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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Casado, a la desesperada, ofrece ministerios a la extrema derecha en el minuto final de la campaña

El candidato del Partido Popular a la Presidencia del Gobierno, Pablo Casado, había dedicado todos sus esfuerzos de campaña a intentar que este domingo su partido logre un resultado en las urnas que le permita llegar a la Moncloa reeditando el acuerdo de las tres derechas (PP, Ciudadanos y Vox) que en enero hizo presidente de la Junta de Andalucía a Juan Manuel Moreno Bonilla. Ese pacto supuso la entrada de los de Albert Rivera en el Ejecutivo autonómico, mientras que el entendimiento con el partido de Santiago Abascal se limitó a un acuerdo de investidura.

Este viernes, último día de la campaña, y a la desesperada, cuando en las filas populares crecía el temor a una fuerte irrupción de la extrema derecha en el nuevo Parlamento, Casado iba en cambio un paso más allá del modelo andaluz abriéndose a ofrecer ministerios a la extrema derecha en el caso de que los votos de la formación de Santiago Abascal sean decisivos para expulsar a Pedro Sánchez del Gobierno.

El miedo al hundimiento del PP que auguran todas las encuestas y que, según datos del propio partido, podrían suponer a los populares la pérdida de entre 14 y 74 escaños en las elecciones del domingo –la horquilla en la que se mueve Génova está entre los 60 y 120 diputados, lejos de los 134 que logró en 2016–, hacían que en el último minuto de la campaña electoral Casado se abriera por primera a un Gobierno con Vox si la suma de las tres derechas supera al bloque de PSOE, Unidas Podemos y las fuerzas nacionalistas.

“Vox o Ciudadanos, tengan diez escaños o tengan 40, van a tener la influencia que ellos quieran tener para entrar en el Gobierno o para decidir la investidura o la legislatura”, aseguraba el líder del PP en una entrevista con Federico Jiménez Losantos en esradio.

En su decisión influía la fragmentación de los votantes conservadores augurada por los sondeos, que el PP espera que se confirme el 28A y que ha provocado una guerra sin cuartel entre los partidos de Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal por cada voto del electorado de derechas.

El objetivo inicial de Casado era poder lograr los votos suficientes para conformar un Gobierno en solitario, pero la dirección popular ha descartado esa opción durante la campaña ante los sondeos publicados y los trackings internos que confirman que la consolidación de Ciudadanos y la irrupción de Vox harán imprescindible un acuerdo para sumar una mayoría conservadora que permita echar a Pedro Sánchez de la Moncloa.

Génova insiste en que ese bloque de derechas lo liderará el PP en todo caso, y descarta así por completo la posibilidad de que los de Rivera o los de Abascal superen a los populares en las urnas y les desbanquen de la posición hegemónica al frente del centro derecha que han mantenido los últimos 30 años. Casado intentó desactivar las opciones de sus competidores al proponerles listas conjuntas al Senado y pedirles que no se presentaran en provincias pequeñas donde la división de la derecha puede hacer más daño al PP. No lo consiguió.

“La única alternativa”

La estrategia se centró, por tanto, en buscar frenar a sus rivales directos –que paradójicamente se convertirán en socios potenciales a partir del domingo– apelando al voto útil, eje principal de la campaña de Casado. “El PP es la única alternativa a Pedro Sánchez porque es el único que puede llegar a acuerdos a izquierda y derecha e impedir el bloqueo”, ha insistido el presidente de los populares en las últimas dos semanas, dando a entender que su partido se sitúa en el centro, Ciudadanos en la izquierda y Vox en la derecha.

A juicio del líder del PP “muchos votos a Ciudadanos y Vox pueden acabar en escaños del PSOE, Podemos o Bildu” sobre todo en las circunscripciones pequeñas, por lo que Casado ha insistido a lo largo de la campaña en la necesidad de “unir el voto” y “concentrar los esfuerzos” del electorado conservador en los populares. 

En su “camino hacia el Gobierno” el líder del PP no ha dudado en utilizar datos y cifras falsas –este mismo jueves faltaba a la verdad al asegurar que desde la llegada del PSOE al Gobierno hay 126.000 parados más–, ni ha escatimado en descalificaciones e insultos contra Pedro Sánchez, al que llamó “traidor” e incluso “felón” por dialogar con la Generalitat catalana y las fuerzas independentistas. 

“Pedro Sánchez prefiere manos manchadas de sangre a manos pintadas de blanco”, llegó a asegurar en plena campaña, vinculando al presidente del Ejecutivo con el terrorismo de ETA por haber recibido los votos de EH Bildu en la moción de censura que desbancó a Mariano Rajoy del poder.

