Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

El ultimátum de Cameron

Miguel Roig

¿Por qué Isabel II se tiró desde un helicóptero en compañía de James Bond sobre el estadio de Londres el día de la inauguración de los últimos Juegos Olímpicos? Por la sencilla razón de que el agente 007 es un héroe kitsch que en los días de la guerra fría prefería las tibias aguas del Caribe a la gris nieve soviética, y la reina ama el kitsch.

La versión americana de Bond es el agente de la CIA James Bourne que interpretó el actor Matt Damon. Tan fuerte ha sido el empeño que hasta las iniciales del nombre y el apellido del héroe estadounidense coinciden con las del agente 007. Pero las coincidencias terminan ahí, porque si bien, la finalidad de estas películas es el entretenimiento, Hollywood no renuncia a su cuota de realismo. Tanto un relato como el otro, el de Bond y el de Bourne, están estructurados como La Iliada, en un sinfín de luchas, una detrás de otra, mantenidas cuerpo a cuerpo. Pero mientras Bourne protagoniza tramas que no escapan al campo de lo posible, Bond roza la sombra de un Batman que bebe dry martinis.

La detención en el aeropuerto de Heathrow de David Miranda, compañero sentimental del periodista estadounidense Glenn Greenwald, quien trabaja en el caso del analista de inteligencia Edward Snowden, el cual ha filtrado los programas de espionaje y prácticas irregulares de la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana y que ha publicado el periódico británico The Guardian, es un capítulo más de una historia lleva a pensar que las películas de Jason Bourne podrían estar inspiradas en hechos reales a partir de los cuales se dispara la imaginación de los guionistas mientras que las de James Bond están inspiradas, entre otras fuentes, en una máxima de su creador, Ian Fleming: “¿Qué podría haber provechoso aquí, sin ninguna espía hermosa a la que hacer el amor?”.

La cuestión es que en el caso Snowden, las autoridades británicas alertaron a Estados Unidos que tenían en la lista de pasajeros en tránsito por Heathrow a David Miranda. La Casa Blanca, obviamente niega cualquier intervención pero el diputado tory David Davies confirmó que Downing Street estuvo al tanto de los acontecimientos en el aeropuerto londinense. O sea: David Cameron lo sabía. El caso es que Miranda fue retenido y amenazado con la cárcel si no cooperaba, le privaron del acceso de un intérprete y le arrebataron su ordenador portátil, dos llaves de memoria, un disco duro externo e incluso una consola de juegos. David Miranda no fue acusado en ningún momento de terrorismo o de asociación con terroristas: el objetivo de los siete agentes era intentar arrancarle las contraseñas de los aparatos electrónicos.

En El ultimátum de Bourne, tercera película de esta saga, se asiste a una escena rodada en la estación londinense de Waterloo. Se supone que en la estación, el agente Jason Bourne debe contactar con un periodista de The Guardian –también en el filme aparece el periódicoa quien le entregará una información que, de publicarse, pondría en riesgo la seguridad de Estados Unidos. Bourne tiene sus razones para enojarse con sus mandos y está dispuesto a traicionarles, pero la CIA no es ajena a este movimiento y va detrás de los pasos de su agente rebelde. Tan cerca llega que, sin que medie problema alguno, los servicios de inteligencia ingleses ponen a disposición de la CIA el circuito cerrado de televisión de Waterloo para que dirija la operación desde Nueva York. El periodista es asesinado en medio de la multitud, un ciudadano es confundido con un contacto de Bourne y por esa razón los agentes estadounidenses –no perder la perspectiva de que estamos en Inglaterra– le persiguen hasta un autobús en el que lo reducen y secuestran. Todo esto ocurre en un espacio público y los agentes se mueven entre los transeúntes con total soltura.

El ultimátum de Bourne es ficción. La retención de David Miranda, no. Las publicaciones que viene realizando The Guardian con las filtraciones de Edward Snowden, tampoco. Pero, parafraseando a Vargas Llosas, invita a reflexionar sobre la verdad de las mentiras.

¿Podría tirarse la reina desde un helicóptero con Jason Bourne? Claro que no. Pero si lo veis en el metro, cambiad de vagón.

Etiquetas
stats