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En tiempo de cambios: tomar las riendas

La delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, a su salida del Congreso de los Diputados tras el encarcelamiento del exjuez Alba, a 18 de octubre de 2022, en Madrid (España).
18 de octubre de 2022 22:35 h

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El siglo XX fue el de los grandes cambios que trajeron avances impensables poco tiempo atrás. El XXI está resultando una amalgama que fluye masivamente a través de los cauces abiertos por la investigación y no siempre para bien. Circundan a una ciudadanía sobrepasada por las novedades, golpeada por duros acontecimientos, desorientada incluso, que afronta de muy diversas formas el tiempo que le toca vivir. Todo empieza un día, en alguna parte.

Celebra el Partido Comunista Chino su Congreso y su líder, Xi Jinping, es presentado en informativos para el gran público como en un cuento del supervillano Fu Manchú, terror de occidente, aquel personaje creado por el escritor de novelas de misterio Sax Rohmer en 1913. Desde el racismo, la frivolidad y la ignorancia, origen de tantos desajustes. Sin informar con precisión.

A China le pasaron por alto sus graves violaciones de los Derechos Humanos cuando la Comunidad Internacional, Estados Unidos sobre todo, vio el filón que representaba para el consumo y la producción tan enorme y singular del país. No cambiaréis a China, China os cambiará a vosotros, se dijo en la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2008. Y así ha sido. Desde tres años antes incluso, cuando en 2005 entró en el Mercado Global con sus precios y el abaratamiento del mercado laboral que cambió radicalmente para el grueso de los trabajadores del mundo.

Dice Xi Jinping que no abandona el capitalismo (autoritario) –ése que les enseñó en vivo Milton Friedman- y que hay que relativizar los Derechos Humanos acorde con cada país. Pekín busca “un orden político internacional en el que derechos humanos y libertades individuales sean marginalizados o relativizados, en favor de un sistema centrado en la relación entre Estados, basado en el derecho de las naciones”, explica Andrea Rizzi en El País.

La verdad –y éste es uno de los cambios más trascendentales del momento- es que ni Rusia ni Ucrania respetan ya los Derechos Humanos y que, de la mano de EEUU, Europa habla por boca del Alto Representante de la política exterior y de seguridad de la UE, Josep Borrell, de una superioridad moral de la sociedad de este continente basada en esos valores que precisamente están traicionando.

En un clima tenso al límite, banalizando también la guerra y hasta el uso de armas nucleares, convive lo viejo con lo nuevo entre apreturas y abrazos liberadores. Los más torpes reivindican nostalgias de Mussolini en Italia o el Cid Campeador en España con disfraz de comercio –chino, casualmente-, pasados soñados y posiciones inamovibles.

Y para el conjunto de la población, cada día hallazgos que apenas da tiempo a digerir porque de inmediato llega otro y otro. Algunos resultan muy turbadores si transgreden reglas que pensábamos sólidas, los más van formando una cadena que ha cambiado la faz de esta civilización. Ya pasó. Siempre es un shock: pensemos en la transformación en su día de países agrarios en industrializados.

Se ha perfeccionado hoy el arte de la guerra al punto de disponer de drones y armas que buscan el objetivo sin desperdiciar el tiro. Las máquinas nos invaden, desde los teléfonos a los cajeros automáticos o aplicaciones de infinitas gestiones, que anulan el contacto humano. Ya crean hasta imágenes artísticas a demanda, con peticiones precisas. Se invaden terrenos como la propiedad intelectual. Van desapareciendo profesiones o viéndose obligadas a un reciclaje que no siempre parece positivo. Máquinas para crear, para pensar, para sentir, para aprender por sí mismas a hacerlo. A toda velocidad, aún no se asimila un cambio cuando otro lo tapa sin tiempo para asimilarlos.

Hay robots de impagable ayuda, soportes para andar, evitar trabajos pesados. En el lado opuesto, han creado por ejemplo hasta un robot barman que no solo prepara cócteles, también conversa con los clientes. Brillo se llama. Conversa con los clientes... un divertimento o no. Pocas imágenes más desoladoras si realmente se necesita hablar.

