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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

¿Podría ser nuestro año?

Sorda y cyborg.

Elena Prous

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¿Podría ser este el titular de la prensa de este 8 de marzo? No ha sido el caso, pero podría. Comienzo a salivar y se me pone cara de felicidad con tendencia a quedarse permanente porque creo que estamos a punto, cerca, de ponernos de moda. Políticamente de moda.

Las personas con diversidad funcional estamos a punto de ponernos políticamente de moda y no se me cae ninguna tuerca de la silla por decir “de moda” porque sé, desde hace años, que lo nuestro es una cuestión de derechos, es una cuestión de ampliar la mirada sobre las personas que componen la sociedad y las posiciones que ocupamos, es una cuestión de poner en cuestión la normalidad, de que te toque de cerca, de ser visibles, de existir para alguien más que para el vecindario. Si para que nuestros derechos se hagan efectivos tenemos que estar de moda, políticamente de moda, pongámonos de moda.

De moda en la calle, la cultura y, por qué no, en las políticas de despacho. Me sale preguntarme: ¿Qué fue primero? ¿Quién inspiró a quién? ¿Las alianzas con otros colectivos, con el activismo de calle? ¿Podría salir en las series más populares de HBO? Podría. ¿Podría ser Netflix catalizador de lo que reivindicamos activistas desde hace años? ¿Podrían serlo las activistas crip-punk de Instagram? ¿Podrían ver a políticas como Virginia Saelices jurar no volver a ser senadora en un senado inaccesible? ¿O tener a Pablo Echenique en el gallinero del congreso? Sea quién sea quién nos situé en el centro de la pasarela que enriquece el mundo de sujetas y sujetos políticos, analizaré a propósito del 8M, el panorama político que parece visibiliza nuestra existencia.

En los últimos años, al menos en el Estado español, las alianzas entre otros colectivos y las personas con diversidad funcional han sido tangibles gracias al 15M, o al activismo feminista y transfeminista. Hemos salido del activismo en la red y hemos contaminado asambleas de gritos mudos, hemos fabricado autogestionadas rampas y hemos puesto nuestros diversos y dispersos cuerpos a encontrarse con otros. Pasó en Madrid con el grupo de diversidad funcional de acampadas del 15M y también en Barcelona. Las alianzas tullidas y transfeministas dieron lugar a documentales como Yes, we fuck!o colectivos cacharreros como span style=“color: #000000;”>En torno a la silla y, actualmente, queda mucho de esas vinculaciones que mutan a jornadas, encuentros. Nuevos grupos de trabajo se transformaron en el Orgullo Diverso o se quedan en las acciones de la asamblea del 8M en Madrid a través de las Frydas. Desde hace rato, no son sólo las asociaciones de la discapacidad las que narran la vida y reivindicaciones de las personas con diversidad funcional, sino que la calle ha creado vínculos y líneas de trabajo difíciles de romper. Aunque las entidades se suman –habrá que preguntase por qué– a reivindicaciones históricas como la asistencia personal, eso sí, sin dejar de construir residencias. Las asociaciones de la diversidad intelectual tratan de poner sobre la mesa qué pasa con la sexualidad de tantas personas a quien históricamente se trata como eternos niños y niñas. ¡Y hasta CERMI Mujeres se ha dignado a poner a una mujer de presidenta! Y pinta bien su trabajo contra las esterilizaciones forzosas a mujeres y niñas con discapacidad. Activistas y entidades seguiremos cada cual con sus fórmulas y desencuentros aunque espero que sin bajar la mirada sobre cómo nos afecta que Vox esté en las instituciones permitiéndose, como quien sale a tomar el fresco, votar en contra de medidas para las personas sordociegas o paralizando iniciativas sobre accesibilidad.

¿Dónde estamos entre los políticos con escaño? Puede que el activismo de calle y los asuntos de las entidades de la discapacidad no sea un lugar compartido por una amplia mayoría de la población como para argumentar que estamos políticamente de moda. Y puede que, a Pablo Echenique, sentir orgullo diverso le quede lejos con tanto trabajo. Pero dice mucho del Estado donde vivimos y de nuestra sociedad que todas las noticias que se han hecho eco de la necesidad de accesibilizar el congreso con un portavoz de Unidas Podemos usuario de silla de ruedas se centren en cuánto va a costar hacerlo accesible y no se centren en un claro, visible y espeluznante ejemplo del lugar, el espacio, las losas arquitectónicas con las que vivimos las personas con diversidad funcional motora más allá de la comodidad de nuestras sillas eléctricas. Con o sin espíritu de activista cojo, al final, Echenique nos sitúa, a las personas representadas por el infame monigote de la silla de ruedas, lo más cerca del poder que hemos estado en democracia, y destapa una batalla clásica en comunidades de vecindad y presupuestos de accesibilidad: todo el mundo entiende que es un derecho hasta que aparece el coste económico que saca lo peor de cada casa para que el problema vuelva a ser de la persona. Aunque la esperanza en política institucional es la primera que se pierde, la luz al final del túnel llega con Beatriz Gimeno, recién nombrada directora del Instituto de la Mujer. Tras leer su articulo 'La discapacidad: una experiencia desde el margen', puede que una mujer con diversidad funcional como ella tenga claras suficientes cosas como para hacernos avanzar más rápido que las obras del Congreso.

