Solo puede quedar uno
Entre la Puerta del Sol y la calle Génova hay 3 kilómetros de distancia que se pueden recorrer a pie en apenas 13 minutos pero que ni Ayuso ni Casado parecen dispuestos a atravesar para encontrarse. Lo que hay entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y el presidente del PP es una guerra indisimulada que ya solo puede acabar entre mal o muy mal para la familia de los populares. Y no solo porque la relación entre ambos jamás volverá a ser la misma, sino porque de este lance de política no precisamente para adultos, uno de los dos saldrá probablemente sin vida. Esto es, políticamente muerto
Ocurría en Los Inmortales, aquella cinta de los 80 en la que Christopher Lambert interpretaba a un escocés que resucitaba para formar parte de un limitado grupo de eternos que solo morían si uno de su misma especie les cortaba la cabeza y en la que en la lucha por la supervivencia solo podía quedar uno. Pasen, reserven sitio y estén atentos porque lo mismo pasará en el PP.
Ayuso se ha convertido en la peor de las pesadillas que Casado imaginó que pudiera tener nunca cuando tomó las riendas del partido por aquello de que le debía todo y porque la designó candidata a la Comunidad de Madrid en contra del criterio unánime del partido y, sin embargo, ahora se ha convertido en la mayor de sus críticos, en el nombre que envenena su sueños y en la máxima hacedora de su desgaste en los sondeos. Al menos, eso dicen las encuestas de los medios “amigos”.
Lo de la demoscopia, también es cierto, que va por barrios (o por presupuestos). Igual que lo de los grupos editoriales, donde gana siempre el que maneja los dineros, el que ostenta el poder institucional y el que reparte ayudas y subvenciones. Y en esto Casado va perdiendo por goleada frente a Ayuso, lo que le tiene seriamente inquieto e irritado. Ella se siente fuerte política, social y mediáticamente porque ha conseguido, además de un éxito electoral incontestable, que la prensa de derechas se alinee con sus posiciones hasta hacer una defensa numantina del personaje, de sus políticas y hasta de sus ocurrencias, y que al mismo tiempo Casado aparezca como alguien pequeñito incapaz de poner siquiera orden en su partido.
Nadie como la presidenta madrileña ha socavado tanto la autoridad del líder del PP ni causado mayor daño a un liderazgo que estaba aún por consolidar interna y externamente. Detrás de la controvertida fecha del congreso regional lo que subyace es una guerra que en lo geográfico va más allá de las lindes de la Comunidad de Madrid y en lo temporal, mucho más lejos del próximo junio, que es cuando Génova quiere que se celebre el cónclave madrileño.
La interna y en ocasiones adolescente discusión entre Casado y Ayuso por el control del PP madrileño es uno de esos culebrones mediáticos que ocupan espacio a diario en todos los informativos a pesar de que nada tiene que ver con la vida de los ciudadanos sean estos de Madrid, Sevilla o Lugo. Si Ayuso logra o no imponerse en esta batalla partidista, tendrá consecuencias en el reparto de poder orgánico, pero no en los problemas del país ni en si la derecha se acerca o se aleja de Vox, su principal competidor de bloque.
Que Génova no dará su brazo a torcer en lo que respecta al congreso de Madrid está tan claro como que desde la Puerta del Sol van a seguir dando la batalla por lo contrario y, por tanto, desestabilizando el liderazgo de un Casado cada vez más cuestionado entre las élites del país y más alejado de la construcción de una alternativa sólida al actual Gobierno de España.
Si como esgrimen desde Sol, Pablo Casado no necesita más que un escaño más de los que obtuvo hace dos años en las urnas para consolidar su posición interna y Ayuso no hará otra cosa que trabajar por ello, no se entiende tanto denuedo por airear a los cuatro vientos los panegíricos teledirigidos por sus adláteres en la prensa internacional para presentar a la presidenta regional como a la quintaesencia de la política planetaria. Y si en Génova no temieran que la baronesa esté en una operación para moverle la silla al presidente nacional tampoco se comprende el empeño en dar hilo a una cometa de la liga regional.
Cuesta entender cómo un debate tan corto de miras se perpetúa en el tiempo sin que el líder nacional sea capaz de dar un golpe en la mesa para acabar con semejante esperpento y bochorno público. Se llama falta de autoridad. Una ausencia de poderío que además va imponiendo en Casado un estilo zafio, hiperbólico y falaz en su manera de expresarse como jefe de la oposición, como bien demostró en su última intervención parlamentaria. Cuando esto acabe en junio, en la escena ya solo podrá quedar uno de los dos. Si Ayuso se hace con el liderazgo orgánico, pese a las reticencias de Génova, se creerá con la legitimidad de aspirar a más después de haber doblado el pulso y dejado tocado -quién sabe si ya hundido- a su presidente nacional. Si por el contrario, pierde el pugilato, la dirección nacional hará todo lo posible para apartarla incluso de la candidatura a la Comunidad. Y en ambos escenarios, el PP se habrá pegado un tiro en el pie del que en algún momento se arrepentirá. Disfruten del espectáculo…
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