El problema es el Gobierno: no lo hay
Hasta hace unos días creía que la situación del sistema político español se resumía en un gran vacío en el lugar del Gobierno y que, dada la situación de crisis económica y social con sus convulsiones, eso dejaba en el aire a una monarquía ya debilitada por sus propios errores. El primer problema de España, superponiéndose a la crisis económica, es hoy el Gobierno: no lo hay. Pero la cosa es peor, en el lugar del Gobierno no hay un vacío sino un agujero negro que traga todo lo que lo rodea.
Desde la publicación de la contabilidad paralela del PP hemos entrado en una fase completamente nueva, la sociedad española tiene delante una evidencia y no puede hacer como que la ignora: hay serios indicios de que el partido se financió ilegalmente y, lo que hoy nos resulta más ofensivo que antes de la crisis, sus dirigentes han sido acusados de cobrar sumas de dinero negro sistemáticamente. La deslegitimación de Hacienda es absoluta, si lo que parece evidente se confirma el daño que le habrán hecho a la cultura cívica y al Estado es incalculable. La sociedad contemplará a un partido y a una Administración ocupada por personas que saltaban la ley para forrarse mientras los demás pagaban los impuestos. Unos mentían y se reían y otros pagaban. Pero si es cierto más vale conocerlo de una vez y empezar de nuevo.
Por otro lado, esos ingresos secretos e ilegales a un partido que gobierna en muchas comunidades, ayuntamientos y ahora el Gobierno nos hacen conjeturar que es muy probable que se hayan cometido cohechos de forma sistemática todos esos años. Tontos no somos del todo. En realidad, a buena parte de la sociedad eso no lo perturba pues cuenta con que los políticos son personas como ellos y roban como robarían ellos si estuviesen en su lugar, pero una cosa es eso y otra cosa es la situación actual: le piden a la gente que sea idiota, le piden que les crean lo increíble. En este momento creer esas explicaciones es declararse loco y es mucho pedirle a la gente.
Pedirle, además, que se tape los ojos ante la implicación del presidente del Gobierno en el manejo, nada menos. De entre los procesos judiciales en marcha que afectan a este gobierno el de Ana Mato es el colmo de la desvergüenza, pero hay dos gravísimos: el ministro de Economía llamado a declarar como testigo en un caso por fraude, el caso Bankia, y el presidente mismo por la trama que muestra el cuaderno del tesorero de su partido. Y nadie dimite. Aquí ya todo nos va pareciendo normal pero por ahí fuera están con la boca abierta. Y ante algo tan grave el Presidente cree que ni siquiera tiene que darle explicaciones a la ciudadanía y así, en vez de comparecer ante los periodistas o en el parlamento, se encierra en la sede de su partido rodeado de sus fieles y les habla a ellos. Para no creer. Decir que es un gobierno que ignora lo que es la democracia y que le falta al respeto a los ciudadanos es poco. Lo que Rajoy nos dice hablándole únicamente a los suyos es que es el presidente de su partido, de una facción, pero que en cambio no es el presidente del gobierno. Ese asiento, el de quien debe dar cuentas a la ciudadanía, estuvo y sigue vacío.
El partido y el Gobierno están abrazados en una misma caída, Rajoy y Cospedal ya han culpado a todos. Es una “conspiración” y es “acoso”, dicen. ¿Alguien le colocó veintidós millones de euros o más e uno o más paraísos fiscales al tesorero durante veinte años del PP? ¿Alguien le obligó a Montoro a decretar esa amnistía fiscal que blanqueaba el dinero del tesorero? ¿Alguien falsificó toda una contabilidad paralela durante veinte años falsificando la letra del tesorero? Puede ser, pero si esas cosas y otras son ciertas entonces sí que hay una conspiración, alguno de todos los agentes señalados por presidente y secretaria del partido será el verdadero: jueces, fiscales, la policía, la banca suiza, los demás partidos, la prensa española e internacional...Pero todos a la vez será mucho. Ya podemos olvidar las actuaciones, más alucinantes que sorprendentes, del ministro de Interior, de Defensa, de Hacienda, de Economía, de Educación, de Sanidad, de Trabajo..., todo eso junto no pesa lo que pesa la actual deslegitimación de la presidencia.
Pero el agujero negro absorbe la luz y extiende oscuridad, lo que va a ocurrir inmediatamente es un salpicar porquería en todas direcciones. La porquería nos manchará a todos, más mierda sobre el país, en los próximos días empezarán a aparecer noticias de escándalos o corruptelas de los socialistas o de otros partidos. Dada la actitud y la estrategia que han tomado ante su problema, que hacen que sea de todos, lo negarán todo. El único modo de desviar las miradas es lanzar porquería sobre los demás. Si no hay dimisiones, empezando por el presidente del Gobierno, las próximas semanas la vida pública española va a caer aún más en la miseria moral.
En realidad prácticamente nadie desea un cataclismo político, los desahuciados, parados y personas desesperadas por todo tipo de cosas desean soluciones a sus graves problemas y los que tienen trabajo pero padecen un encogimiento de sus expectativas y sus vidas desean que las cosas vuelvan a ser como antes. Y, sin embargo, primero la crisis y esta política y ahora la revelación de que el lugar del gobierno está vacío, un vacío que lo va tragando todo parece que nos arrastra a todos contra nuestra propia voluntad.
Ese vacío político se manifestó cada vez que el Presidente del Gobierno debería haber aparecido a dar cuentas a la ciudadanía en el parlamento o ante los periodistas, que son nuestros micrófonos, y no apareció. Algo asombroso. Pero a lo que no le encuentro explicación fue la ausencia del Gobierno en el funeral de un sargento muerto en Afganistán, al que asistió únicamente el ministro del ramo. Y me dirán que están ustedes contra la intervención en esa guerra o que era un soldado profesional y nadie le había obligado o que bastaba un ministro o que qué tiene eso que ver con ser o no ser un gobierno, pero a mí me parece que cuando un Estado y unos gobiernos envían a unas personas a matar y a morir en nombre de ese Estado hay que asumir la gravedad de esa decisión. Esa muerte es del Gobierno, gobierne quien gobierne. Como lo son los suicidados por desahucio o por la miseria y la desesperación, así de terrible es tener responsabilidades de gobierno. Pero eso había que saberlo antes de ocuparlo. Me pareció tan sorprendente e injustificable aquella ausencia que sólo puedo disculparlo comprendiendo que en vez de Gobierno hay un vacío político insuperable. Un Gobierno incapaz de asumir sus responsabilidades, que toma a distancia medidas que son implacables para la población pero incapaz de mirarle a la cara. Es más que incapacidad política, mucho más, es una irresponsabilidad absoluta.
Ahí no hay nadie.