El tercer negrito...
Five little soldier boys going in for law;
One got in chancery and then there were four
Parece evidente que en la oposición ha cundido la idea de que el Gobierno no soportaría una dimisión más. Aceptado que para conseguir un Watergate y cobrarte la cabeza principal hay que tener algo y que hacer periodismo de control del poder precisa de algo más que de montar unos titulares -ya saben, documentos, constataciones, realidades- han pensado que un tercer peón cobrado arrastraría todo consigo. Puede que no estén desencaminados, dado que la línea que marca la distancia entre ser consecuente y decente y asumir con ética costes políticos y ser responsable de un mal proceso de selección de tu gabinete no deja de estar ahí. Eso siempre y cuando no seas Esperanza Aguirre, que nunca supo nada de las ranas de su charca hedionda.
La presa que parece destacarse sobre el horizonte es la ministra de Justicia, Dolores Delgado, a la que algunos llevan intentando dar alguna dentellada desde el momento uno. Lo cierto es que no hay peor cuña que la de la misma madera y nombrar ministra a una fiscal dispuesta y currante pero que nunca se había postulado en las marismas del poder ha podido sentar regular a los que llevaban muchos años buscando algo. No hay que desestimar tampoco que, simplemente, haya quien piense que para que te gobierne un igual tu hubieras sido siempre una opción mejor. ¡A saber! Esas tiranteces de roce interno -el corporativismo en ciertas profesiones es de cara al exterior pero no rige de puertas para dentro y de eso los periodistas sabemos un rato también- han dejado paso a la posibilidad de unirse a ese empeño común de quitar de la circulación a un tercer negrito del Gabinete de Sánchez. No se trata tanto de controlar al poder o buscar sus tropelías sino de lograr el titular que mantenga viva la máquina del fango.
Así se consiguió ayer que la diputada María Jesús Bonilla pudiera soltarle tan fresca a la ministra en la sesión de control del Congreso: “Usted tendrá que dar explicaciones sobre el tema de la Audiencia Nacional. Usted está en una posición insostenible y tiene que dimitir”. ¿Y qué situación insostenible es esa? ¿Qué es lo de la Audiencia Nacional? Ahí es donde resulta útil que El Confidencial haya publicado una “exclusiva” en la que recoge una presunta filtración de un procedimiento secreto existente en la Audiencia Nacional sobre las relaciones de la ministra, el ex comisario Villarejo y una extradición que Villarejo presuntamente hubiera cobrado por evitar. Los nombres puestos así en fila parecen decir algo. Algo que al PP le permite clamar dimisión. Pero ¿qué dicen en realidad?
Desde ayer hay gente que me pregunta que qué pienso de todo esto. Lo cierto es que si uno conoce el funcionamiento interno de la Audiencia Nacional tiene que pensar en lo enloquecida que resulta la historia. Ni siquiera hablo de la trayectoria de honestidad de Delgado, que está ahí, sino de lo improbable de lo que sugieren. Lo que insinúa, que no dice, la filtración es que la entonces fiscal Lola Delgado habría participado en una red de corrupción judicial para evitar la extradición de un tipo llamado Pérez-Maura a Guatemala en connivencia con el comisario Villarejo. Esta extradición fue denegada por la Sección Cuarta de la Audiencia Nacional, efectivamente, entre otras razones porque Guatemala reclamaba a un nacional español y en el convenio de extradición no se reconoce la entrega de nacionales.
Según pretenden sugerir la fiscal Delgado, que puede que llegara a los postres de una comida en la que también estaba Villarejo, habría conseguido, de alguna manera, que otros compañeros suyos que llevaron el asunto -la Fiscalía de la AN ha dejado claro que ella ni lo tocó- hicieran lo que ella les dijera o bien que consiguió que sus jefes, con los que no puede decirse que la relación fuera fluida, como sabe todo el que conozca esa casa, forzaran a otros a informar según Delgado pretendía. Además, tras ello, hubiera sido preciso que Delgado consiguiera también que un tribunal de tres jueces encabezado por la magistrada Murillo hiciera también su santa voluntad. Es decir, que Delgado tras un postre se hubiera puesto en marcha para conseguir algo en lo que tuvieron que intervenir un follón de personas. También deja sobrevolar la nota publicada que la gran amistad de la ministra con Baltasar Garzón es decisiva en el panorama de sospechas. Hay que saber muy poco de la Audiencia Nacional para ignorar que los amigos que le quedan a Baltasar en aquella casa se cuentan con los dedos de una mano mientras que los enemigos servirían para montar un partido de fútbol con banquillo y todo.
De poco ha servido que la propia Fiscalía de la Audiencia Nacional -cuya honorabilidad queda en entredicho también con estos supuestos manejos- haya negado cualquier participación de Delgado en ese caso y poco les ha importado a los filtradores que para poner en aprietos a la dama deban echar una dosis de mierda más por encima de este órgano judicial. Así que como se verá, el fin justifica los medios. No sé que piensa hacer la Fiscalía de la AN ni si ha abierto ya un procedimiento de investigación para averiguar no ya quién quiere enmerdar a la ministra, que eso tal vez lo saben, sino quién ha filtrado una investigación secreta a la que sólo tienen acceso la Fiscalía de la AN, la Fiscalía Anticorrupción y el juez De Egea, junto con unos pocos policías.
Como digo no es el primer intento de darle un empujón a Delgado. El primero fue leve y en clave de colegueo y tuvo que ver con la interpretación de sus declaraciones tras la sentencia de La Manada. El segundo fue un embate de mayor consistencia que todavía colea levemente y fue la afirmación de que Delgado había querido dejar a la jurisdicción española a los pies de los caballos al no defender su indemnidad en Bruselas pagándole un abogado a Llarena. En realidad, tras estudiar el caso en el Ministerio y las circunstancias en las que se producía la petición, siempre se pensó en buscar abogados en Bélgica por si la demanda de Puigdemont contra el magistrado implicaba en algo a la jurisdicción española pero se valoró que no había que defender a Llarena si el pleito versaba exclusivamente sobre unas manifestaciones privadas suyas tras una conferencia pagada por BMW. Esta cuestión colea aún en forma de preguntas y peticiones que se están diluyendo ante la evidencia de que con eso no conseguirán matar ningún negrito. Los mismos fiscales conservadores que habían pedido a Segarra que exigiera documentación a Justicia para estudiar qué había pasado con esto se aquietaron el martes en el Consejo Fiscal cuando se decidió no hacerlo. Supongo que se considera ya caso amortizado.
En esa cuestión la posición de Moncloa no ayudó mucho, como no lo hizo con el asunto de las bombas de Robles, puesto que el viraje dejó un flanco descubierto. También sucedió en el caso del Ministerio de Defensa, tras una decisión que en realidad sólo pretendía ser consecuente con el acuerdo que el propio PSOE arrancó en septiembre del año pasado en la Comisión de Defensa del Congreso en la que se instaba al Gobierno del PP a denegar o revocar las autorizaciones de exportación de este tipo.
A Pedro Sánchez le quedan aún 15 negritos de su apuesta inicial y la conciencia de que aquellos que nunca asumieron ni aceptaron ninguna responsabilidad política van a intentar derribarlos aprovechando su compromiso con la honestidad. Y no creo que se detengan ante la ficción. No estaría mal que pusieran los pies en tierra.