Si con el panorama político no he logrado contagiaros de mi fervor y mi convicción de que estamos a punto de ponernos políticamente de moda, ¿qué panorama nos regalan las redes sociales y los canales de pago consumidos por el 99 por ciento de la población? Estas potenciales armas de transformar imaginarios colectivos que son Netflix o HBO comienzan a visibilizar a través de los personajes de sus series la posibilidad de existir más allá de la desgracia y el sufrimiento que mostraron películas como Mar adentro o Milion dollar baby. Cómo no emocionarse viendo a la protagonista de Margarita with Straw gozándosela en su paso por la universidad, o a Josie Lyon en Years and years ser una persona corriente en situaciones corrientes sin un agónico sufrimiento ni superación en una distopía que no trata de ponerla de pie, o a Isaac en Sex education en una fiesta con otros adolescentes sin hablar de su futuro plan para morir. Ligando y punto, así de llano y moliente. ¡Hasta en The L Word hay una diversa funcional! Voy a ser así de simple y compleja, si nuestras vidas son representadas como posibles y hasta placenteras, tenemos la posibilidad de ser y existir como sujetas de derechos y como sujetas políticas con reivindicaciones legítimas. Si las mujeres pudieron dejar de ser la imagen de los anuncios de detergentes y productos del hogar, podremos dejar de ser la imagen de la eutanasia y los juegos paralímpicos. El uso desmedido de las redes sociales como Instagram ya muestran los cuerpos de muchas personas con diversidad funcional con ganas de mandar otro mensaje a la sociedad, solo hay que darse una vuelta por perfiles como el de Aaron Philip y Alex Dacy.

Como todo no pueden ser alegrías, cabe resaltar un gran paso para atrás en la contribución a otra lectura sobre las vidas de las personas con diversidad funcional, y ha sido a cargo de Chicote y su lamentable programa Auténticos. La Sexta resucita un formato de programa lastimero, mientras el chef modifica su tono desafiante en las cocinas por un tono paternalista donde la superación constante asegura el triunfo de los excluídos, así sin responsabilidad social de ningún tipo, y con lágrimas chicotescas aseguradas en cada entrega. Corramos un tupido velo y quedémonos con lo bueno.

Con todo, cuidado, que me permita jugar a decir que estamos políticamente de moda, solo quiere ser una perspectiva catalizadora de acción, y ni mucho menos, quiere decir que seamos muchas ni que nuestra realidad no sea compleja en materia de derechos. La necesidad de alianzas no es palabrería y la búsqueda de identidad más allá de la etiqueta médica y el porcentaje de dis-capacidad no es solo una estrategia política. Reconocerse con quien puede ser una igual permite sacar aquellas cuestiones del cotidiano que son invisibles. En la sociedad del consumo, las sujetas minoritarias nos buscamos las patatas entre nosotras. El “así me apaño” que me muestran mis compañeras no sólo hace nuestra vida más fácil, sino que la dignifica porque la hace real y compartida más allá de la sociedad del consumo. Para las personas con diversidad funcional la identidad hoy no es una elección, y no es caprichosa o azarosa. Es una estrategia de dignificación y de supervivencia más allá de un patrón establecido que, en tanto nos lee como sujetas improductivas, nos minusvalora. Ser en parte reconocidas, estar políticamente de moda, puede ser simplemente el principio o una fantasía que hacer realidad.

Cabe preguntarse por qué semejante repaso un 8M y por qué no centrarme en la mujer con diversidad funcional, como hago cada año en estas fechas en la página derechoshumanosya.org. La cuestión es personal, ya que desde que pude vincular el movimiento de vida independiente con el feminismo y me di cuenta de sus semejanzas y desencuentros, el 8M marca en mi agenda un principio y cierre de año, un ciclo de cambios. Me he permitido, un 8M, hablar del ser somatopolítico con diversidad funcional, aunque soy consciente de que la cuestión de género está presente y pendiente en el activismo de la diversidad funcional. Como dice una amiga: “Lo cojo no quita lo machista”. Cuando me pregunto dónde estamos las personas con diversidad funcional en la era en que el feminismo, el ecofeminismo y otros feminismos marcan la agenda política, decir que estamos a punto de ponernos políticamente de moda es también asumir que todavía no estamos. Y es el 8 de marzo, tras las manifestaciones que emana, para quien se acerca o lo vive como un día de reivindicación, un apogeo del sentimiento de sororidad, de esperanza política desde la calle, que me resulta propicio y catalizador para decir que el sistema colonial heteropatriarcal es también capacitista y dentro de todo esto es también discapacitista. Y que, si ya antes solo mirando hacia otro lado los feminismos nos podían sacar de su agenda, ahora que estamos en las asambleas, el congreso y en Netflix. Ahora, nos toca existir y con otra lectura, al igual que no es sólo el sufrimiento de Frida Khalo lo que vende tantas tazas, sino sus estrategias de resistencia, su persona y su personaje por encima de la tragedia. Bienvenidas sean las modas si hacen efectivos derechos para que vivamos más dignamente.

Gracias compañeras por un año más tratando de dejar de ser invisibles. ¿Podría ser nuestro año? Podría.

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