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La vida es una tómbola y esta campaña, también

El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, durante el mitin que ofreció este domingo en Santa Cruz de Tenerife con motivo de las próximas elecciones del 28M.

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Que la vida es una tómbola, ya lo cantó Marisol, aunque no siempre sea de luz y de color. Que los políticos se acuerden en campaña electoral de las necesidades más acuciantes de los ciudadanos, tampoco es una novedad. Y que antes de votar, los electores seamos bombardeados con todo tipo de promesas está en el guion. 

Pedro Sánchez no usa el BOE ni más ni menos de lo que lo usaron otros presidentes de Gobierno en campaña electoral, si bien es verdad que en estos tiempos el grifo de los fondos europeos da para mucho más que en otras ocasiones. Tampoco es nuevo que el jefe del Ejecutivo y el líder de la oposición se entreguen en cuerpo y alma a unas elecciones en las que no son ellos los candidatos. ¡Qué diríamos si Sánchez y Feijóo no tuvieran agenda de campaña! 

A veces, nuestra memoria periodística es tan frágil que descubrimos que los políticos aspiran a revalidar el poder y que quienes no lo tienen hacen de todo por conquistarlo. Claro que entre los pliegues de la suya -la de los líderes de los partidos- unos esconden reproches hacia los otros que antaño vertieron ellos contra sus adversarios. Todo forma parte de la liturgia de la política. De las reglas no escritas que una ciudadanía cada vez menos exigente ha dado hace tiempo por descontadas. 

Y así llegamos a los prolegómenos de este 28M: la aprobación de la primera ley de vivienda de la democracia; la prohibición de la venta de parque público a los fondos buitres, el control de precios mediante medidas fiscales: las 183.000 viviendas sociales; los  acuerdos con entidades locales y financieras para acelerar la construcción de un parque público; los 4.000 millones del ICO para vivienda en alquiler; los 50.000 inmuebles del SAREB; los 20.000 pisos de nueva construcción en terrenos del Ministerio de Defensa; los créditos para costear hasta el 20% de la hipoteca de jóvenes y familias con hijos a cargo y con ingresos de hasta 37.800 euros anuales… 

Todo en dos semanas y sin haber empezado la campaña. ¿Alguien da más? Si el presidente del Gobierno mantiene ese ritmo de anuncios, para cuando los españoles votemos el último domingo de mayo habremos perdido la cuenta de los compromisos adquiridos. Si fuera por la palabra dada en todos estos años, el Senado sería una auténtica Cámara de representación territorial, la enseñanza de 0 a 3 años sería gratuita hace décadas, no habría listas de espera en la sanidad pública, las televisiones autonómicas no estarían sometidas a las directrices de los gobiernos de turno o el bilingüismo sería una realidad en todas las escuelas públicas. 

Si defraudar las expectativas electorales tuviera consecuencias, los políticos medirían mucho más sus palabras. Pero en España sale gratis. Quizá en parte porque el volumen de información al que estamos sometidos puede llegar a ser tan agotador que hay un momento en el que desconectamos. Lo vivimos durante la pandemia y también con la guerra de Putin. La sobrecarga informativa unas veces nos encoge  el corazón y otras, acaba por ser tan disuasoria que los ciudadanos prefieren taparse los oídos, desconectar del ruido y evadirse de lo que les dicen sus representantes públicos.

Que sí, que la vivienda es un problema para los jóvenes y para muchas familias está fuera de toda duda. Que la juventud española es de las que más tarda en abandonar el hogar familiar lo revelan además todas las estadísticas. De hecho, según datos de Eurostat, deciden abandonar la casa de sus padres casi a los 30 años, tres por encima de la media europea, que está en 26,5. Son hechos indubitables, pero esa apoteosis de millones, de viviendas y de anuncios, aun siendo positivas, pueden contribuir al descreimiento de la política si se convierten en una sobredosis de reclamos con los que conquistar el titular del día siguiente o fijar, como se dice ahora, el marco de la campaña.

Pedro Sánchez puede haber fijado con éxito el marco de esta campaña con la vivienda y las ayudas para los jóvenes, pero del mismo modo que al PP y a Feijóo no les será suficiente apelar al antisanchismo para conquistar La Moncloa, el PSOE debería plantearse la utilidad de una campaña convertida en una tómbola de compromisos electorales, porque la memoria del elector puede ser tan frágil como la de quienes orbitan en la política. Eso, por no hablar de que a quienes les prometen un alquiler asequible o una ayuda para la entrada de una vivienda se pueden preguntar por qué ahora, cuando la legislatura ya lleva tres años y medio, y no antes.

Lo poco agrada y lo mucho satura, más allá de que sean la honestidad y el grado de compromiso los que determinen que haya políticos que se tomen en serio sus compromisos.

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