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Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

Tiene razón Aznar: es la guerra nuclear

José María Aznar.

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Esto tenía que reventar por algún lado y estalló por donde el Partido Popular ha acumulado en los últimos tiempos una vasta experiencia: por un caso de presunta corrupción. Un contrato de 1,5 millones de euros para el suministro de mascarillas contra la Covid, en lo peor de la pandemia, que el gobierno de Ayuso adjudicó a dedo a una empresa vinculada con su hermano Tomás, y por el que este habría recibido una comisión de 283.000 euros.

No era la primera vez que Tomás Díaz Ayuso aparecía envuelto en adjudicaciones sospechosas en la Comunidad de Madrid. Por lo visto, tiene un talento especial para mejorar el volumen de contratación de empresas que cuentan con su participación o asesoría. Por ejemplo, entre septiembre de 2019 y marzo de 2020 la empresa Artesolar Iluminación SL obtuvo contratos a dedo por un total de 70.503 euros, en la que el hermanísimo figuraba con el rimbombante cargo de Project development manager. Sin embargo, a la dirección nacional del PP no parecían importarle demasiado las andanzas de Tomás hasta que la popular presidenta comenzó a desafiar abiertamente el poder de Génova. Era la guerra. Y en las guerras toda munición vale.

Por lo que va trascendiendo, la dirección nacional comenzó a interesarse en septiembre pasado por el contrato de 1,5 millones con Priviet Sportive SL, y mantuvo un par de encuentros con Ayuso para abordar el problema. Después de la convención de octubre, en que el PP proclamó su unidad a los cuatro vientos sin que muchos se tragaran el cuento, el secretario general del partido, García Egea, citó a la presidenta madrileña para comunicarle que el partido abría una investigación interna. A partir de ahí los acontecimientos se han salido de todo control, situación en la que tienen que ver no solo los desafíos de Ayuso a Casado, sino la crisis que afronta el partido tras las elecciones en Castilla y León y que ha hecho añicos la estrategia de la dirección nacional para llegar a la Moncloa. Al cierre de esta columna, la cosa iba ya en una denuncia de Ayuso contra Génova por un supuesto espionaje a su hermano y la apertura de un expediente contra la presidenta madrileña por “calumnias e insultos” que podrían desembocar en su expulsión del partido. Quizá la mejor descripción de la situación es la que ha hecho el expresidente Aznar, al afirmar que esta crisis es peor que la de Ucrania “porque en el PP hay armamento nuclear”. 

En medio de esta guerra, hay una pregunta que aún debe ser respondida desde Génova: ¿por qué la dirección del PP, si había detectado un presunto hecho delictivo en la contratación de las mascarillas, no puso la información en manos de la justicia? ¿Acaso preveía tratar un caso con evidentes ramificaciones penales como un “asunto interno” al modo en que la Iglesia ha abordado tradicionalmente las denuncias de pederastia? ¿Qué hizo el comité de ética del partido frente a las otras adjudicaciones de dudosa legalidad que el Gobierno madrileño habría hecho a empresas vinculadas con el diligente Tomás Díaz Ayuso? Lo que queda flotando en el ambiente es que el caso de Priviet Sportive SL ha saltado a la luz pública porque ya resultaba imposible cualquier intento por llegar a un acuerdo entre manteles. Y los resultados de las elecciones castellanoleonesas habían dejado a Casado en una situación extrema de debilidad que su archirrival madrileña estaba decidida a aprovechar para proyectar su liderazgo a un horizonte de ámbito nacional.

La crisis del PP es irreversible y se recrudecerá en las próximas horas. De este cataclismo solo habrá un sobreviviente: Casado o Ayuso. Ya no hay lugar para los dos. Ayuso parte con ventaja en este combate: en las elecciones de Madrid del año pasado logró una victoria arrolladora que la ha consagrado como uno de los pesos pesados del partido. Y ahora ha recibido el significativo apoyo del presidente gallego Núñez Feijóo, que seguramente precipitará los alineamientos en uno u otro bando. Lo que estamos viendo no es un súbito arrebato ético de la dirección nacional ante un presumible caso de corrupción. Eso no se lo creen ni ellos. El PSOE y Unidas Podemos han anunciado que llevarán el presunto hecho delictivo ante la Fiscalía, algo que debieron hacer los populares desde hace meses, y no solo con este, sino con otros casos que han implicado al hermano de Ayuso. Dejémonos de discursos de integridad y ética: a lo que estamos asistiendo es a la desintegración de un proyecto político errático, que ha jugado con el fuego de la extrema derecha y ha salido quemado.  Pronto sabremos si será más exacto decir calcinado. 

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