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Los reyes de España apoyaron siempre las dictaduras militares de nuestro país
En este país, en donde tenemos la memoria corta, vamos copiando la ignominia de los siglos precedentes. Este año 23 se cumplen al menos dos efemérides bastante preocupantes y que hablan mucho de la implicación de la Casa de Borbón en el mantenimiento de las dictaduras militares en España.
Así, el 7 de noviembre 1823 (hace exactamente dos siglos) fue ahorcado el general Riego, que tres años antes había encabezado un movimiento liberal para restaurar la Constitución de 1812 que el rey Fernando VII de Borbón se había pasado por el paño: el absolutismo militar, la censura y el terrorismo de Estado volvieron a la orden del día. El apelativo de “El sanguinario” dice todo sobre el monarca.
En septiembre de 1923, es decir, exactamente un siglo después y hace exactamente un siglo, el general Primo de Rivera dio un golpe de estado en España, algo que ya el propio rey Alfonso XIII (abuelo de Juan Carlos I y bisabuelo de Felipe VI) había considerado como opción plausible para el país ante la sucesión de rebeliones por parte de un pueblo que estaba al límite de la soportación. Esa fue la dictadura, bendecida y alentada por la corona (la amistad entre el dictador y el rey es más que reconocida y preconizaría la del príncipe de España don Juan Carlos y Francisco Franco). Esa dictadura fue la que prohibió, por ejemplo, la representación de “El amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín” de Federico García Lorca, trece años antes de que otra dictadura lo asesinara: la policía (de la dictadura y del rey) entró en la sala Rex de Madrid el día del estreno, prohibió la representación y se llevó todas las copias de la obra, que fue archivada en la sección de Pornografía de la Dirección General de Seguridad. Así se lo narró Margarita Ucelay al estudioso Miguel García-Posada.
Por supuesto, como suele suceder a los Borbones cuando son perseguidos por la justicia, como sucedió con Fernando VII, con Isabel II y como ha sucedido más recientemente, también Alfonso XIII se dio las de Villadiego cuando el gobierno de la República intentó procesarle.
El primer gobierno de la República lo condenó “in absentia” por alta traición con la siguiente fórmula:
“Las Cortes Constituyentes declaran culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos del acta acusatoria, al que fue rey de España, quien, ejercitando los poderes de su magistratura contra la Constitución del Estado, ha cometido la más criminal violación del orden jurídico del país, y, en su consecuencia, el Tribunal soberano de la nación declara solemnemente fuera de la ley a don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena. Privado de la paz jurídica, cualquier ciudadano español podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional”.
Por supuesto, la condena fue levantada, antes de terminar la Guerra Civil, el 1938, por Francisco Franco, el mismo que, de modo populista había sustituido la bandera republicana por la monárquica.
Da miedo ver que, de nuevo, como en plena dictadura de Primo de Rivera, el amigo de Alfonso XIII, o en la Francisco Franco, el amigo de Juan Carlos I, hoy, de nuevo, en otro año 23 vuelven a prohibirse obras de teatro y textos literarios en España.
Hoy leo en www.eldiario.es que “el rey Juan Carlos planea instalarse en España definitivamente si gobierna la derecha”. Se ve que lo que a los comunes mortales que amamos la cultura y la concordia nos da miedo, ese estado de censura y persecución que empieza a generarse de nuevo, como en otras épocas oscuras, a don Juan Carlos le da seguridad. ¿Todavía hay alguien que siga dudando de qué lado ha estado siempre la monarquía? ¿Todavía hay alguien que este país se siga creyendo la falacia del concepto del “superpartes”? ¿Es “superpartes” un monarca que subvenciona la campaña electoral del supuesto partido de centro, la UCD del falangista Adolfo Suárez, con dinero del Sha de Persia? La fuente de esta pregunta retórica se basa, de nuevo, en Rebeca Quíntans.
Una cosa está clara: las dictaduras militares son históricamente terreno fértil en nuestro país para la seguridad y la impunidad de la Corona.
¿Estamos copiando, de nuevo, los años 23 de los siglos precedentes?
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