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El Presupuesto entra en campaña

El equipo de Montoro tendrá que preparar un presupuesto.

Ana R. Cañil

Media tarde en La Moncloa. Rajoy con la calavera entre las manos, se interroga: ¿Presupuesto o no Presupuesto? He aquí la cuestión. Como Hamlet ante el cráneo de Yorick, pero al estilo castizo y no británico-danés, el presidente del Gobierno observa fijamente las cuencas vacías de la cabeza del esqueleto que aún es el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE). ¿Les pongo chicha o me abstengo de comer carne? La duda le persigue. Como siempre, no tiene nada definitivamente claro. ¿Debe hacer las cuentas simuladas para el 2016? ¿Ventajas, desventajas?

Mientras se decide, todos sus colaboradores económicos esperan un gesto, analizan cada guiño del ojo presidencial. El problema es que si está tenso o incómodo, el tic se acentúa demasiado como para sacar conclusiones claras. Pero son cada día más los que a su alrededor se decantan más por Ser que el no Ser. “Sí, somos. Y como somos, pensemos que vamos a hacer el Presupuesto para el 2016 como si fuera de verdad. Porque ello evidencia nuestra fe en que ganaremos y además, nos permite hacer unas cuentas donde incluyamos premios para los ciudadanos, que confirmen lo que decimos. Que como estamos saliendo de la crisis, vamos a devolverles lo que hemos tenido que recortarles, ya sea vía devoluciones por vía impuestos o con más presupuesto para ayuntamientos y CCAA”, razona una de las cabezas mejor amuebladas del PP, que conserva su escaño desde hace años.

Acaban de comunicarle, a él y a otros compañeros del Grupo Parlamentario, que es más que probable que tengan que currar en julio y agosto, lo cual significa que habrá que hacer números con papeles que les apoyen. Mejor, eso significa pensar en positivo, lanzar mensajes claros que sirvan para levantar la moral de la tropa, que diría el jefe. Y acabar con los chismorreos de los veinticinco.

Aparte de las pájaras mentales que se hagan en Génova y en el Congreso a la espera del temido 24 de mayo, la verdad es que el hecho de si el Gobierno dejará cerradas o no las cuentas para el próximo año -la ley más importante para legislar por parte de un Gobierno- es el asunto clave de los que quedan pendientes hasta el final de la legislatura. La costumbre suele apuntar a que el Presupuesto no se cierra cuando hay unas elecciones generales pendientes y puede sucederse el cambio de partido en el Gobierno. El nuevo marca sus cuentas futuras, plasma su programa. Más aún en unas circunstancias tan volátiles como las de este año, cuando por primera vez puede suceder que a partir del otoño, tras las Elecciones Generales, cuatro grandes partidos y no dos, se repartan la tarta.

Pese a la tradición, en el entorno económico del PP y de Hacienda, las apuestas por que habrá proyecto de Presupuestos suben en las últimas semanas, frente a lo que sucedía hace tan sólo un par meses. “Tenemos que presentar en Bruselas el Plan de Estabilidad ahora, en abril. Y el techo de gasto en junio, lo cual significa que tendremos que elaborar los papeles previos al Presupuesto, la base que nos obliga a retratarnos. Pero de verdad que no tenemos aún una idea definitiva de si cerraremos un Proyecto de PGE para el 2016 o no”, responden los colaboradores de Cristóbal Montoro, el ministro de Hacienda, que tienen claro el mensaje a transmitir a sus compañeros de Gobierno y de partido, pedigüeños de euros para animar las promesas en las campañas. “Que quede claro –insisten desde el departamento de Montoro– que haya o no haya proyecto, no vamos a perder de vista ni un momento el control del déficit. El ministro tiene muy claro el mensaje”.

Asienten los barones autonómicos, pero insisten en exigir propinas. Porque con lo que sueñan los presidente de las autonomías populares es con lo de tener más euros –todas la CCAA se han saltado ya el presupuesto– y así poder compensar la hartura ciudadana contra los recortes. Es un hecho sabido en Génova, y que se examina con cierto temor, que no solo Monago marca distancias con respecto a las siglas PP y al propio presidente. Los más importantes, los de mejor imagen como el gallego Feijóo, tampoco se privan en criticar todo lo que le molesta y le puede contaminar desde Madrid.

El modelo es seguido por los demás a medida que se acerca el 24 de mayo. La forma de compensar es la de siempre, prometer más inversión en carreteras, más profesores, más gasto en dependencia. “Que no es cierto, que no hemos recortado en gasto social, que lo que hemos hecho en estos cuatro años es tapar los agujeros que nos dejó el PSOE. Vía renta, devolveremos los sacrificios que ha tenido que hacer la gente. Se abre la negociación autonómica en junio”, se encrespan las gentes de Montoro, intentando contrarrestar el mantra tan real como dañino de los recortes que han realizado entre las clases medias y baja.

Pero por mucho que se empeñe Cristóbal Montoro en representar el papel tan desagradable que le ha tocado –lo tiene asumido, dice siempre– el hecho es que los barones autonómicos piensan ningunearle. Por lo menos hasta el 25 de mayo. “Si el presidente ha decidido salvar su trasero en las generales con el crecimiento económico, nosotros vamos aún más apretados y vamos a salvar el nuestro el 24 de mayo. De ahí el desapego de Extremadura, Galicia o Aragón. Y vamos a prometer y cumpliremos con más gasto en inversión y menos recortes”, explicaba uno de los presidente autonómicos a un diputado popular esta semana, comentando también la actitud distante y fría de la presidenta aragonesa, Luisa Fernanda Rudi.

“Necesitamos que haya un proyecto de Presupuesto y es más que probable que lo tengamos –añade una señoría popular, con cargo en la cúpula parlamentaria– porque las cuentas nos permitirán demostrar que abrimos el ábanico. El mismo Montoro reconoce que estamos en condiciones de devolver lo que hemos tenido que recortar a las clases más perjudicadas. No basta con hacer concesiones al ala más dura sobre el aborto. Para las campañas electorales, durante estos meses tenemos que enseñar que hemos recuperado la sensibilidad y nos ocupamos otra vez de los más débiles. Escenificaremos la aprobación de nuevas ayudas en unos Presupuestos más sociales. Que se aprueben o no, pero que vean que lo curramos”.

En resumen, mientras Rajoy sigue meditando ante la calavera la duda del ¿proyecto de PGE o no?, los suyos ya han decidido por él. A poco que no tuerza el gesto, habrá proyecto del Presupuesto del PP para 2016, lo que les permitirá esgrimir en campaña un arma con la que vuelven a ser buenos para los pobres. Otra duda camino de resolverse sin que el presidente haya tenido que mover su parpado más allá de lo imprescindible.

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