Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Rocío Monasterio y su falta de educación (sexual)

Rocío Monasterio, presidenta de Vox en Madrid.

Violeta Assiego

Dice Audre Lorde que “no son nuestras diferencias lo que nos divide, sino la incapacidad para aceptar nuestras diferencias”. Y es, precisamente, esta incapacidad de aceptar las diferencias lo que se trata de evitar con los contenidos en diversidad sexual, de género y familiar que se imparten no en todos los centros educativos, a pesar de que las leyes que buscan y velan por el interés del menor exigen que este tipo de materias se vayan incorporando en las escuelas ante las cifras, preocupantes, del acoso hacia los que representan esa diferencia, entre estos los chavales y chavalas LGTBI.

Cuando Rocío Monasterio nació, en 1973, apenas hacía tres años que Carrero Blanco había sustituido la Ley de Vagos y Maleantes por otra, la Ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social. Con esta no solo permanecieron los preceptos dirigidos a perseguir y castigar cualquier práctica homosexual, sino que se incorporaron penas de hasta cinco años de cárcel o en un manicomio que curaran a estos presos, calificados como 'peligrosos' de su enfermedad. Mientras la líder de Vox crecía en Cuba, en España para los homosexuales no había perdón, solo 'curación' (aunque sea con electroshocks). Tanto fue así que con la Ley de Amnistía (1977) los presos políticos salieron de las cárceles, los homosexuales, no.

Desconozco si la candidata a presidir la Comunidad de Madrid estaba aquí ya con 5 años cuando el 26 de diciembre de 1978 los “actos de homosexualidad” dejaron de ser delito en España y el movimiento LGBTI se iba gestando tras haber salido a las calles en el 77 cuando demandaron que la Amnistía fuese también sexual. Así que no es nueva nuestra resistencia como colectivo, estamos curtidos de hacer frente a la homofobia y transfobia que Rocío Monasterio ostenta ahora con una retórica que distorsiona la verdad. Por eso hacen falta contenidos de diversidad sexual, de género y familiar.

'Enfermedad', 'peligro' y 'escándalo público' son los sinónimos que siguen activos en el imaginario y vocabulario de una mujer cuyo marco ideológico ha involucionado cuarenta años atrás en este y en muchos otros temas. En una proyección, entre freudiana y maquiavélica, acusa de adoctrinamiento a quienes divulgan información objetiva sobre una diversidad sexual a la que ella también pertenece porque la heterosexualidad y la cisexualidad (que se presume en su persona) forman parte de ese abanico se identidades, orientaciones y expresiones.

Pero es la violencia, la discriminación, el acoso en las escuelas o el rechazo familiar hacia las personas LGTBI (y estamos hablando de España) lo que hace necesario que se hable de diversidad en las escuelas, pero visto lo visto creo que habría que empezar por hablar a los adultos, en los centros de trabajo y en aquellos lugares donde aparecen esos comentarios, actitudes y prejuicios que siendo compatibles con la libertad de expresión, provocan mucho dolor, desgaste emocional y no pocas veces depresión. Es importante que la sociedad adulta empiece también a entender que no hay una única forma de ser hombre o de ser mujer, y que la diversidad sexual y de género es un tema de derechos e igualdad no una desviación de la norma cishetero.

Llama la atención como la ciencia, la medicina, las leyes, las sociedades y gran parte de las familias evolucionan para desenterrar prejuicios, mientras una minoría social (que no en influencia política) se resiste a tener que convivir e interactuar con esa diversidad. Muy poco conoce Rocío Monasterio lo que es la diversidad sexual, de género y familiar, y ella es el ejemplo perfecto de por qué es necesario que en las escuelas se hable a las niñas, niños y niñes de ello, porque el mundo está lleno de monasterios que prefieren vivir tras los muros antes que mostrar su debilidad y aprender del contacto directo con lo distinto, el diferente y el ajeno, con el mundo de la otredad.

El totalitarismo que la líder de Vox denuncia en el colectivo LGTBI (y también en el feminismo) es una proyección de la propia esencia de su partido. A Rocío Monasterio con el tema de la diversidad sexual, de género y familiar les pasa algo que el refranero español describiría muy bien: “cree el ladrón que todos son de su misma condición”. Piensan que todo el mundo adoctrina y controla las mentes y las vidas como hacen parte de las corrientes religiosas que ellos conocen bien. Lo que a ella le parece una perversión, no lo es. Lo que a ella le parece un peligro, no lo es. Lo que a ella le parece una imposición, no lo es. Al igual que tampoco destruyó la familia ni la sociedad el que se aprobase el matrimonio igualitario como anunciaron los del Foro de la Familia ni nos hemos casado con nuestros gatos, tal y como pronóstico Benigno Blanco. En la batalla de los relatos a los de Vox les da igual la verdad solo quieren crear el contexto de temor necesario como para que parezca verosímil el mayor de los disparates como que se está enseñando a los niños que la zoofilia también es diversidad sexual. Buen lío tienen en el partido de Abascal con las filias y las fobias, mientras tanto, lo que está claro es que les falta mucha educación, también sexual.

Etiquetas
stats