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Soplos, testaferros y meses esquivando a la policía: las maniobras de Ulibarri para no caer en la Enredadera

José Luis Ulibarri (EFE)

Laura Cornejo

Además de enviarlo a prisión como supuesto cerebro de una trama de contratos amañados en distintas administraciones públicas, la investigación del sumario Enredadera ha arruinado la imagen de impecable y triunfador hombre de negocios de José Luis Ulibarri, constructor y propietario de distintos medios de comunicación en Castilla y León.

Los pinchazos de la UDEF a Ulibarri y a su socio, Ángel Luis García dejaron al descubierto presuntas prácticas delictivas más allá de la red que lideraba para el amaño de concursos públicos. Ulibarri ya había estado bajo la lupa policial en la investigación del caso Gürtel, por el que próximamente se sentará en el banquillo y se enfrentará a una petición de 7 años de cárcel, pero ni siquiera ese sumario había servido para desvelar sus manejos políticos, ni su capacidad de influencia en importantes dirigentes de la región que llegó a asombrar a la Fiscalía, ni algunos de sus controvertidos métodos.

A lo largo de casi un año de investigación policial sus dispositivos echaban humo por el intercambio de llamadas incriminatorias con sus periodistas, políticos y socios. Pero en los últimos meses la intervención de tres teléfonos móviles y una tablet de José Luis Ulibarri, dejó de arrojar datos de interés. Las escuchas revelan que el empresario recibió un soplo sobre la investigación que lo cercaba y que este procedió de un dirigente del PP. La conversación interceptada tuvo lugar el 30 de octubre de 2017.

Un hombre identificado como Gelín, y cuyo nombre completo es Ángel Villa, avisó a Ulibarri de que tenía el teléfono intervenido. Villa formó parte de la lista electoral del PP de León. Villa, que llama “tigre” a Ulibarri, comienza diciendo: “Ya viste que... desde aquel día tal...ya me enteré de todo”. Pero según él “no está todo tal” y le han dicho que Ulibarri tiene el teléfono “intervenido”. A escuchar eso, Ulibarri le pide que espere, que le va a llamar desde otro sitio. Efectivamente, Ulibarri lo hace, pero lo que no sabe es que ese número también está pinchado. En esa segunda charla hablan del contrato de ayuda a domicilio del Ayuntamiento de León. Según Gelín, la concejala del área es una “subnormala” y es el alcalde de León, Antonio Silván, quien tiene que facilitar la adjudicación a Ulibarri (que finalmente logró). “Los amigos somos los amigos”, concluye 'Gelín'.

Transporte público para evitar seguimientos

El pasado 26 de junio, la UDEF pidió al juez que autorizase la prórroga de una intervención telefónica pero restringida a datos de geolocalización, para tenerlo controlado. En octubre de 2017, decía en su solicitud el informe policial, Ulibarri había fijado su domicilio en Madrid. Sin embargo, desde ese momento, “viajaba con asiduidad a Valladolid y León, e iba a cazar a Soria”. Los investigadores se sorprendieron por sus cautelas. Utilizaba “casi siempre el transporte público”, lo que hizo imposible a los agentes “abordar la balización” de su vehículo.

José Luis Ulibarri se estaba volviendo escurridizo. En el sumario abundan ejemplos de cómo intentaba protegerse. La UDEF apunta en su oficio que en noviembre de 2017 llamó a su exmujer para pedirle permiso para ir a dormir a una casa “que al parecer tienen en Ponferrada”, de la cual, escribían los agentes “no se ha conseguido establecer ubicación”.

Sus cautelas alarmaron a los investigadores. El empresario disponía de inversiones en Colombia y convivía con una mujer de esa nacionalidad, con la que tiene un hijo. A pesar de las numerosas vigilancias sobre su nuevo domicilio de Madrid, los agentes no consiguieron establecer “unas pautas claras de vida” que permitiesen asegurar que iba a ser localizado en Madrid ni en Valladolid. “En este escenario, la huida al extranjero se presenta como probable”, decían, “habida cuenta de las circunstancias apuntadas y de su conocimiento y trayectoria como persona acostumbrada”.

En el mismo sentido se referían a una posible destrucción de pruebas, lo que iba a suponer “un auténtico varapalo” para la investigación.

Un socio indiscreto habló de sus testaferros

Con el socio de Ulibarri Ángel Luis García los policías que participaron en la investigación tenían un problema parecido. Vivía en Madrid pero se movía “constantemente” por Castilla y León. “La movilidad es constante sin que tenga pautas de actuación que permita una sencilla localización”, decía la UDEF. Que añadía más datos: “La vocación de ocultación de esta persona se infiere porque a pesar de que desde el inicio de la investigación en 2016” [estaba localizado su domicilio en la calle Serrano de Madrid] “las gestiones policiales tendentes a localizar su domicilio han resultado trabajosas toda vez que se había cuidado de que no constara su dirección en ningún documento, ni pago de servicios, ni domicilio tributario hasta el punto de que cuando se ubicó formalmente su domicilio, constaba el bloque como dato correcto pero había alterado tal vez intencionadamente el piso y la puerta”.

Tampoco el socio de Ulibarri había tenido conversaciones telefónicas de interés poco antes de su detención, como sí había sucedido en los meses anteriores. Al comienzo de la investigación, García lo contaba todo sobre su socio. Mientras Ulibarri confesaba a su hija que su asociación con García tenía como objetivo “no figurar”, García decía a todo el que le escuchaba que era “el socio de José Luis Ulibarri”. Esa indiscreción había hecho que Ulibarri empezase a cortar lazos con él, llegando a disolver alguna empresa. Pero el daño estaba hecho. García había hablado largo y tendido. En una llamada el 14 de marzo de 2018 contó que una semana antes había estado en Valladolid firmando “una cosa” con el grupo de José Luis Ulibarri. “Y tiene ahí dos testaferros”, se explayaba con su interlocutor dando pistas sobre los hombres de paja del constructor: “Un chaval que va bien vestido y es buena gente, que es de León y se llama Pedro, Pedro Alonso, pero tiene otro que si lo ves...”.

García continuaba dando pistas sin saber que la policía lo estaba grabando todo: “Hay que tener cojones también, que mañana te viene un tío y te pega un tiro eh”, “o sea mucho pero mucho cuidao, eh”, “que deja de pagar a la gente y mañana tiene viene un tío desesperado y te lleva por delante”.

En otra llamada, García se refiere a un supuesto consejo que Ulibarri le había dado para solucionar un problema con un socio que tenía García y con el que había entrado en directa competencia, al presentarse para un concurso público del Ayuntamiento de León.“Me ha llegado a decir José Luis, me dice, mira, mándale dos gitanos y que le peguen una paliza a este tío”, dice el socio de Ulibarri en una conversación fechada el 4 de mayo de 2018.

10.000 euros para darle a un 'pájaro'

Esa pauta de autoprotección no evitó ciertos descuidos de José Luis Ulibarri hablando con su familia. El 15 de octubre de 2017 llamó a su hijo a las 18.55 para hacerle un encargo. Le pregunta a su hijo si tiene “diez mil euros así para dar a un pájaro”, y le precisa que el destinatario es el hermano de Diego Miguens, y que aún está concretando detalles pero que tendría que ir a Madrid, a la terminal 1 del aeropuerto.

La Udef no se pronuncia sobre la naturaleza de la transacción ni el papel de la persona que va a recibir ese dinero. La familia Miguens, que es de Argentina, tiene también algún negocio en España. En el país andino fue dueña de la cerveza Quilmes y ahora maneja un holding de generación de energía eléctrica. También tienen negocios mineros y agrícolas.

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