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Feminicidio, violencia de género y cultura de la violación
El Feminicidio, es la manifestación extrema de la violencia contra las mujeres, pero es sólo la punta del iceberg, la parte mas impactante de un continuum de violencias ejercidas sobre ellas, como mecanismo opresivo, limitar sus derechos y asegurar la pervivencia de un orden hegemónico androcéntrico, violencia que se legitima o disculpa mediante constructos religioso-morales y hábitos sociales, todos ellos marcadores de roles de género femeninos...
Mediante muchos constructos religioso morales, de carácter sexista, se alimentan muchos hábitos sociales y estereotipos, que aprisionan y limitan la libertad de las mujeres, que constituyen códigos a seguir e imponer a las mujeres, ejerciendo sobre ellas una violencia moral.
Es una violencia psicológica, que moraliza conductas y crea reglas que se imponen no por la convicción, sino por la generación de sentimientos de vergüenza y culpa, o por miedo a ser ridiculizada, despreciada, e incluso denunciada y perseguida.
La violencia moral es por su gran difusión, por la sutileza en crear estructuras sociales y estereotipos, el medio más eficiente de control y mantenimiento de desigualdades y abusos sobre el sexo femenino, violencia que es mucho más amplia que el ámbito de pareja, abarcando ámbitos familiares, institucionales, laborales, etc..
Entramos de esta forma en el término “cultura de la violación” que se ha definido como el sistema que tolera, acepta y reproduce la violencia sexista a través de estereotipos sexistas, estereotipos que otorgan al hombre, superioridad o derechos sobre las mujeres, que desembocan en suposiciones de propiedad sobre ellas, y desembocar en su asesinato o muerte violenta .
Estos estereotipos son frecuentemente difundidos por ciertos medios informativos, publicidad, cine etc., difusión que se extiende y afecta a múltiples organizaciones, desde organismos del Estado, al sistema judicial, sanitario, educativo y, por supuesto a ámbitos de relación de la mujer como la pareja, familia, o personas de su entorno.
La cultura de la violación mediante las creencias y estereotipos sexistas, interioriza los roles de genero y potencia la victimización de la mujer, ya que inhibe la empatía con la victima, bajo la consideración de que no cumple los roles que le asigna su género, no dando suficiente crédito al relato de su agresión, y la transforman de alguna forma, en responsable de la violencia sobre ella ejercida . La agresión de esta forma es minimizada y normalizada, el agresor disculpado, o en casos especialmente peliagudos, presentado como víctima de trastornos psicológicos, o como elemento antisocial, o como delincuente, que lo alejan del individuo promedio, pero sobre todo logran no incidir y cuestionar al conjunto de creencias y mecanismos de dominio, control y cosificación que conforman la cultura socio-patriarcal.
En la cultura de la violencia, los agresores inhiben la empatía y, justifican su conducta de intimidación como una forma de ejercer el poder y el control, considerando que su violencia está justificada o es inevitable, y auto considerándose como autorizados a sus acciones, cuando no justicieros, y a la víctima como un ser despreciable.
La cultura de la violación no solo esta difundida universalmente, sino que es sufrida por amplios colectivos femeninos, sin entrar en las desigualdades entre mujeres y hombres como son las diferencias de oportunidades entre hombres y mujeres, las brechas de desigualdad, los techos de cristal, las ratio en cargos de responsabilidad, las diferencias en salarios medios, empleo, pobreza, etc.., sino atendiendo a la violencia sobre ellas ejercida física y/o sexual, según Naciones Unidas, un 35% de las mujeres ha sufrido a lo largo de su vida agresiones de este tipo , agresiones que en muchos casos quedan impunes por miedo a denunciar al agresor, por la violencia moral que las lleva a sentirse culpables, o, por la vergüenza y/o miedo a no ser apoyadas o creídas por policías, jueces y personas de su entorno.
Esto lleva a la consideración de “tolerancia” de muchas mujeres a la violencia de sus parejas o de cualquier otro tipo, que las lleva a no denunciar o a la retirada de las denuncias, tolerancia que en algunos casos no es sino consecuencia de la violencia moral que se ejerce sobre ellas, a lo que se suma la falta de apoyo social, el sentimiento de la impunidad del agresor, y el descredito de las medidas disuasorias de policías y jueces.
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