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Alberto Garzón tiene razón

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Alberto Garzón tiene razón. Las macrogranjas son una desgracia. Son desastrosas para la salud, el medioambiente, y la economía. Es vergonzoso que sus socios en el gobierno no hayan apoyado sus sensatas declaraciones.

El uso de antibióticos es abundante para todos los animales, sanos y enfermos, porque la vida de tantos animales en pequeños espacios favorece el desarrollo y propagación de enfermedades. Han advertido muchas fuentes de que el abuso de antibióticos es un peligro para la salud de todos. La industria ganadera española usa 402 mg de antibióticos por cada kilogramo de carne. Esta cantidad es casi tres veces la cantidad de antibióticos de uso humana. El alto uso de antibióticos en la ganadería favorece el desarrollo de bacterias resistentes a antibióticos.

El impacto medioambiental de una macrogranja es horroroso. La cantidad de purines producida por cerdos, por ejemplo, es hasta cuatro veces la cantidad producida por humanos. Una explotación de 250.000 cerdos produce la misma cuantidad de residuos de una cuidad de un millón de habitantes. Normalmente no hay depuradoras, esta mierda es guardada en estanques donde muchas veces contamina el agua subterránea, o simplemente es descargada, directamente o indirectamente, a un río cerca.

Una macrogranja, sí, puede producir carne barata gracias a las economías de escala. Estas explotaciones pueden ahorrar en la compra de comidas, medicamentos, y también mano de obra. Desde el punto de vista del operador es un buen negocio, pero para el campo, no tanto. Las pequeñas granjas no pueden competir. Se destruye la vida rural, con su entretenida red de pequeño negocios y servicios. Crece la España vacía. Los equivocados políticos hablan de beneficios económicos, pero hay que preguntar: “para quién?”. Estas explotaciones vienen de fuera. Son de grandes corporaciones, monopolios. Se convierte la España rural en una colonia, igual que los de antaño en África y América.

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