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No os vayáis sin haber luchado antes

Una foto que muestra a Fran López, que llegó a Brasil en 2011, procedente de Sevilla, para acabar ingeniería informática. / Efe

Suso de Toro

Este Gobierno y su ministro de Justicia dicen estar muy preocupados por los no nacidos pero es mentira, después de que han nacido y crecido hasta hacerse mozos los persiguen (“No nacidos”, si existís, casi mejor no vengáis mientras gobierne esta gente).

La altísima tasa de desempleo juvenil, alcanza en estos momentos el 60%, no es un dato estadístico más, es el levantamiento de acta de una catástrofe. Una catástrofe económica, demográfica y personal de millones de personas. Es una destrucción comparable a los efectos de una guerra, no hay duda de que en España se está viviendo una situación histórica como la que no habían vivido prácticamente las generaciones vivas.

Una situación así pediría que la política económica y social girase en torno de esa catástrofe y sus consecuencias pero no es así en absoluto. El Gobierno pasa de puntillas sobre el problema, se conforma con constatar las estadísticas de paro, y su lenguaje lógicamente es claro y brutal: la ministra supuestamente encargada de ese área prácticamente celebra la emigración de toda una generación sin trabajo refiriéndose a ella como “movilidad exterior” nacida del “espíritu aventurero” de los “emprendedores”, o sea los parados. No es una burla, es una inútil y absurda coartada ante ese grandísimo problema, en la práctica su política resulta una verdadera persecución de los jóvenes, ese problema molesto que aumenta la cifra del paro.

Si los parados jóvenes, los “emprendedores con espíritu aventurero” emigran, o sea “se movilizan exteriormente”, dejan de ser un problema nuestro y del Gobierno, pasan a ser un problema particular de cada uno. O sea, se les echa y se les abandona luego para que desaparezcan. Físicamente siguen existiendo, allí donde estén y donde sólo sepan de ellos sus familiares, pero al menos consiguen hacerlos desaparecer de las estadísticas y, ya puestos, de la Seguridad Social. La última medida que priva de cobertura a quienes estén tres meses ausentes, precisamente porque han sido expulsados, lo resume todo.

Como es algo inesperado, la sociedad española no había imaginado que volvería a afrontar opciones personales y como sociedad que ya se consideraban superadas, no hay tiempo para comprender las consecuencias de la emigración. No es el caso de Galicia, donde la emigración con sus consecuencias es un rasgo social y nacional y que ha originado una extensa reflexión sobre los aspectos positivos y negativos de la emigración. La emigración tiene un aspecto de triunfo y un aspecto de derrota. Emigrar puede ser un solución particular para los naturales de un país con tan graves problemas que no es capaz de alimentar a sus hijos, pero siempre es un desastre para esa sociedad que con ello incrementa gravemente sus problemas al perder generaciones de jóvenes. Al ser inesperada esta ola emigratoria no se comprende su gravedad, no sólo se marchan los que tienen más energías sino también los hijos que no podrán tener o que tendrán en otro lugar.

Pero en esta ocasión no se trata solamente de la pérdida incuantificable que la emigración supone para una sociedad, ni únicamente de las rupturas personales y contratiempos que padecen quienes emigran sino de algo nuevo: a diferencia de las generaciones anteriores que emigraron para mejorar su situación ahora emigran con la conciencia de que vivirán peor. Antes emigraban con una esperanza, ahora no. Los que marchan se llevan un sentimiento de haber sido traicionados, no era eso lo prometido y, lo que es peor, de impotencia. Se ven inermes y vencidos. Si no cambia la situación y no hay una reacción serán una generación amargada y triste.

Y es natural, pues una generación no es una clase social, están emigrando de diversas procedencias sociales, y porque toda generación es transitoria no tienen organizaciones propias que les permitan defender sus intereses comunes. Esa falta de organización hace que cada uno se vea solo y destinado a resolver su problema de un modo exclusivamente particular. Probablemente quienes ya han marchado y quienes se están viendo abocados a ello no encuentren trabajo en su país en los próximos tiempos, pero cada generación debe dejar su impronta en su país, tiene una tarea y si no la lleva a cabo no sólo la sociedad, también cada individuo pagará un precio. Esta generación se está viendo como expulsada, pero si así va a ser que al menos no lo sea sin lucha. La lucha por ganarnos la existencia es lo que nos da dignidad personal.

Mozos, mozas, puede que os venzan pero si no lucháis os quitarán mucho más que el derecho a vivir en vuestro propio país, algo más profundo y que afecta a la autoconfianza y la integridad. Si os vais, que sea sintiéndoos dueños de vosotros y libres.

Pacífica y democráticamente, pero también con la convicción de que tiene razón y de que debe exigir lo suyo, esta generación tiene la tarea de luchar por su supervivencia, aún sabiendo que puede perder. Pero aunque pierda no será una generación perdida para si misma.

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