Los supervivientes del racismo
Hace 25 años Lucrecia Pérez fue tiroteada por cuatro personas en Aravaca. Un asesinato racista más que la historia se encargó de situar como el primero por este motivo en España. El relato de que fue el primer asesinato racista en España es un ejemplo de cómo la Historia siempre está escrita por los vencedores y nunca por los vencidos. Cualquiera de las comunidades racializadas en España podría enumerar a seres queridos a los que quitaron la vida por su color de piel, etnia u origen antes de Lucrecía Pérez.
25 años después, los supervivientes del racismo vamos a formar parte de la Historia. De la que también es nuestra Historia. No como los vencidos ni vencedores, sino como sujetos políticos que solo queremos cargar con siglos de pasado colonialista y segregador para honrar la memoria de sus víctimas. Para construir un presente sin olvidar a quienes perdieron su vida por nosotros.
Somos los supervivientes del racismo, los que no queremos vivir más situaciones como la de Sofía, con más de la mitad de su vida aquí pero sin ser reconocida en España como ciudadana. No tener papeles impregna cada aspecto de su vida, hasta a la hora de disfrutar de un concierto en una discoteca.
Los supervivientes del racismo estamos hartos de historias de vida como la de Yos, una migrante transexual a la que la violencia atraviesa una y otra vez por su color de piel, su origen, su género y su sexualidad. Sobrevivir en ese contexto es una lucha constante y heroica, más aún cuando las estructuras de poder están diseñadas para acabar contigo una y otra vez.
Los supervivientes del racismo no estamos dispuestos a ver casos como el de Alima, una madre camerunesa con una hija autista que lucha cada día por sacar adelante a su familia. Su pequeña ONG para ayudar en África, que comprende las necesidades de quienes reciben la ayuda, no puede competir por unas subvenciones que acaparan las grandes organizaciones, nada dispuestas a cambiar su modelo de salvadores evolucionado del colonialismo.
Los supervivientes del racismo no soportamos que Eby tenga que apuntarse en una libreta todas las paradas racistas que sufre en la vía pública por parte de la policía. Un espacio común que se presupone de todos, pero que para algunos es otro lugar más de hostilidad.
Los supervivientes del racismo no lloraremos más muertes como la de Samba Martine, fallecida en un CIE en el que la asistencia sanitaria le fue negada sistemáticamente hasta perder la vida. El proceso judicial culpa al médico y a la enfermera, pero la asesinó el racismo de las instituciones españolas que crearon ese espacio de exclusión, sufrimiento y muerte.
Hoy el poder es blanco, al igual que está ocupado por hombres, por heterosexuales y por otras formas de superioridad social. Luchar por salir de una de estas opresiones debería ir de la mano de una lucha por liberar a quienes sufren todas las demás. Ninguno de estos movimientos podrá salir adelante sin unirse frente a todas las injusticias.
Por eso las comunidades migrantes y racializadas, las que sufrimos en nuestros cuerpos el racismo, nos hemos unido en torno al 12 de noviembre para construir una sociedad de la que formemos parte a todos los niveles sin excepción y en la que la población blanca sea consciente de su poder y conozca su papel en esta lucha. Una sociedad en la que dejemos de ser los supervivientes del racismo.