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Vox trama un golpe al que no prestamos atención

Jorge Buxadé en la sede de Vox

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La izquierda, y los periodistas, no leen a los ultras. Existe una dinámica soberbia en el progresismo que los minusvalora creyendo que son la caricatura que asoma en Ferraz y que esa indigencia mental los caracteriza en su extensión, pero son mucho más y están tramando y conspirando mientras se les desprecia. Lo cierto es que el ruido con el que los ultras nos entretienen, el interno y el externo, las performances y peroratas, es solo una campaña de distracción para ocultar sus verdaderas intenciones. Su proyecto consiste en subvertir el orden constitucional y doblar la voluntad popular emanada de las urnas con todas las armas a su alcance y buscando aliados por ahora más timoratos para poder llevarlo a cabo. Que no lo consigan no significa que no lo estén intentando. La democracia debe protegerse. 

Primero atendamos al ruido, y después a los sables. Santiago Abascal está más débil que nunca. Este fin de semana se celebra la asamblea de la extrema derecha que realizará una proclamación por aclamación a Abascal evitando que se produzca ninguna votación que pueda poner en evidencia la disensión y la censura a su modo de actuar y su momento político. La asamblea, que estaba prevista para marzo, ha tenido que ser adelantada porque Abascal sabía que se estaba fraguando un golpe palaciego fomentado por Iván Espinosa de los Monteros y Javier Ortega Smith. Al falangista ya se le ha ganado comprando su voluntad incluyéndolo en la ejecutiva. La situación de Vox es tremendamente delicada por el escándalo, que aunque soterrado a nivel mediático, está latente, sobre el desvío de millones de euros de subvenciones del partido a la Fundación Disenso del partido que está controlada por Santiago Abascal, Julio Ariza y Kiko Méndez Monasterio. Una denuncia realizada por Macarena Olona y que por ahora nadie se ha atrevido a desmentirle. 

La situación interna es volcánica, y cuando eso ocurre el único camino de los partidos, a izquierda y derecha, es encastillarse y llevar a cabo la correspondiente purga interna. El ambiente intoxicado quedó en evidencia con los abucheos a Álvaro Díaz de Mella en la presentación de la candidatura en Galicia en presencia de Santiago Abascal. Un partido que no es capaz de juntar en un salón de una sala de fiestas a cien militantes sin que acaben insultándose es un fractal del total que ayuda a entender el entorno del partido posfascista. La salida de Iván Espinosa de los Monteros fue traumática, un antes y un después, porque era la figura con más preeminencia dentro de los círculos de poder que ocupa de manera exclusiva el PP. La degradación de Rocío Monasterio es otro de los síntomas del agotamiento de los materiales en el partido, la salida de su número dos, José Luis Bustamante, es la muestra de que al lado de Rocío Monasterio no hay futuro en Vox y que se la está arrinconando para que acabe por dejar la formación. No se confía en ella, para los de Abascal ya no es más que una potencial traidora y una quintacolumnista al servicio de quien ya se fue. 

El ruido ayuda a entender cómo engrasan los sables. La debilidad de Vox les hace ser más radicales en sus posicionamientos. Su concepción iliberal del poder les hace buscar todas las maneras posibles para atentar contra los valores democráticos y están transitando todas las posibilidades. La fuerza militar ya no la tienen, les queda la laxitud de la legalidad. Uno de esos intentos por violentar el orden constitucional es un peculiar asalto al Capitolio usando el Senado como fuerte desde el que operar contra la voluntad popular ensamblada en el Congreso y el Ejecutivo. El plan no es oculto, está a la vista de todos, escrito en sus documentos, pero no se le está prestando atención porque se asume que el Partido Popular se negará a participar en este enjuague antidemocrático ya que su acción es imprescindible para que el golpe de Vox funcione. Jorge Buxadé es el teórico de esta maniobra y consiste en utilizar la mayoría del PP en la Mesa del Senado para impedir que la ley de Amnistía salga adelante retorciendo el poder de la cámara alta hasta convertirla de facto en una cámara golpista.

Buxadé lleva tiempo instando al PP, presionándole con la etiqueta de la complicidad con Sánchez, para que mediante la mayoría que ostenta en el Senado realice una maniobra jurídica de todo punto inconstitucional pero que para los ultras sería la vía para parar la acción del Ejecutivo; se trataría de que el PP califique la proposición de Ley de Amnistía negativamente por manifiestamente inconstitucional y decida su inadmisibilidad parando su tramitación aun admitiendo que es una maniobra que puede proporcionar a quien lo hiciera un importante riesgo personal y político. Como el PP no se atreve, por ahora, a maniobras que pongan en peligro el funcionamiento democrático estableciendo un choque inédito entre Congreso y Senado, el ultra de Vox les ofrece una nueva alternativa igual de golpista: usar esa mayoría en el Senado para inadmitir la norma por inconstitucional y devolverla al Congreso para que la tramite como reforma de la Constitución y necesitar así el voto afirmativo de los conservadores. 

No es solo Garcia Castellón quien está maniobrando de todas las formas posibles para evitar que el poder ejecutivo y el legislativo lleven a cabo su acción institucional. En Vox no se van a parar, por débiles que estén, intentando torcer los procedimientos democráticos hasta encontrar quien sea sensible a sus maniobras golpistas. Miremos con atención, porque está pasando delante de nosotros y luego hay quien se hará el sorprendido cuando suceda. Los golpes del siglo XXI ya no se dan entrando a caballo en el Congreso, son erosivos, judiciales o con apariencia de legalidad, y cuando ocurren hay quien ni siquiera es consciente del cambio de régimen.  

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