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Si no vas a disparar, no saques la pistola

Sánchez pide "pasar ya de las palabras a los hechos" contra cambio climático

Antón Losada

No hay western o policíaco de referencia que no incluya esta frase en algún momento. Visto lo visto después de las elecciones de abril y mayo, no sería del todo disparatado sugerir que la política y muchos políticos españoles adoptaran también esa máxima como principio rector. Si funciona en los salones de Wichita o los bares de Chicago, no tiene por qué no servir para la Carrera de San Jerónimo o en los consistorios de Madrid o Barcelona.

El consejo responde a una lógica inapelable. La pistola es el último recurso. Una vez empuñada ya no hay vuelta atrás ni quedan más opciones por explorar. Si se desenfunda sin tener claro que se va a disparar y contra quién, pueden pasar dos cosas. La primera es matar a alguien por accidente, simplemente porque pasaba por allí o estaba en mal lugar en el peor momento; una desgracia pésima para el muerto y muy mala para la carrera política de quien haya disparado, pues la manera más segura de evitar que te mate a ti, también por accidente, consiste en alejarse lo más posible.

La segunda es que el asunto no pase del gesto dramático de desenfundar aunque sin disparar un solo tiro. Nadie muere, ni siquiera accidentalmente. Un resultado bueno para todos menos para quien haya desenfundado: los demás le pillan el farol y le pierden el respeto; ya dará igual las veces que amenace con disparar porque no tendrá efecto alguno sobre sus rivales.

Vox ha sacado el arma pero parece claro que no va a disparar porque solo puede pegarse tiros en el pie. Lo saben los populares y lo saben los naranjas. Permitir que siga gobernando Manuela Carmena o que llegue a gobernar Ángel Gabilondo era y es un suicidio para los de Santiago Abascal. Desenfundar para no disparar solo les va a servir para “balasear” su propia credibilidad. Si ya en Andalucía les tomaron más bien poco en serio, ahora puede acabar en despipote; tanto como ver a Rocío Monasterio firmando acuerdos secretos en papelitos o al siempre viril Ortega Smith suplicar un acuerdo a cambio de poner de alcalde a quien sea.

En el PSOE también les ha dado por sacar el arma, justo antes de la segunda ronda de contactos en la cumbre que tanto le gusta convocar al perfil presidencial de Pedro Sánchez. Además de crear un mal rollo innecesario la víspera de intentar que todo sea paz, amor y gobernabilidad, amenazar con una repetición electoral cuando no te has sentado ni a tomar café con uno solo de tus socios, preferentes o turistas, transmite desmesura en lugar de fortaleza, resulta increíble y no prepara el terreno para hablar de “gobierno de cooperación” al día siguiente. Solo podía acabar con que la derecha no lo tomase en serio y siguiera anotándose muescas en su revólver sin inmutarse: Madrid y Murcia, ya en el saco.

Si los socialistas creen que puede ganar otras elecciones con el relato lastimero de que todos los demás son muy malos porque no les han dejado gobernar, deberían pensar que, a lo peor, a muchos electores les puede dar por cavilar que, si ustedes no saben, mejor que pase otro que sí sepa cómo se hace para gobernar sin tener que convocar otras elecciones cuando ya has ganado unas. Cuando casi doblas al segundo, quien tiene que sumar los votos que faltan eres tú, no los demás. Es lo que tiene ganar las elecciones, que casi todo lo que pasa acaba siendo culpa tuya, gobiernes o no. Sánchez puede preguntarle a Mariano Rajoy si no me cree.

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