Sufrimos escasez de miras
Últimamente pienso que tenemos una especie de ceguera social o escasez de miras. Estamos tan enfocados en nuestro ombligo que lo que pasa ya no solo en el mundo sino en Europa mismo, lo vemos ajeno. De alguna forma creo que sentimos que no nos va a afectar. Que hasta que no lo tengamos encima, si no lo veo, no existe.
Dice el muy sabio refranero español que “cuando las barbas del vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar”. Y yo me pregunto: ¿quiénes consideramos que son nuestros vecinos? ¿A quién le tiene que pasar qué, para que en España consideremos que tengamos que poner nuestras barbas en remojo? Escribo este artículo a 28 de octubre. El día anterior se tumbó en Italia el proyecto de ley Ddl Zan contra la homofobia y misoginia, y en el Congreso se celebró gritando y vitoreando. Argumentaban cosas como: que iba en contra de la libertad de expresión (¿la libertad de expresar que eres un maricón de mierda?) o que iba en contra de los valores tradicionales (¿hola? En la Grecia clásica de la que el Imperio Romano copió todo me da a mí que muy heteros no eran). Llevo un rato mirando los principales periódicos españoles para ver si hay alguna noticia en portada… No hay nada. Y un día o dos en tiempos de la información instantánea, es una eternidad. Y porque ahora estoy de detox televisivo, pero si no está en internet, no estará en la TV. ¿Acaso creemos que no nos incumbe o que en España no hay homofobia? ¿Que informar sobre la homofobia no da clicks? ¿Que Italia está muy lejos y eso no va a pasar en España? O viendo el panorama con la ultraderecha aquí, igual es todo lo contrario, que abiertamente lo admitimos, que interesarnos, nos interesa más bien poco que se criminalicen los actos homófobos y los actos discriminatorios contra personas por su género, orientación sexual o identidad de género. O simplemente no nos interesa sin más. El silencio también habla en estos casos.
En este caso, ¿tampoco consideramos Italia nuestro país vecino? ¿Dónde está la línea del contexto único de cada país a un evento exportable que puede influirnos aquí también?
Como sabemos (y estamos viviendo), Europa está teniendo un problema de escasez energética generalizado. Y además, para añadirle la guinda apocalíptica pandémica, ahora en todas las noticias están dando bombo al apagón mundial de duración indeterminada que ha prevenido el gobierno de Austria. (Y yo, que soy por defecto una angustiada, me pregunto dónde guardar alimentos no perecederos o si no es mejor retirarme a vivir al campo para siempre). ¿Vamos a entrar ya en la era Mad Max? Porque yo no estoy preparada.
Quizás vemos con incredulidad esta situación, ya que no es propia del primer mundo la escasez. Eso de los apagones pasa en otros países pobres, como Irak o Venezuela con Chávez, pero aquí en el primer mundo no, aquí en España no. La última vez que pensamos así, que España estaba muy lejos, que solo era una gripe y que eso solo pasaba en China, vino una pandemia del copón y nadie estaba preparado. (Ojo, no digo que vaya a pasar el apagón mundial apocalíptico, pero por poder… puede). A todo esto, China también tiene pobreza de combustibles fósiles y esto también nos repercute. Europa fabrica en China, y si China no puede fabricar, pues en Europa no tendremos regalitos de Navidad, de hecho, dicen que compremos ya los regalos (¿y congelados también? que con la energía no se sabe) ya que estas navidades habrá escasez.
Quizás pensemos que la globalización es un invento nuevo, surgido en el llamado “mundo moderno”. Pero no lo es. Los humanos viajamos y nos movemos desde que el mundo es mundo, empezamos siendo migrantes, siendo cazadores recolectores. Tanto las pandemias, como las materias primas o las festividades (ahora que viene Halloween) han viajado desde tiempos inmemoriales de un lado terráqueo a otro y de una cultura a otra. Estamos todos conectados lo creamos o no, y somos todos vecinos, lo queramos o no.
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