Presupuestos en el reino de la mentira
Los presupuestos que acaba de presentar Cristóbal Montoro en el Congreso de los Diputados son una patraña descomunal, cuyo único objetivo real es que el PP siga unos cuantos meses más en el gobierno. A ese fin espurio se sacrifican todas las tareas que un gobierno mínimamente serio habría de abordar en ese documento y más en unos momentos llenos de incógnitas y de amenazas para nuestra economía. Pero si eso es grave, no lo es menos el hecho de que ninguno de los compromisos publicitados por Montoro vaya a tener trascendencia social alguna o que sean estrictamente falsos. Además, y por si esas engañifas fueran poco, es altamente posible que el texto sea rechazado por la mayoría de la cámara.
Solo una serie de carambolas casi inverosímiles podría evitar ese resultado. Primero, los independentistas catalanes tendrían que acordar un candidato a la presidencia de la Generalitat que no tuviera tacha judicial alguna. Segundo, el Gobierno tendría que retirar el artículo 155. Tercero, y tras ello, el PNV tendría que ceder y apoyar el presupuesto. Todo ello en menos de dos meses. Con los líderes independentistas encarcelados, en España o en Alemania. Con la Fiscalía preparando más acusaciones de rebelión. Con la calle catalana cada vez más caliente, y no sólo por la acción de los CDR. Y con la posibilidad, cada vez más sólida, de que las fuerzas independentistas opten, aunque no les guste, por la repetición de elecciones. Para seguir manteniendo sus banderas en alto. Y sabiendo que volverán a ganarlas.
En esas condiciones es imposible aprobar un presupuesto. O lo que es lo mismo, la crisis catalana ha colocado a España en una situación de excepcionalidad sin precedentes en nuestra democracia. Pretender que en esas condiciones se pueden aprobar las cuentas públicas como si no pasara nada es sencillamente contar una mentira. Sólo un cambio en la actitud del Gobierno hacia el independentismo podría abrir una vía para la vuelta a la normalidad. Pero Rajoy ya ha demostrado sobradamente que no quiere hacer nada de eso y, sobre todo, que no sabe cómo hacerlo.
Y de la mano del ínclito Montoro se limita a lo de siempre, a hacer campaña electoral. Deprisa y corriendo, inventándose cosas sobre la marcha para no hundirse más en los sondeos. Hace menos de un mes decía que las pensiones no podían tocarse, que el 0,25 era el tope. Y ahora vende que estos presupuestos son “los de las pensiones”. Porque va a aumentar en un 3 % las percepciones más bajas, las que cobran unos cuatro o cinco millones de jubilados y viudas. Y sus corifeos se llenan la boca ponderando ese gesto. Cuando, como mucho, la subida representará entre 15 y 20 euros al mes. Es decir, casi nada para quien está con el agua al cuello. Y, además, solo por un año, que en el próximo ejercicio la referencia volverá a ser el 0,25.
Y algunos dicen que Rajoy ha cedido a la presión de la calle. Para nada. Si hubiera asumido que la protesta de los pensionistas estaba mínimamente motivada, lo primero que tenía que haber hecho es reunirse con sus representantes. Y negociar con ellos. Pero el PP no hace esas cosas. Porque la realidad le puede hacer daño. Y porque esos delegados de los pensionistas le habrían tirado a la cara su oferta del 3 % y le habrían exigido que las pensiones subieran lo que lo ha hecho el IPC y que derogara la ley del 0,25.
Sí, ciertamente, además del 3% hay una rebaja del IRPF para los tramos inferiores a los 14.000 euros. Pero eso es también una miseria y, además, beneficia, por poco que sea, a todos los demás contribuyentes. Y también es verdad que el presupuesto prevé subir los salarios de los funcionarios un 8% en los tres próximos ejercicios, algo más del 2,5 % cada año y eso solo si no cambian las condiciones generales de la economía, que pueden cambiar. Y no es menos cierto que la partida destinada a la dependencia aumenta en 46 millones, o sea, en un porcentaje ridículo comparado con las necesidades que existen en este capítulo, otra de las víctimas intolerables, tal vez la más sangrante, de los recortes de Rajoy.
Y Montoro asegura impávido que son los presupuestos “más sociales” de la democracia. Cuando el importe destinado al seguro de desempleo sigue a la baja. Cuando no hay iniciativa alguna destinada a propiciar una mejoría en los salarios más bajos. Cuando las ayudas al alquiler de viviendas, otra de las medidas cacareadas por el Gobierno, se traducirán inevitablemente en un nuevo aumento del precio de los mismos.
En el terreno macroeconómico, menos apasionante en el debate popular pero crucial, el presupuesto de Montoro no aporta nada. El modelo económico del PP, de la derecha española, sigue intocado. O mejor aún sale más reforzado. Porque el gasto publico crece de nuevo menos que la inflación. Porque el estado se sigue empequeñeciendo a favor de la economía privada. Olvidándose cada vez más de la inversión pública, que casi se reduce en términos reales, mientras se mantiene incólume la inmensa panoplia de subvenciones y deducciones fiscales a las empresas y el esquema fiscal, tan favorable a los que más ingresan.
Rajoy ha asegurado que, si el presupuesto es rechazado, lo cual es lo más probable, tratará de que sus contenidos sean aprobados mediante decretos leyes. Sin añadir que también para eso necesitará de los votos del PNV. Que los del PSOE no los va a tener, como ha asegurado desde ya mismo Pedro Sánchez.
O sea que también en ese terreno manda la trampa y la falsedad. Por no hablar de todo lo que ha quedado fuera de ese presupuesto exclusivamente destinado a la propaganda. Por ejemplo, y ahí es nada, la necesidad de una reorientación de la política económica para hacer frente al creciente endeudamiento público, una debilidad de la economía española que puede ser dramática, como lo fue cuando estalló la crisis y en 2012, si cambia el panorama financiero internacional, algo que puede perfectamente ocurrir según los expertos y que el aumento de los tipos de interés, que llegará dentro de no muchos meses, y el de los precios del petróleo, que ya ha llegado y tiene pinta de quedarse, ya están anunciando.
Y un gobierno que no tiene nada que decir ante cuestiones tan cruciales, que limita su acción a tratar de engatusar a los más incautos o a los que están dispuestos a creérselo todo, es el que nos va a tocar aguantar durante aún bastantes meses. Porque, aunque no tenga presupuesto, podrá seguir mientras los demás partidos no se avengan para echarlo. Y siempre que entre tanto no pase algo. Lo cual, tal y como está el PP, no es para nada imposible.