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El PSOE o el arte de limpiar la sangre
A lo largo de la historia del poder del PSOE en este país, ha habido varias situaciones extremas en donde los principios del partido han saltado por los aires, a veces, también, con bombas. Nadie puede discutir que de la sangre (y no está dicho en modo simbólico) ha salido un PSOE reforzado en su poder ante la opinión pública varias veces en cuarenta años.
Para perpetuarse en el poder crea los GAL, entre 1983 y 1987, con la misma actitud de mano dura contra ETA que había tenido el franquismo. Con sus acciones el PSOE logra aunar posiciones con una mayoría de españoles en los que se insufló y caló la teoría de que solo esa mano dura podía acabar con la banda terrorista. La arrogancia de décadas después de su más ilustre condenado por aquello, José Barrionuevo, demuestra que nunca hubo arrepentimiento.
La segunda ocasión es mucho más compleja y aún más difícil de digerir para la sociedad española. Partamos de los datos.
En el año 2000 el rey de Marruecos anunció el descubrimiento de grandes cantidades de petróleo ante las costas de su país (“El País”, 20 de agosto de 2000). Casualmente, Estados Unidos el 10 de diciembre de ese año acepta la soberanía marroquí sobre el Sáhara (contra la resolución 690 del Consejo de Seguridad de la ONU). Casualmente, en 2001 estalla la tensión entre Aznar y Mohamed VI que derivará en la ocupación del islote de Perejil en 11 de julio de 2002, no lejano de la ciudad de Tánger, foco de algunos de esos proyectos de gas y petróleo. El 16 de mayo de 2003, tras los atentados de Casablanca, de matriz yihadista, casualmente Estados Unidos envía ayuda militar a Marruecos para controlarlo.
Para no perder la partida, y ante la invitación a los líderes de los países de la OTAN por parte de Bush para aliarse en la inminente invasión de Iraq, Aznar se asocia a él en la cumbre de las Azores del 16 de marzo de 2003. El año de las elecciones presidenciales de 2004, primero en España y luego en Estados Unidos, una serie de ciudadanos, casualmente casi todos ellos de origen marroquí, cambian el rumbo de las elecciones políticas con bombas en los trenes de Atocha. Las infames mentiras de Aznar son recordadas bien, pero mucho menos se recuerdan las de Zapatero, quien llegó a asegurar en horas posteriores al atentado que “se habían encontrado restos de terroristas suicidas en los trenes de Atocha” e Iñaki Gabilondo se hizo eco de esa versión en la SER la mañana del 12 de marzo de 2004.
¿A quién favorecieron los atentados además de a Zapatero? Bush perdía en intención de votos en marzo de 2006 por más de veinte puntos respecto a su principal rival, John Kerry. La renovación del discurso sobre el terror empezó, de nuevo, a tomar cuerpo, y Bush desde marzo de 2004 remontó en las encuestas hasta ganar por la mínima en noviembre. ¿Más casualidades?
En 2004 Zapatero realiza su primera vista oficial fuera de nuestro país casualmente a Marruecos. Desde entonces su amistad con Mohamed VI se fortalece. El PSOE entendió siempre que era mejor tener como aliado a Marruecos. Y, sobre todo, que había que limpiar la sangre rápido, antes de que se secara. Lo demuestra el hecho de que después de una sentencia judicial como la del 11-M, que declaraba expresamente que “los autores intelectuales no estaban siendo condenados”, se permitiera el lujo de decir que con tal sentencia “España pasaba página”. Eso no tuvo el valor de decírselo a las víctimas, quienes nunca comulgaron con la versión oficial.
Y ahora, año 2022, llegamos a Grande- Marlaska. También la actitud del PSOE en la valla de Melilla coincide con la de la derecha. Como con los GAL. También hay muertos y evidencias de la colaboración entre España y Marruecos. Otra vez Marruecos. No importa, de nuevo, burlar los derechos humanos, no importa saltarse las leyes internacionales. El PSOE sabe que, si se limpia la sangre pronto, la sociedad lo digiere. Tiene larga experiencia en ello.
Ahora la fórmula es el chantaje al aliado político con tal de salvar los sillones y salvar de nuevo el eslogan “que viene el lobo, que viene la derecha”. UP prefiere tragarse los muertos de la valla de Melilla como si estuviera eso a la misma altura que el “pecado” de Montero, quien, dicho sea de paso, tenía toda la razón del mundo al hablar de “cultura de la violación”.
Y es que, cuando la política se olvida de la gente, lo de lavar la sangre antes de que se seque es una necesidad obligatoria para todos. Pero el PSOE tiene más experiencia que nadie.
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