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Si no pasa nada, pasa todo

Imagen de archivo de la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso y su jefe de Gabinete, Miguel Ángel Rodríguez. -EFE/Kiko Huesca

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"Sus ataques son estratégicos, diseñados para socavar la confianza en las informaciones y suscitar dudas sobre hechos verificables"

David Kaye

Lo del jefe de Gabinete de la Presidenta de la Comunidad de Madrid con este diario no puede quedar en nada. Recuerdo el título largo porque con eso de llamarle MAR parece que hablamos de un pillo de barra que larga bulos y reparte amenazas de forma privada sin consecuencias. Es un señor con categoría de director general del que depende todo un cúmulo de funciones y que no tiene amigos cuando habla como tal. Puede darse incluso el caso de que no tenga amigos nunca, no lo desestimen. Desde luego no en los chats de periodistas, ni cuando se comunica con miembros de la profesión por mucho que haga años que los conoce o los putea. El cargo no se quita y se pone como un pijama. A la hora que sea, en el despacho que sea, en el reservado de turno o en la barra que toque, Miguel Ángel Rodríguez no deja de ser el todopoderoso jefe de Gabinete de la Presidenta, incluso es posible que algo más que eso. 

No puede quedar en nada su manifestado deseo de dejarnos sin trabajo a cientos de personas, su amenaza de hacer cerrar un medio de comunicación dejando huérfanos a miles de ciudadanos de una información que demandan y por la que pagan. Libertad para los bares, silencio para las plumas. Es un manifiesto abuso de autoridad verbalizar que sólo los medios que tú consientes, a los que no trituras, pueden existir. Tan palmario como hacer que los que comen en su mano publiquen calumnias que inventa para desacreditarlos. Rodríguez ejemplifica la tendencia iliberal de gobiernos irritables que se sienten con derecho a atemorizar a los periodistas cuando no les gusta que asuman su papel de vigilancia de la honestidad y la transparencia de los gobernantes. En los tiempos que corren saben, además, que cuentan con el apoyo de cierto tipo de público, su público, para ejercer este matonismo antidemocrático. De Estados Unidos al continente pasando por nuestro país, los ejemplos suben de temperatura sin que suceda nada. 

Podemos bromear y echarnos al saco de los gajes del oficio tales atentados contra la libertad de prensa, puedo hacer bromas con la capucha que me he tenido que poner para escribir esta columna que da calor, pero eso no le quita hierro al hecho cierto de que hay políticos no ya favoreciendo a los medios que les apoyan con dinero que sale de nuestros bolsillos sino amenazando a las claras a los que controlan sus acciones mediante el ejercicio democrático del periodismo. Aún recuerdo el día en el que Nacho Escolar me propuso colaborar en su recién arrancado diario, estábamos entre bambalinas de un programa matinal de televisión. Periodismo a pesar de todo, le dije, suena muy bien como lema. No pensábamos hace más de una década que algún día un cargo público tuviera el cuajo de decir en voz alta que nos iba a triturar. No lo va a conseguir. No ha nacido el babieca que consiga que los periodistas de raza dejen de serlo. 

Lo grave de las amenazas y los bulos calumniosos de este tipo, que además se tiene por afinado estratega, lo grave, digo, tiene que ver con los propios ciudadanos y con la falta de calidad democrática que aceptemos tener. No es ya que sepamos sotto voce que anda por ahí jodiendo empleos y carreras sino que se lo hemos leído. No se trata de que imaginemos que intoxica a los obedientes y los utiliza como peones de su aparentemente triunfal juego sino que se lo hemos oído confesar. ¿Puede hacer esto un funcionario público? ¿Puede amedrentar periodistas y difamarlos el jefe del gabinete de la presidenta de todos los madrileños? ¿Puede comprar espacios para sus mentiras con el dinero que yo misma y todos los periodistas de este diario pagamos? Insisto en que se trata de un cargo público mermando el ecosistema informativo, introduciendo bulos en el mismo y pretendiendo que en la libertad de prensa solo tienen cabida los que hacen lo que él quiere que, desde luego, no es descubrir la corrupción y la falta de transparencia. Eso afecta a la democracia, al control informal que en ella ejerce la prensa; afecta a los ciudadanos a los que restringe su derecho de elección; afecta a la libertad de empresa y afecta a la formación de una opinión pública libre e informada que es primordial para las elecciones libres. 

Si no pasa nada, pasa todo. Si no tiene consecuencias, es que las consecuencias en nuestra democracia son irreversibles. Si todos los periodistas de este país no se dan cuenta de que aplaudir esto es tanto como abrir la puerta para que les hagan lo mismo es que no son periodistas sino suicidas. A estos colegas quiero dirigirles una última reflexión, a los que nos han enseñado también sus miserias al repetir acríticamente y sin comprobación lo que les dijo la voz de su amo: estáis profesionalmente muertos. No recordáis lo que significa ser periodistas. No recordáis la premisa más esencial que consiste en desconfiar del poder. Si no os mata el de la barba lo harán otros. El que no está acostumbrado a luchar por la verdad, le cueste lo que le cueste, no lo hará ni cuando la falsedad afecta a otros ni cuando llega su propia ejecución. 

Si no pasa nada, si este tipo no dimite o lo cesa inmediatamente su jefa, pasa todo. Pasa que se abre el campo para que la presión política y las coacciones a la prensa libre sean dentro de poco el pan nuestro de cada día. Si el tal MAR se lo puede permitir ¿qué no harán los que estén más alto? 

Si no pasa nada, pasa todo, vale todo, llegará todo.

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