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Al fascismo se le desmonta
Hay una gran preocupación entre la población progresista la forma en la que se blanquea a Vox por parte de la mayor parte de los medios de comunicación. En un par de años han pasado de ser la amemanza de la ultraderecha a una opción política más con el mismo espacio que cualquiera para propagar el discurso del odio.
En este aspecto el gesto de Pablo Iglesias levantándose de la mesa del debate no solamente es una posición moral ante el fascismo, es también una jugada política maestra. Ha montado un tremendo revuelo y ha vuelto a poner encima de la mesa el tema de si debemos normalizar a la extrema derecha en el espacio público. Vox ha optado por enseñar las orejas y cada partido se ha visto obligado a retratarse, sea en contra, a favor o en la equidistancia. Con el boicot por parte de los otros partidos progresistas y la evidencia de que el PP sólo podrá gobernar con Vox, el tema de la campaña ha cambiado de repente, del “Comunismo o Libertad” a “Democracia o Fascismo”.
Vox no es una opción política. Una opción política es bajar impuestos y recortar servicios sociales. Pero el machismo, la homofobia, la xenofobia, la ilegalización de opciones políticas, en definitiva, el odio, no lo es.
Pero a pesar de todo esto, y es a lo que voy, hay que combatir las ideas con ideas y la desinformación con datos. “Al fascismo no se le discute, se le destruye”, es una idea que se repite una y otra vez estos días, pero creo que supone asumir la derrota ideológica.
Quienes proponen esta estrategia, citan a personalidades como Sartre o La Pasionaria. Sobra decir que no me pongo al nivel de ellos, pero se me ocurre que el fascismo que estas personas conocieron es distinto, igual que estos tiempos de medios de masas y redes sociales. Ahora, por el momento, no se imponen por la fuerza, sino a través de ideas egoístas y bulos que van soltando. ¿Cómo pensamos destruir eso? ¿Matando a cada uno que reenvíe un WhatsApp falso?
La violencia contra los enemigos ideológicos, incluso contra los más aberrantes, no sólo es inmoral (y voy a insistir: es inmoral), sino que también absolutamente contraproducente. Si a un militante de Vox le pegan, si rompen los cristales de una sede, nadie cambia de opinión y rechaza el fascismo, al contrario. Cuando Vox fue a Vallecas, venía buscando gresca, y cuando se la dieron, ganaron. Cuando Echenique calificó de “ketchup” la sangre de una militante de Vox, les dio la excusa con la que justifican ahora poner en duda las amenazas de muerte.
Al fascismo se le combate, sí, pero en el terreno de las ideas. A menudo escuchamos las ideas fascistoides en nuestro día a día, sea en el café del trabajo o en el grupo de WhatsApp de la comunidad de vecinos. A menudo nos callamos, y el mensaje queda ahí sin discutir. Ahí es donde la extrema derecha se extiende sin que nadie la pare.
Así que ármate de argumentos, fórmate en los datos, entrénate en la argumentación. Y no dejes pasar ni una. Construye un discurso coherente que desmonte las consignas facilonas de la ultraderecha. Deja saber a los demás que el odio no es el nuevo consenso. Y todo sin alterarte ni faltar al respeto, deja que sean ellos los que queden como energúmenos. Recuerda que no discutes solamente con el facha, sino con cualquiera que esté viendo la conversación en silencio.
Sólo una advertencia, estoy hablando de hacer esto en entornos cotidianos y seguros. Usa tu juicio para no hacer esto donde puedas convertirte en el blanco de una agresión, salvo que estés dispuesto a sufrirla por la causa.
Venceremos y convenceremos.
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