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El silencio de los corderos

Martínez-Almeida, Aznar, Casado, Díaz Ayuso y García Egea.

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Hace un par de meses, camino del dentista, me crucé por la calle de Madrid con Teodoro García Egea. Iba vestido de temporada 2021/2022 de Sesión de Control al Gobierno, con un traje azul marino y corbata morada, look impoluto como para recibir una tanda de datos de Yolanda Díaz. Fue como ver un fantasma. Tanto que estuve a punto de dibujar un circulo en el suelo y meterme dentro boca abajo, que es lo que se supone que hay que hacer en Galicia si te cruzas con la procesión de ánimas de la Santa Compaña.

Teodoro está ahora “volcado en su vida profesional”, una de esas expresiones eufemísticas que se utilizan cuando no quieres —o, mejor dicho, no quieren— que hables de tu vida personal. El 7 de marzo publica libro, pero no de memorias, sino de criptomonedas. Criptoeconomía, más allá del bitcoin: oportunidades del nuevo sistema financiero’ (Lid Editorial), se llama la obra. Habrá que leer entre líneas y blockchains.

También Pablo Casado está volcado en su nueva etapa laboral en el sector privado como captador de inversiones para un fondo de tecnología y defensa. Al ex líder popular me lo he llegado a imaginar como el personaje del libro Los Asquerosos de Santiago Lorenzo: un Robinson Crusoe castizo sometido a un destierro forzado en algún pueblo de la España vaciada, alimentándose de hierbajos y de una compra de Lidl que le envía Teodoro esporádicamente, incomunicado del mundo.

Los mensajes del chat del Comité de Dirección del PP los días previos a la traición, publicados recientemente por El País, demuestran que a Casado el destierro le llegó súbito y espléndido, sin matices. “Enhorabuena, presidente. Sinceridad y verdad. Ese es el camino”, “Gran entrevista. Con claridad, seriedad y verdad”, le decían mientras le amortajaban. Cuando te elogian en un chat grupal de Whatsapp pero te dejan en visto en privado, o te derivan a buzón de voz en las llamadas, comienza a sospechar de que te están enterrando entre aplausos.

La pasada semana, en el primer aniversario del golpe palaciego, Casado comió con Alberto Núñez Feijóo y ambos descartaron su “rehabilitación” en la vida política, incompatible con el sector privado en el que ahora trabaja (siendo “sector privado” una metáfora de Ayuso). Tan descartada está su rehabilitación política que ni siquiera estuvo en los fastos cumpleañeros de José María Aznar del fin de semana, donde sí se dejaron ver otros cargos importantes del presente y el pasado del partido. Allí, por supuesto, bien arropada, estaba Isabel Díaz Ayuso, que se ha mantenido en silencio sobre el aniversario de su consumada venganza; algo extraordinario —el silencio— porque otra cosa no, pero Ayuso habla bastante.

Quiere el nuevo PP ofrecer una imagen de mayor moderación y entendimiento, estimulando la empatía entre unos y otros, en uno de esos casos de regeneración política espontánea analizables por Nature. Ya nadie se acuerda de Casado y Egea, de quienes se agradece su más valiosa aportación política hasta el momento: su impagable silencio. Pero ahí sigue, un año después, esculpido en mármol, el tuit que recuerda de dónde viene todo y a donde quizá va, el tuit de la cuenta oficial del PP reproduciendo una de las frases de la entrevista de Pablo Casado en la Cope, el 18 de febrero del 2022, a las 9:39 de la mañana: “La cuestión es si es entendible que el 1 de abril, cuando morían en España 700 personas, se puede contratar con tu hermana y recibir 286.000 euros de beneficio por vender mascarillas”.

Si algo ha dejado el expediente Casado es una valiosa lección: en política nadie, absolutamente nadie, es intocable. Ni siquiera Ayuso, aunque no se lo crea.

 

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