El trabajo que alimenta casa, comida, futuro… ya no sufre solo la precarización imbuida desde China y los países en desarrollo, ha llegado la uberización para establecerse. Sentados en un banco, con la moto o la bici al lado, aguardan hasta en un festivo que alguien pida un ¿inaplazable? cosmético de alguna cadena de ofertas. En Italia, hace unos días murió un 'rider' de Glovo mientras realizaba un pedido y al día siguiente fue despedido de manera automática por no culminar la entrega. La deshumanización de los algoritmos.

Grandes avances en medicina logran contener el cáncer y otras enfermedades de gran virulencia y abren vías al tratamiento de dolencias ahora incurables. Lo que no cambian son las necesidades indispensables cotidianas que han de cubrirse. Y piensas en el cuidado de la salud, en las curas, y te encuentras –como en la sanidad pública de Madrid- centros asistenciales sin médicos o urgencias por videoconferencia con algún medico saturado de trabajo. Igual montan cadenas como las de montaje para poner inyecciones en serie o extracciones para análisis. Hay que seguir limpiando casas, calles, hospitales, a personas dependientes, y pagarlo y que alcance el sueldo. Proveyendo estanterías de productos para la compra.

Todavía no se emplea la investigación en dar comida para todos, evitar las especulaciones y las mentiras, eso no. Tampoco es exactamente su misión. Hace muchos años trabajaban niños al margen de su edad voceando periódicos en la calle, ahora muchos mienten en línea con todos los avales del mercado. Y el presidente socialista de la Transición, Felipe González, dice que, si la gente se lo cree, eso es lo que vale, es democracia y da votos. Atentos a no confundir las guías.

En todo ese magma inmenso se desarrolla nuestra vida. El futuro siempre fue incierto, va en su naturaleza, es una página en blanco. A la que sin embargo se le pueden poner guías para lograr el mejor resultado. “Todo lo que sabemos hoy lo hemos construido en los últimos cien años y la mayoría en los últimos cincuenta”, explicaba el científico y ex presidente del CSIC Carlos Martínez Alonso en las presentaciones de aquel ensayo bestseller que fue Reacciona (Aguilar, 2011). “El conocimiento científico y tecnológico ha enviado al hombre a la Luna y lo ha traído de regreso. Ha erradicado enfermedades que eran letales y mataron a cientos de millones de personas. La gente vivía la mitad que ahora hace un siglo. Nos ha puesto en comunicación a unos con otros incluso a miles de kilómetros de distancia. ¿Y cómo? Subiéndonos a los hombros de los gigantes que nos han precedido, de Copérnico, de Darwin, de Newton, que fueron quienes interpretaron que el mundo se rige por leyes universales y que, superando los mitos, éramos capaces de construir un mundo mejor”. Añadamos a Marie Curie y tantas otras mujeres que trató de borrar la historia.  

El vértigo actual responde quizás a la dejación de tantas instituciones atrapadas por sucios intereses. A una sociedad utilizada, perdida, noqueada por golpes de entidad que no maneja. Y a la inmersión de los desestabilizadores entre ellos. Y al terrible sesgo de muchos medios, capaces de obviar o manipular noticias esenciales. La clave está, sin duda, en tomar las riendas, con coraje, siempre es ésa la clave. Sujetarlas fuerte en las turbulencias. Como Victoria Rosell. Este martes, el juez corrupto Salvador Alba, ha entrado en prisión tras resistirse casi un año, a cumplir 6 años de condena por conspirar contra ella para acabar con su carrera judicial y política. Ha sido una lucha tenaz, valiente, profundamente honesta, dolorosa, pero lo ha logrado. Para buena parte de los medios apenas ha sido noticia un hecho tan poco habitual, ni el viacrucis hasta lograr verlo entrar en la cárcel aun teniendo una sentencia rotunda. Al mismo tiempo, García Castellón, el juez de los oprobios, exonera a Esperanza Aguirre y procesa a Isabel Gallego, su jefa de prensa, quien lo recurre alegando que esos cometidos los realizaban Lucía Figar en Comunicación e Isabel Díaz Ayuso en Redes, a las que tampoco ha visto el juez.

Los cambios serán avances con una buena gestión; si no sirven, se desechan. Hay que volver a subirse a hombros de aquellos que han logrado el conocimiento y el progreso, seguir el ejemplo de quienes no cejan en que se cumpla la ley ante las injusticias, y dejar a los pies de los caballos, precisamente, a quienes obstaculizan el paso y enmarañan la percepción.

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