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Aun con Presupuestos, 2020 va a ser terrible

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el secretario de Estado de Derechos Sociales, Nacho Álvarez, reunidos para abordar las líneas generales del anteproyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2021

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Habrá presupuestos. Con Ciudadanos o con Esquerra. Lo más probable es que con el primero, aunque no se pueden descartar sorpresas de última hora. No será coser y cantar, habrá debates en muchos frentes. Pero esa incógnita sobre el futuro político y económico empieza a estar casi del todo despejada. A partir de ahí, la mayor incertidumbre será pues, lo es ya, cuál será la evolución de la pandemia. Sus efectos están ya siendo muy graves pero pueden serlo aún más si se prolonga. Pero aun en el supuesto de que se logre doblegar al virus en pocos meses, los problemas a los que habrá de enfrentarse el Gobierno serán enormes. 2020 puede ser un año catastrófico. Lo saben todos los que tienen que saberlo.

En el frente político asistimos a un cierto relajamiento de las inquietudes. Puede que sea temporal, pero parece que las tensiones en el seno de la coalición de gobierno han bajado un tanto de intensidad. No será fácil el acuerdo al que el PSOE y Podemos tienen que llegar sobre la propuesta presupuestaria, pero todo indica que, al final, se logrará. Cuando menos porque a ambos socios les va su futuro político en ello. La disponibilidad de Ciudadanos es árnica para Pedro Sánchez, aunque no está ni mucho menos claro cómo se podrá cohonestar la posición de Inés Arrimadas con la de Pablo Iglesias. Con el PSOE será más fácil.

Otra novedad que puede ser positiva. Gabriel Rufián ha matizado, moderándola, la postura de ERC. Leyendo entre líneas sus palabras, se podría decir que, si el Gobierno se compromete a liberar, con la fórmula que sea, a los presos independentistas, Esquerra podría volver al pacto que permitió la moción de censura. El anuncio de La Moncloa de que va a convocar en breve la mesa de diálogo con la Generalitat es un buen indicio. Porque eso, junto a un cambio respecto de los presos, daría al partido de Oriol Junqueras argumentos para presentarse ante el electorado catalán como el partido que consigue cosas. Puede ocurrir lo anterior o lo contrario. Pero al menos hoy se puede especular al respecto.

La aprobación de los Presupuestos reforzará al Gobierno. La posición del PP también, al menos por un tiempo. El partido de Casado ha decidido quedarse fuera del juego y limitarse a protestar por todo, exagerando y mintiendo lo que haga falta, porque ha debido concluir que reforzar la adhesión de su público, aunque no haya elecciones a la vista, y evitar cualquier polémica con Vox es en estos momentos mucho más conveniente que cualquier otro camino. Además, seguramente no tiene otro. Y como argumento adicional que se trasluce en sus medios, siempre poderosos, el de que creer que las cosas van a ir tan mal en España que más pronto o más tarde el Gobierno de coalición se verá superado por los acontecimientos y llegará la hora de la derecha.

Mientras la pandemia siga haciendo estragos no cabe hacer muchas previsiones. El aumento de casos en el mes de agosto ya ha arruinado los pronósticos oficiales sobre el crecimiento del PIB en el tercer trimestre, que en pocas semanas ha pasado del 15 al 10%. Y no está descartado que caigan aún más. El pesimismo sobre la marcha de la economía española es generalizado en el ámbito europeo.

Los expertos españoles ven negro lo que puede ocurrir de aquí a fin de año. En todos los frentes: el del empleo, el de la actividad industrial y el de la vivienda y la inversión. Por no hablar de la suerte del sector turístico, que nadie cree que pueda levantar cabeza en menos de dos años.

En esas condiciones, los 140.000 millones que llegarán de Europa, poco a poco por cierto, y condicionados, van a tener un impacto muy pequeño sobre la marcha cotidiana de las cosas a corto y medio plazo. Más adelante ya se verá y todo dependerá mucho de los planes que tenga el Gobierno de cómo gastárselos. En cuya definición, por otra parte, contarán mucho las intenciones y proyectos de las empresas, a cuyo cargo correrá buena parte de su gestión.

Surge ahí, pero ahora no es un problema acuciante, la pregunta de si el protagonismo en este capítulo lo tendrán las empresas del Ibex, las que mayor poder tienen para resistir el actual temporal y para hacer cosas como las que piden los planes europeos. El Gobierno tendrá que esforzarse e inventar mucho para que los otros actores, las pequeñas y medianas empresas, tengan un papel importante en ese proceso. Los recientes aplausos de los dirigentes del Ibex a Pedro Sánchez podrían indicar que ellos no creen que vaya a ser así. El desigual reparto de los fondos ICO y otros procedentes de la UE, muy sesgados a favor de las mayores empresas, no es un buen antecedente.

Con todo, desde ahora hasta el próximo verano o hasta finales de 2020, el mayor desafío para el Gobierno es hacer frente al desastre de la economía, que no va a hacer sino crecer a medio plazo, incluso si la pandemia remite en breve, lo cual no es poco decir. Van a seguir cerrándose muchas empresas y no solo en el sector hostelero y del ocio, el tesoro público va a tener que seguir endeudándose, entre otras cosas para paliar el drama social creciente que la crisis ha provocado y puede que hasta tenga que pedir dinero prestado a la UE, al Mede. Cabe esperar que la banca, acuciada por la morosidad creciente y su baja rentabilidad, no dé el petardazo y haya una crisis financiera.

No va a haber buenas noticias de relieve en muchos meses. Pedro Sánchez y sus ministros tendrán que dedicar mucho tiempo y entusiasmo a tranquilizar a la gente, sin contar mentiras, para evitar que la situación provoque estallidos sociales.

Un solo consuelo en este panorama espantoso. Mientras el BCE mantenga su política de tipos de interés bajos y de apoyo a la liquidez, y todo indica que eso va a ocurrir durante los meses que vienen, la deuda pública española, enorme y creciendo, no va a ser un problema como lo fue en la crisis de 2008. El Gobierno podrá seguir obteniendo dinero en los mercados.

Se va a salir de ésta. Pero no en menos de dos o tres años. Y si el Gobierno ha tenido que aprender a hacer política sanitaria, ahora tendrá que esforzarse por adquirir los máximos conocimientos que pueda de política económica. Lo menos malo es que el problema esté en manos de un gobierno progresista. Que con uno de derechas sería mucho peor.

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