¿Tiene Sánchez algún plan en la cabeza?
Los últimos apuntes de la crónica nacional, los de este jueves y viernes sin ir más lejos, son inquietantes. Sobre todo porque no confirman nada, son meros guiños polisémicos, que podrían significar una cosa y su contraria. Y eso sugiere que podría ocurrir lo que fuera. Que Pablo Iglesias advierta que puede haber elecciones en febrero y que la portavoz Isabel Celaá reconozca que el Gobierno puede renunciar a presentar los presupuestos indica que lo que suponía que era un proyecto firme de no disolver las Cortes hasta pasado al menos un año puede ahora estar en cuestión. Pero también podrían ser meras fintas, tras de las cuales habría otras intenciones. No se sabe. Lo malo sería que tampoco lo supiera del todo Pedro Sánchez.
Hasta hace dos días y al menos sobre el papel las cosas parecían estar muy claras. El Gobierno estaba dispuesto a aguantar y creía que podía hacerlo. Porque, menos Ciudadanos, todos los demás partidos, incluidos los catalanes, querían que la convocatoria electoral se postergara todo lo posible. Y porque, partiendo de ese dato fundamental, el Gobierno iba a disponer de recursos políticos suficientes para aguantar. Sólo una moción de censura podría tumbarlo y Pedro Sánchez contaría con los votos suficientes, los mismos que le auparon al poder hace casi seis meses, para derrotarla.
Tampoco un eventual, y ahora casi seguro, fracaso de la iniciativa presupuestaria conjunta del PSOE y Unidos Podemos debería impedirlo. El Gobierno podría prorrogar los anteriores presupuestos y decretar las medidas más destacadas de su texto. Para eso sí que tendría mayoría suficiente.
¿Por qué ahora habrían surgido dudas sobre la viabilidad de ese camino? Y, antes que eso, ¿de verdad existen esas dudas o quienes las han sugerido lo único que pretenden es reforzar la idea de aguantar? Y hacerlo alzando frente a los partidos catalanes el espantajo de la vuelta de la derecha al poder antes de las municipales y autonómicas.
No hay elementos que permitan desechar esa segunda hipótesis. Con su advertencia Pablo Iglesias podría haber únicamente lanzado un mensaje a los independentistas en el sentido de que sería suya la culpa de que en breve hubiera un gobierno del PP y Ciudadanos, o al revés. Porque el líder de Podemos está aún más interesado que el del PSOE en que haya nuevos presupuestos. Su pacto con Pedro Sánchez le ha dado un espacio de acción política protagonista que está utilizando muy eficazmente y sin el cual se quedaría un tanto colgado de la brocha.
También hay quien dice que lo que pretende Pablo Iglesias es presionar a Sánchez para que ponga más carne en el asador para convencer a los catalanes. Para que abra vías a fin de que el proceso contra los líderes independentistas no termine en el horror que ahora mismo parece inevitable. No son pocos los que piensan que el gobierno ya puede hacer poco al respecto. Otros, por el contrario, creen que hasta que no acabe el juicio existen posibilidades de revertir su signo o cuando menos de paliarlo significativamente. Y que Sánchez también puede jugar la carta de un futuro indulto en una negociación a fondo con Torra y ERC.
Es imposible prever nada al respecto. Que cada cual opine lo que crea según su estado de ánimo y la fortaleza de sus esperanzas. Lo que sí cabe es una pregunta: ¿la advertencia de Pablo Iglesias es también una amenaza? ¿la de dejar sólo al PSOE en el Congreso en el caso de que el gobierno renunciara a presentar el presupuesto conjunto?
La afirmación del líder del Podemos de que su partido apoyará, en todo caso, la convalidación de los decretos-ley con los que el gobierno aprobará las medidas más destacadas de su pacto debería aclarar cualquier duda al respecto. Y confirmar que hoy por hoy Iglesias no quiere romper la unidad de izquierda. Pero esa idea podría perder su validez en un futuro. Que podría no estar tan lejos a la vista de la velocidad a la que se producen los acontecimientos en el inestable escenario político español.
Los resultados electorales en Andalucía y su posterior traducción en la composición del futuro gobierno de la región podrían influir mucho en esa decisión. Si dentro de un mes o mes y medio lo que se perfila en Sevilla es un ejecutivo regional de coalición entre el PSOE y Ciudadanos, una posibilidad que sigue siendo real, el Pablo Iglesias que aspira a ser miembro del gobierno español tras las generales podría optar por romper la baraja.
Por tanto incertidumbre hasta que no pase algo que aclare las cosas. Lo sorprendente es que el Gobierno, por boca de su portavoz, se haya decidido a hacerla aún más espesa. Decir que puede que no presente un nuevo presupuesto puede ser una manera de contraatacar a las advertencias de Pablo Iglesias. O simplemente reconocer que a la vista de que ese presupuesto no va a contar con apoyos suficientes no le conviene una derrota parlamentaria.
Y ahí surgen nuevas preguntas. Una: ¿por qué hasta ayer mismo Sánchez ha afirmado que sí presentaría el texto del acuerdo entre el PSOE y Podemos? Dos: ¿por qué se ha empeñado durante meses en sugerir que un acuerdo los partidos catalanes sobre el presupuesto era posible si tenía que saber desde hace ya bastante que con el juicio por delante éstos no iban a aceptarlo y menos a la vista dela posición de la abogacía del Estado al respecto? Y tres: ¿tiene Sánchez algún plan en la cabeza para aguantar en el poder un año más o se limita a actuar según las circunstancias y sus humores de cada día?