La regla ideológica
Alesse, Apri, Aranelle, Aviane, Enpresse, Estrostep, Lessina, Levlen, Levlite, Levora, Loestrin, Mircette, Natazia, Nordette, Ortho–Novum, Yasmin, Camila, Errin, Jolivette y Micronor, Diane 35, Microdiol, Suavuret, Gynovin, Minulet, Neogynona, Ovoplex, Liofora. Muchas mujeres se sienten familiarizadas con alguno de estos nombres. Todos son de píldoras anticonceptivas. Muchas de esas mujeres, además, la toman para evitar o paliar dolores menstruales. Porque lo más habitual cuando sientes dolor al menstruar es que el médico de cabecera o ginecólogo te la recete. La píldora es como MacGyver en términos de salud ginecólogica: tienes el problema que sea, la píldora lo soluciona. Es que sangro mucho, pues la píldora. Es que tengo el ciclo menstrual alterado, pues la píldora. Es que no puedo levantar de la cama del dolor, pues la píldora. Estamos a un paso de que nos receten la píldora para otras dolencias o incluso para que las recetas de cocina nos queden más sabrosas. ¿Has probado a echarle sal, eneldo y un poco de píldora?
Seguro que este dato le sorprende a algunos pero esa familiaridad pasmosa con el dolor menstrual, esa convivencia con la píldora u otros métodos anticonceptivos como único remedio posible, sin mayor investigación o pruebas específicas, no entienden de ideología. La dismenorrea, la endometriosis, los ovarios poliquísticos, no entienden de ideología. Cuando el endometrio crece fuera del útero, cuando se engrosa y sangra, no te pregunta antes si eres de izquierdas o de derechas, si eres más del PSOE o de Podemos, si te gusta o no Irene Montero, si en tu adolescencia coqueteaste con el marxismo, o si ahora te tientan las políticas de VOX. Tampoco te pregunta si eres más o menos mujer, simplemente el dolor, las náuseas, los mareos o las migrañas, aparecen y desaparecen una vez al mes. Y, por tanto, la baja laboral por reglas dolorosas afectará a todas las mujeres por igual, si un médico así lo acredita.
Lo cierto es que la menstruación no es debilitante para la mayoría de nosotras. Muchas –yo creo que las elegidas de Dios– ni la notan cuando les baja. Otras podemos sobrellevar las molestias consumiendo antiinflamatorios durante el primer y segundo día de regla. Pero para algunas mujeres el ciclo menstrual interfiere en sus vidas con la misma seguridad que lo hace una gripe fuerte, o incluso más. Por ejemplo, un 20% de las mujeres con endometriosis tiene que pasar por una Unidad de Dolor hospitalaria, según las cifras del Hospital Universitario La Paz. Un 20% de esas mujeres presenta un dolor visceral, neuropático e inflamatorio de muy difícil manejo.
Uno de los motivos que aducen aquellos que no ven necesario el cambio legal es que este desincentivará la contratación de mujeres. Con cualquier progreso social se activa en estas personas 'The desincentivator', una alarma que emite señales en rojo y advierte de los peligros de tal conquista. Cuidado, que los empresarios pueden verlo como un problema. Pero, ¿y si nos centramos en los derechos de los trabajadores en vez de en los empresarios, por variar? ¿Y si este cambio provoca una mayor productividad en las trabajadoras que la soliciten? Sin esa comprensión hacia los dolores menstruales, sin un sistema sólido que sostenga y garantice esas bajas, la mayoría de las mujeres con dolores incapacitantes seguirían optando por hincharse a medicamentos en el trabajo, ausentándose al baño cada poco tiempo, bajando su rendimiento; o, en última instancia, teniendo que acudir periódicamente al centro de salud para solicitar una baja para, en algunos casos, ni conseguirla.
Pero, más allá de eso, esta medida representa la capacidad de hablar abiertamente sobre salud menstrual, que estos días se ha demostrado que sigue siendo un inmenso tabú de color rojo –bueno, o de color azul clarito como algunos anuncios de compresas–. Existe el convencimiento de que reconocer públicamente el dolor menstrual, hablar de él, o en adelante pedir una baja, hace y hará de las mujeres actuales unas criaturas débiles, enfermizas, vulnerables, controladas por sus hormonas, sin la fortaleza de las mujeres de antaño que tiraban de agallas para aguantar los calambres persistentes. Pero, en realidad, la verdadera debilidad es ocultar el dolor. La debilidad es seguir disfrazándolo de otras dolencias para poder ausentarse del trabajo. La debilidad es mostrarte en contra de un derecho laboral que puede ayudar a muchas mujeres, sencillamente porque a ti no te afecta.
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