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CRÓNICA

Equilibristas 'colgaos' y la mujer barbuda en el circo de Vox

Abascal presenta el lunes la moción de censura en el Congreso.

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“Niños y enanos, la función empieza / El fakir de China se arranca una pierna / La mujer barbuda nos sirve de puta / Y hay equilibristas colgaos”. Así cantaba la Orquesta Mondragón uno de los temas de su disco 'Muñeca hinchable', el que hizo que la banda de Javier Gurruchaga saltara “a las ondas, muy joven y audaz”. Siempre hay que tener un buen recuerdo de los circos y resulta un poco injusto utilizar la expresión para definir momentos descacharrantes de la política. Un Parlamento, aunque ofrezca algunos momentos divertidos, no es un circo o no debería serlo. Sí es posible, por otro lado, encontrar en él equilibristas colgaos.

Vox presentó el lunes en el registro del Congreso la moción de censura de la que estaba hablando desde diciembre. Buscaba un candidato independiente, decían, no alguien que se limitara a recitar el programa del partido. Circulan rumores de que llegaron a enviar la oferta a Felipe González y a Alfonso Guerra, que estos no quisieron responder. Hasta ese punto estaban desesperados en el partido de Santiago Abascal. 

Encontraron al único que tenía tantas ganas de figurar como ellos de elegir a un candidato que les hiciera el trabajo sucio de presentarse como candidato a la Presidencia del Gobierno. El elegido fue el catedrático jubilado Ramón Tamames, de 89 años, exmilitante del PCE, exmilitante de IU, excompañero de viaje del CDS y converso en las tertulias de la derecha y sus aledaños en las últimas décadas.

Es un poco agorero decir que Tamames ha dado un paso al frente porque es de los que mueren con las botas puestas. No hay que tentar al destino.

Vox ha ido a las catacumbas de la Transición para encontrar a su hombre –estaba claro que iba a ser un hombre–, porque Tamames “encarna la concordia y la unión entre los españoles”, en expresión de Abascal. Seamos realistas. Si buscaban a alguien que vivió la Transición, un requisito importante es que estuviera aún vivo, como le pasa a la revista People cuando elige al hombre vivo más sexy del planeta.

“Nosotros no vamos a fingir normalidad democrática”, dijo Abascal el lunes en una rueda de prensa. Hay que valorar su sinceridad. Si un Gobierno como el de Pedro Sánchez consigue el apoyo de la mayoría absoluta de los representantes de la soberanía nacional para sus presupuestos y leyes, eso es algo intolerable para la extrema derecha. No es esa la democracia que pueden admitir. 

El Gobierno de Pedro Sánchez está encantado con la moción de censura. Piensa que todo lo que sea centrar la labor de oposición en Vox le beneficia. Por la misma razón, el PP no oculta que el acontecimiento no le viene muy bien a tres meses de las elecciones de mayo. Su portavoz, Borja Sémper, la llamó “circo” y “performance”. 

El Partido Popular es muy desagradecido. Confirmando que cualquier cosa puede pasar a estas alturas por la cabeza de Tamames, el profesor ha dicho que sería poco probable que el PP le hubiera presentado como candidato de una moción de censura, pero no por razones ideológicas. “Ahí hay mucha gente, tienen para elegir a quien quieran, el PP tiene mucha penetración en la sociedad, indudablemente mucha presencia en las capas cultas”.

Maravilloso. El PP no necesita a un jubilado, porque tiene gente brillante para elegir. En cambio, Vox, los pobres, ya se sabe. Entre todos no hacen ni medio catedrático. Creen que lo de capas cultas es una cosa que venden en la planta de caballeros de El Corte Inglés.

Es probable que esta moción de censura esté en el origen de las declaraciones de Alberto Núñez Feijóo de este fin de semana. Se puso en plan María Antonieta para mostrar el profundo desagrado que le causa tanta frivolidad. No quiere que la política se convierta en “un show del insulto permanente y la crispación constante”, como un programa de Mediaset antes del código ético. Toda esta vulgaridad repele a Feijóo, un caballero de una pieza que siempre respeta las normas del marqués de Queensberry.

El mensaje está un poco lejos de lo que él mismo hizo en la campaña de sus primeras elecciones de Galicia, cuando lanzó una ofensiva contra el presidente socialista Perez Touriño por usar un Audi como coche oficial –la misma marca y exactamente el mismo modelo que tenía Manuel Fraga– y unos muebles en la residencia oficial que ni “el sultán de Brunei”, y que él continuó usando cuando llegó al poder.

Por tanto, en esa época Feijóo, más que el marqués que creó las normas de una versión más civilizada del boxeo, tenía como referente al estrangulador de Boston.

Abascal prefirió no ofrecer a los periodistas las líneas generales de lo que será el discurso de su candidato. Afirmó que no le preocupa que ofrezca “planteamientos distintos al programa de Vox”. Puede estar bastante tranquilo. Cuando preguntaron en El Mundo a Tamames si le parece que Vox es un partido racista, lo desmintió por completo: “De fachas nada. Y de racistas menos. Yo he leído el programa y, por lo que sé, si acaso, podrían decirles nacionalistas españoles”. Y ni siquiera eso: “A mí, en todo caso, me parece que en Vox habrá patriotas”.

Vox presentará a Tamames como un símbolo de la Transición. El candidato lo va a tener difícil para convencer a la gente de que la extrema derecha que entonces se opuso a la legalización del PCE, a la formación de las autonomías y al divorcio formó parte del proceso político que permitió recuperar la democracia. Los elogios a sus herederos suenan igualmente fuera de lugar.

No le supondrá un gran problema. Es lo que tienen los conversos. Su falta de memoria se agrava con el paso del tiempo.

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