozan estos prebostes de Madrid 1,1 millones de hogares en 2021, de los dos millones que sufren pobreza energética. Casi la mitad de las familias vulnerables no reciben el bono social energético y pasan frío en invierno y se ven obligadas a restricciones. Porque son difíciles las gestiones y porque la Administración comete muchos errores en la tramitación que terminan disuadiendo a los solicitantes. A los que lo necesitan. Mientras, estos políticos lo cobran demostrando su inmensa desvergüenza.

Y no queda ahí el drama. La política de Ayuso y Almeida en Madrid es un jubileo que surte de dinero público a personas y proyectos de su muy selectiva preferencia en detrimento de las necesidades sociales de todos. Es un goteo diario. Colegios, hospitales con el memorable presupuesto triplicado del Zendal, rebajas de impuestos, contratos a sus promotores en la pocilga mediática, talan árboles, mienten, mantienen bajo mínimos los geriátricos con unos menús de bochorno en muchos casos. Es de pasmo ver cómo están liquidando patrimonio y servicios, sin que ocurra nada. Andalucía sigue la misma senda con Moreno Bonilla. Un desmantelamiento implacable que cada vez perciben más ciudadanos, mientras permanece en el limbo mental de un gran número de votantes.

Todo esto lleva a conclusiones de trascendencia. Vemos que de nada sirve denunciar los abusos, si no se actúa o se interioriza el problema. Si no acarrea responsabilidades y no se arbitran cambios. Si una sociedad se deja robar la sanidad pública, la salud y la dignidad de los ancianos en las residencias, autoriza el saqueo generalizado. Una máxima a no olvidar jamás es que permitir un solo abuso es dar permiso para que abusen más. Y es lo mínimo a saber para urgirse a reaccionar. Ocurre en todos los órdenes de la vida y en todos los campos. Se termina saqueando dinero, derechos, fuerza, autoestima, capacidad de reacción.

Cuando en 2005 se liberalizó el Mercado Mundial para dar entrada a China, a pesar de sus graves violaciones de los derechos humanos, el país asiático se plantó con todo el paquete: su inmenso mercado, su producción a bajos precios, y unos sueldos miserables a sus trabajadores. Era el salvoconducto para que todos los asalariados del mundo vieran reducidos sus ingresos y condiciones laborales. Se vio de inmediato y se aplicó sin tregua. Tragar con ello en cada país, en cada sector, fue condenarse a sí mismos y al resto. ¿Para qué van a molestarse en pagar más si tienen repuesto que lo acepte?

Lo vemos en Francia con la edad de jubilación, los ciudadanos levantan barricadas para impedirlo, y eso que al menos el gobierno de Macron quiere preservar así las pensiones. Si se afloja la cuerda, se pierde. Mantenerla firme aporta muchas más posibilidades. En todo y en todas partes ya. Cada vez que se acepta una medida que violenta el criterio personal o general, se da el consentimiento también a incrementarla.

Promocionar y meter en el Congreso de los Diputados a la ultraderecha, y permitirle desde la presidencia que ostenta Meritxell Batet lanzar mentiras de órdago con gravísimas calumnias, ha hecho crecer la plaga. No es libertad de expresión, sino de extorsión. Acreditar como periodistas a subproductos mediáticos de la manipulación ha degradado aún más de lo que está al periodismo. Seguir consumiendo tertulias y medios de cloaca también. Y todo ello implica dejar la puerta abierta a que lo sigan haciendo.

La norma rige por supuesto en las relaciones personales, incluso se ve más claro por la proximidad. A menudo se van estableciendo jerarquías, excepciones, permisos, hábitos. Según los caracteres, se pulen o se afianzan. Tolerar desequilibrios es el punto de partida para que se acentúen sin freno. Las excusas que cada cual se otorga para admitir abusos incómodos son la autorización explícita a que se conviertan en costumbre de forma irreversible.

La reacción de estos días a los escandalosos sobresueldos de altos cargos de Madrid, vía bienes sociales para personas vulnerables, ha vuelto a ser una invitación a seguir adueñándose del dinero de todos, del relato y de cuanto les venga en gana. Una licencia de amplio alcance gracias a sus cómplices mediáticos y sociales.

La información no debe tomarse como un consumible más, aporta datos, conocimiento, a procesar para actuar en un sentido o en otro.

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