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La tragedia de vivir con escolta

El periodista Roberto Saviano, en una foto de archivo

Roberto Saviano

Vivir con escolta es una tragedia y, de los países occidentales, Italia es el que tiene el mayor número de periodistas en estas condiciones. Y la razón es que en Italia se encuentran las organizaciones criminales más poderosas y peligrosas del mundo.

A pesar de todo esto, el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, amenaza a los periodistas que viven con protección en lugar de intentar ayudarles.

El ministro del Interior me amenaza a mí, un escritor que desde hace 12 años vive con escolta. Escolta que no representa una medalla al valor, sino más bien la pérdida de la libertad a cambio de la posibilidad de seguir contando.

Sin embargo, el ministro de la Delincuencia me pone en el punto de mira y me devuelve al que siempre ha sido mi bando. Salvini ha elegido a sus enemigos, y sus enemigos son los últimos. Sus enemigos son los italianos del sur, italianos de quien no se ocupa ni se ocupará nunca. Sus enemigos son los africanos que viven y trabajan en Italia, los indios que viven y trabajan en Italia, los pakistaníes que viven y trabajan en Italia. Sus enemigos son chicos y chicas nacidos en Italia de padres extranjeros, que hablan italiano, “que aman en italiano”. Sus enemigos son los gitanos, todos los gitanos, tanto los extranjeros que pretende echar como los italianos que muy a su pesar se tendrán que quedar. Y entre todos ellos, entre los italianos olvidados por la política y las instituciones, entre los extranjeros puestos en el punto de mira, estoy yo.

Salvini, con sus amenazas, me ha devuelto a mi bando, me ha devuelto a los últimos. Soy uno de ellos, y a mucha honra.

Pero las palabras pesan, y las palabras del ministro de la Delincuencia, elegido en Rosarno (en la región de Calabria, al sur de Italia) con los votos de italianos que él no considera siquiera italianos, elegido con los votos de quienes mueren de 'ndrangheta, son palabras de mafioso.

Las mafias amenazan, y lo mismo hace Salvini.

El 17 de marzo Matteo Salvini celebró un mitin electoral en Rosarno (Calabria). Sentados en las primeras filas estaban miembros de la cosca Bellocco y familiares de los Pesce. ¿Y él qué hizo? Dijo: “¿Por qué es famosa Rosarno? Por sus barrios de chabolas ¡Y yo no quiero que haya esclavos!”. Claro, el problema de Rosarno son las chabolas, como si la explotación de los inmigrantes no fuera cosa de la 'ndrangheta.

Además, Salvini habla de dinero, quiere ahorrar reduciendo escoltas. ¿Y qué hay del dinero que la Liga Norte ha robado a los italianos con la gran estafa de los reembolsos electorales: casi 50 millones de euros? Por no hablar de las inversiones ilegales y a las relaciones turbias que la Liga Norte mantiene con la 'ndrangheta, o de las cuentas corrientes de la Liga que han sido intervenidas, o de la pléyade de sociedades y asociaciones que tuvieron que inventarse para poder recibir financiación, porque si entrase dinero en las cuentas de la Liga éste quedaría embargado de inmediato para pagar la deuda que la Liga de Salvini tiene con los italianos.

Hasta que el partido de Salvini devuelva todo lo que debe, él no puede hablar de dinero. No puede permitírselo.

Veo aparecer en las redes sociales etiquetas solidarias con mi situación, como #savianononsitocca. Os agradezco vuestro cariño, pero me gustaría que quedara claro que solo soy un simple medio que Salvini está utilizando para destruir el Estado de Derecho.

Me resultaría muy fácil hoy por hoy enfrentarme a él, pero no quiero hacerlo. No quiero tampoco poner la otra mejilla; no soy ni Cristo ni un cordero pascual ni busco el martirio, ¡olvidadlo!

Tampoco tengo miedo, y menos de Salvini. En todos estos años me he enfrentado a capos de los Casalesi, a mafiosos, a miembros de la 'ndrangheta, a narcos suramericanos… No me asusta un payaso que hasta hace pocos años tenía miedo incluso de viajar más al sur de la Línea Gótica.

Hoy tenemos que hablar y tenemos que dialogar, pero no con el payaso de Salvini, que quiere ganar amenazando mientras que nosotros queremos con-vencer dialogando.

Hoy tenemos que convencer a quienes no opinan como nosotros. El único dialogo posible es con los liguistas horrorizados por las palabras y acciones del ministro del Interior, con quien se ha presentado como candidato a las elecciones con Salvini, con quien ha firmado con Salvini un pacto de Gobierno.

Quitémosle al ministro del Interior, a este hombre sin escrúpulos, a este hombre cínico, la posibilidad de armar, literalmente, otras manos.

Quien calle ahora será culpable para siempre.

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