Nuestros temores de recesión global se van confirmando
Desde estas líneas hemos ido contracorriente sobre las previsiones económicas globales y de España. Cuando los economistas empezaban a rehacer sus predicciones al alza sobre la economía española, porque no entendieron el ciclo expansivo actual, es cuando avisamos de síntomas de desaceleración que, en el caso de ir acompañados de políticas económicas erróneas, nos llevarían indudablemente a una recesión global, de la que España difícilmente podrá librarse. Nos desviamos del consenso y anticipamos una recesión global en 2024-2025.
Las razones ya la saben ustedes, una irresponsable mezcla de políticas económicas restrictivas –monetaria y fiscal–, unida a una crisis de deuda privada en los países anglosajones. En base a ello, incluso, también desde estas líneas, avisamos a Pedro Sánchez de que, tras reunir los apoyos necesarios para su investidura, tan importante como elaborar el contrato con los ciudadanos será no dejar de mirar de reojo al BCE y a Bruselas, para, llegado el caso, mostrar su negativa a semejante mezcla distópica de políticas económicas. Pero para que la fiesta distópica alcanzara su cenit, faltaba ese ingrediente que aderezara y diera un sabor especial al coctel recesivo, el Leviatán de la banca sistémica occidental, del que hablamos en nuestro último post.
Si nos fijamos en nuestro relato, toda esta distopía es consecuencia exclusiva de enormes errores de política económica apoyados en una ortodoxia académica totalmente agotada, y que, dicho sea de paso, debería echarse a un lado. Tal como sostiene el premio nobel de economía, Paul Romer, en esa obra de arte titulada The Trouble with Macroeconomics, la Teoría Macroeconómica, en el momento actual, representada por la corriente dominante, no deja de ser una pseudociencia. Sin embargo, de manera incomprensible, sus defensores siguen ocupando la inmensa mayoría de puestos de relevancia en organismos gubernamentales y multilaterales. Recuerden nuestra tesis: si la ineficiencia económica perdura sine die lo único que nos está diciendo es que simplemente se están defendiendo ciertos intereses de clase.
Pero la inoperancia de la ortodoxia es mucho más profunda. En nombre del libre mercado y de la eficiencia, se derogó la Ley Glass-Steagall, que supuso un claro punto de inflexión en la historia de las instituciones financieras y las actividades que esta regulación limitaba antaño. La inestabilidad financiera, la fragilidad y las crisis bancarias volvieron a estar presentes en nuestro quehacer cotidiano. El problema de fondo es que el sistema bancario no es un mero intermediario, y su fragilidad importa y se irradia a la economía de manera exponencial. Los reguladores se olvidaron de que el objetivo fundamental del sistema bancario no es su rentabilidad, sino su estabilidad. ¿Y qué me dicen de la desregulación de los mercados derivados de materias primas, o la liberalización del sector eléctrico, o… que en nombre del libre mercado los gobiernos, espoleados por esa ortodoxia económica, implementaron? Ya lo saben, inflación, pero no de demanda, sino de desregulación, liberalización de monopolios naturales, y del aumento de poder de mercado empresarial.
Los últimos datos son claros: Europa se hunde, Estados Unidos cae, y Japón repunta
La semana pasada se publicaron los datos adelantados de agosto de los Indicadores de Actividad PMI de la Eurozona –con los detalles de Alemania y Francia–, Estados Unidos, y Japón. Se elabora a partir de la información aportada por los responsables de compras de empresas pertenecientes al sector manufacturero y de servicios. La conclusión es muy clara, y contundente. La actividad se hunde en Europa, cae en Estados Unidos, y repunta en Japón.
En el caso de Alemania, bajo la increíble inacción del actual ejecutivo, el dato adelantado del índice PMI compuesto –servicios e industria–, recoge que “la actividad empresarial alemana ha caído al ritmo más rápido desde mayo de 2020”, situándose en 44,7, frente a 48,5 de julio. Un valor inferior a 50 indica que hay más empresas, de servicios y/o manufactureras, en contracción que en expansión. Lo mismo sucede en la Eurozona, cuyo dato adelantado del índice PMI compuesto se redujo hasta 47 dese el nivel 48,6 previo, y cuyo informe reveló que “la actividad empresarial de la eurozona se contrajo a un ritmo acelerado en agosto, a medida que la desaceleración de la región se extendió más allá de la industria manufacturera a los servicios”. Europa se dirige a una recesión o, mejor dicho, a una estanflación, porque el desempleo aumentará bruscamente mientras que inflación continuará todavía en niveles elevados. Todo porque la política económica que está implementando llevará a los países a una recesión de manera deliberada e innecesaria. Lo mismo sucede en Reino Unido.
En el caso de Estados Unidos, el dato adelantado del índice PMI compuesto –servicios e industria–, recoge que “el sector privado estadounidense está casi estancado en medio de una nueva caída de la demanda ”, situándose en 50,4 frente a 52,0 de julio. Por el contrario, el dato de Japón refleja una imagen diferente a la europea, estadounidense o británica. El dato adelantado del índice PMI compuesto creció hasta 52,6 desde 52,2, lo que se debe a que “el crecimiento de la producción se acelera gracias a la sólida expansión del sector servicios.”
¿Por qué Japón crece, mientras Estados Unidos se desacelera, y Europa se hunde? Básicamente por aplicar una mezcla de políticas económicas diametralmente opuesta a la observada en estos lares. El Banco de Japón no está siguiendo la agenda marcada por el resto de los reguladores, lo que nos proporciona una comparación directa con el enfoque del consenso de la ortodoxia occidental. Japón experimentó todos los choques de oferta global que otras naciones soportaron y que generaron presiones inflacionarias. Sin embargo, el Banco de Japón no ha aumentado sus tipos de interés y ha mantenido la línea de controlar el rendimiento de los bonos del Gobierno japonés a 10 años. Pero a la vez que el Banco Central de Japón no subía tipos de interés, el Gobierno nipón flexibilizó aún más la política fiscal para hacer frente a la carestía de la vida, proporcionando transferencias fiscales a los hogares, y subsidios a las empresas como parte de un acuerdo para comprimir los márgenes de beneficio. Mientras en Japón repunta la actividad económica, moderándose a la vez la inflación, Europa se dirige a la estanflación. Japón simplemente está aplicando la Teoría Monetaria Moderna de la mano de uno de sus teóricos, el profesor australiano Bill Mitchell, asesor del gobierno nipón.
En occidente nos han estado engañando durante las últimas cuatro décadas sobre los objetivos de la política económica, lo que se ha traducido en ciertas distopías, que han devenido en un Totalitarismo Invertido “a lo Sheldon Wollin”. Y es que hasta el mismísimo Mario Draghi, poco antes de abandonar la presidencia del BCE, habló de la necesidad de explorar nuevas ideas como la Teoría Monetaria Moderna. Por cierto, ahora, Mario Draghi empieza a pedir estímulos económicos para Europa. ¡Tremendo!
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