Los vaivenes han marcado su campaña. Así, este mismo viernes, apenas 12 horas después de ofrecer entrar en su Gobierno a Vox, Casado reivindicaba la centralidad del PP: “El PP siempre ha estado, está y estará en el centro. Somos el centro de la vida política nacional, somos el centro ideológico y la columna vertebral de este país”, apuntaba en el acto de cierre de dos semanas de campaña en las que ha recorrido 15.000 kilómetros. En los últimos días también ha tendido la mano al PSOE, al que en cambio también ha llegado a vincular con el terrorismo. 

“El caballo de Troya de Otegi”

Para intentar convencer a su electorado, aún desconcertado por el giro a la derecha emprendido por Casado desde su triunfo en las primarias, el líder del PP decidió azuzar el miedo a que esa mayoría de la moción de censura pueda volver a hacer presidente al presidente socialista. “Sánchez está inhabilitado para seguir en la presidencia del Gobierno” porque, a su juicio, “es el caballo de Troya de Otegi, Torra y Puigdemont” y porque “si sigue pactando presupuestos bolivarianos con Iglesias, España se va a al traste”.

Como un mantra, el líder del PP repitió una y otra vez durante la campaña que el PP es el único freno posible a un futuro Ejecutivo de los socialistas, aliados con “los comunistas de Podemos, los independentistas y los batasunos”. Abrazó, además, algunas de las banderas de la extrema derecha como la lucha contra la inmigración o la defensa de los toros y la caza, así como de los símbolos nacionales.

En las dos últimas semanas Casado no logró en cambio esquivar asuntos como el debate sobre el aborto, algo que su equipo reconoce que le perjudica sobre todo de cara al electorado más moderado. Declaraciones como las de uno de sus fichajes estrella, el número dos por Madrid, Adolfo Suárez Illana, que sostuvo que “los neandertales también usaban el aborto” porque los niños “nacían y les cortaban la cabeza”, empantanaron la campaña del PP y forzaron al líder de los populares a cambiar de rumbo.

Ante las insistentes preguntas que le perseguían durante toda la campaña, el líder del PP –que en otras polémicas declaraciones también dijo que las embarazadas debían saber “qué llevan dentro”– pasó de exigir retrocesos en los derechos de las mujeres planteando la vuelta a la ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo de 1985, a evitar apostar públicamente por esa reforma y abogar por esperar a lo que diga el Tribunal Constitucional ante el recurso a la ley del aborto vigente, la de 2010, presentado por su partido. 

Cambios de estrategia

El presidente popular también realizó un cambio de estrategia en la relación con sus principales competidores a raíz de los debates electorales de esta última semana y de las fugas a Ciudadanos y a Vox de antiguos referentes del partido como los expresidentes madrileño y balear, Ángel Garrido y José Ramón Bauzá, respectivamente, que se fueron al partido de Rivera –el primero esta misma semana, el miércoles, a dos días que acabara la campaña–.

Casado pasó de afirmar que no consideraba a Ciudadanos su “adversario” en el primer coloquio del lunes, a contraatacar a Albert Rivera en el segundo, después de que éste lanzara varios dardos al PP por la corrupción o la lucha contra el paro, convirtiendo la lucha por el voto conservador en una batalla campal.

En cuanto a Vox –a donde también se han marchado exdirigentes del PP como el histórico concejal madrileño Íñigo Henríquez de Luna–, el líder popular evolucionó del desdén con el que trató a los de Abascal al principio de la campaña a abrirse este viernes a que entren en su Gobierno. 

En un Wizink Center de Madrid acondicionado para la ocasión –el pabellón tiene capacidad para 15.000 personas pero el PP lo habilitó para concentrar a cerca de la mitad, unos 8.000, según el propio partido, cerrando las gradas superiores– Casado ponía fin este viernes a una campaña en la que la división de la derecha le ha obligado a evitar los grandes mítines del pasado que solían celebrarse en estadios o plazas de toros. 

Los principales actos tuvieron lugar en salas de hotel o restaurantes cuya capacidad raramente superaba los dos millares de asistentes, donde el PP concentró a su público más fiel e incondicional, pero lejos de los mítines multitudinarios organizados, por ejemplo, por Vox.

“Recuperar el gran nombre de España”

“Quiero un partido abierto a todos, una mayoría imbatible y volver a admirar a España con un PP en el que todo el mundo se sienta partícipe. Estamos orgullosos de los muchos aciertos y hemos aprendido de los errores. No les vamos defraudar, vamos a gobernar y a recuperar el gran nombre de esta nación después de unos meses terribles”, zanjaba Casado este viernes.

Tratando de arengar a los suyos, les pedía ir confiados a las urnas aunque se quejaba del trato recibido en los últimos días ante los éxitos de convocatoria de Vox: “Siempre nos dan por abatidos, siempre nos tratan con desprecio, siempre nos tratan de dividir, siempre amplifican nuestros errores, por eso somos la única garantía para el futuro de nuestra nación”.