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La política en los tiempos del cólera

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy

Imma Aguilar Nàcher

Un partido de gobierno condenado como partícipe a título lucrativo por responsabilidad en casos de corrupción, tan solo unas horas después de la aprobación de unos presupuestos que solo se podían aprobarse con el apoyo del partido que aspira a gobernar. Otro partido en plena crisis de liderazgo por el famoso “chalet” y el cuarto en horas bajas intentando aprovechar la tempestad con una moción de censura al presidente Rajoy. La situación política y electoral no puede ser más anómala en España, por desconocida y por intrincada.

Recurro al bellísimo título de la obra de García Márquez, El Amor en los Tiempos del Cólera, por ser una obra emblemática del realismo mágico. Y porque el recurso a utilizar el estrámbotico imaginario del cine de Berlanga ya lo hemos rebasado hace mucho tiempo en este país. Ya no se trata solo de corrupción o indignación ciudadana frente a los personajes de la picaresca política que refleja tan inteligentemente la película del cineasta valenciano La Escopeta Nacional. La situación ha perdido lo humorístico que podía tener y ha pasado a ser de tragedia. El relato político español es de difícil abordaje.

El cólera es una enfermedad erradicada en la medicina, pero que si se aplicase a la política hablaríamos de una epidemia en pleno vigor, un contagio que arrasa con todo lo que toca. La política española sufre una enfermedad general de desconfianza, descrédito y falta de legitimidad. Las defensas están bajísmas y es poco probable que una anatomía tan debilitada pueda combatir semejante epidemia. Y mucho menos la fractura territorial y democrática que se desangra en Cataluña.

Hemos perdido incluso la capacidad de calibrar la gravedad de las crisis distintas de los partidos políticos. Abordamos con la misma pasión reactiva la corrupción de años del partido de Gobierno y la consulta a las bases de Podemos por el aburguesamiento incoherente de sus líderes. Y no es lo mismo. El partido Popular ha quedado marcado por la Gürtel y tiene tres presidentes autonómicos entre rejas. Podemos tiene una crisis de liderazgo interno. Y no es lo mismo. El Partido Socialista nada en su falta de liderazgo y de proyecto que trae como consecuencia una gran desmovilización de sus bases, a la espera de la sentencia de los ERE en Andalucía. Y no es lo mismo. Cada crisis es distinta. Pero las consecuencias de la enfermedad arrasan con todos nos ha traído a la enorme brecha que se abre entre ciudadanos y política.

Los cuatro partidos políticos principales abordan la situación con diferentes estrategias, la enfermedad con diferentes paliativos, incluso con distintos diagnósticos. El tratamiento que aplica cada uno, la estrategia, es puramente electoral en todos los casos. Podemos con una consulta, el PSOE con una moción de censura oportunista, Ciudadanos con prisa electoral y el PP cancelando el viaje de Rajoy (M punto Rajoy) a Kiev a la final de la Champions, la decisión más drástica que ha tomado en toda la legislatura. Ya ni el fútbol le puede salvar.

Las estrategias en política son las mismas que en el juego. Enfrentar de lleno la jugada, asumiendo los riesgos; buscar formas intermedias para llegar al objetivo final o pasar el turno. Los cuatro partidos han escogido la suya. A Podemos le pilla con el pie cambiado la partida, Ciudadanos se lanza al jaque mate, el Partido Socialista intenta la jugada táctica y el Partido Popular pasa el turno.

Pero el problema es que no es tiempo de estrategias electorales. La enfermedad que corroe a la política requiere de un remedio que solo tienen los grandes proyectos y no los grandes estrategas.

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