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El PP y la manifestación del 8M

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Javier Pérez Royo

Me sorprendió la intervención de Ignasi Guardans en HORA 25 este pasado miércoles. Por el fondo y por la forma. Por el fondo, porque se identificó sin reservas con la decisión del PP de no acudir a la manifestación feminista del 8M y la justificó, y aquí entra en juego la forma, con una descalificación de los autores del Manifiesto que se va a leer en dicha manifestación en unos términos, en mi opinión, insultantes.  Si los redactores del Manifiesto, vino a decir, son unos adolescentes, que no saben en qué términos se tiene que redactar un documento de esa naturaleza para hacerlo inclusivo, que se vayan a su casa y vuelvan, cuando hayan aprendido a comportarse.

Por supuesto que el PP tiene todo el derecho del mundo a no asistir a la manifestación y a justificar su no asistencia por el contenido del manifiesto que se va a leer. Por supuesto que Ignasi Guardans tiene todo el derecho del mundo a coincidir con la posición del PP y con la justificación de la misma.

Lo que ni el PP ni Ignasi Guardans tienen derecho es a exigir a las convocantes de la manifestación y a las redactoras del manifiesto  que lo “suavicen” con la finalidad de que el PP se encuentre cómodo y pueda asistir a la manifestación. La manifestación ha sido convocada por quién ha sido convocada y las convocantes tienen todo el derecho del mundo a hacerlo en los términos en que les parezca oportuno. El que quiera sumarse, que se sume. Y el que no, que no lo haga.

Que el PP haya reaccionado de esa manera se entiende perfectamente. Que lo haya hecho Ignasi Guardans es lo que me ha sorprendido. Daba por supuesto que sabía lo que fue el 8M del año pasado y lo que se pretende que sea, todavía más, este año. A nadie medianamente informado creo que se le haya podido pasar por la cabeza que las feministas convocantes de la manifestación iban a condicionar el mensaje que pretenden transmitir a la recepción del mismo por la dirección de los diferentes partidos políticos. No del PP, sino de todos. Pensaba y pienso que esto estaba claro como el agua. Esa era y sigue siendo una de sus principales señas de identidad.

No se puede descartar, aunque no dispongo de ninguna información para decir lo que voy a decir, que la redacción del manifiesto se haya hecho en los términos en que se ha hecho, para “no facilitar” la participación del PP. Las convocantes de la manifestación no pueden haberse olvidado de que AP se opuso a la primera ley de interrupción del embarazo, la ley de supuestos de 1985 y que interpuso un recurso previo de inconstitucionalidad contra la misma. Tampoco pueden haberse olvidado de que se opusieron a la segunda ley, la ley de plazos de 2010, y que interpusieron un recurso de inconstitucionalidad contra ella, que todavía no han retirado.

Tampoco pueden haberse olvidado de que se opusieron a la ley que reconocía el derecho al matrimonio a personas del mismo sexo y que también interpusieron recurso de inconstitucionalidad contra la misma. Tampoco pueden haberse olvidado de las manifestaciones que, de la mano de la jerarquía eclesiástica, hicieron contra todas estas leyes.

La trayectoria del PP ha sido una trayectoria contraria al principio de igualdad. Y lo sigue siendo. Por eso se encuentra tan cómodo con Vox y está haciendo todo lo posible y lo imposible por “blanquear” a un partido cuyo programa es una enmienda total a la Constitución en general, pero que se centra en particular en una agresión brutal a la política de igualdad de las mujeres. 

La manifestación del 8 M es una manifestación contra lo que ha sido la trayectoria del PP de manera ininterrumpida hasta hoy. Claro que el PP hoy acepta la “ley de supuestos” de 1985, pero con la finalidad de cargarse la “ley de plazos” de 2010. Allí donde está la frontera de la igualdad, el PP se pone en contra. Acepta las fronteras del pasado, pero no las del presente. Por eso está en contra de lo que ellos, acompañados por la jerarquía De la Iglesia Católica, califican de “ideología de género”.

El PP está en su derecho. Pero los demás estamos en el nuestro de no coincidir con él y de no condicionar nuestra posición a que ellos se encuentren cómodos con la nuestra. Esto es lo que están haciendo de manera extraordinariamente coherente las convocantes de las manifestaciones del 8 M, que dejarían de ser lo que son, si no se convocaran y se justificaran de esta manera.

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