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CRÓNICA

Exprimiendo a ETA hasta la última gota de sangre

Cuca Gamarra en la sesión del control del 10 de mayo.

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Pedro Sánchez se presentó en la sesión de control en el Congreso con una carta que creía ganadora: el reciente acuerdo salarial pactado por la patronal y los sindicatos. Por personalizar, utilizó el comodín de Antonio Garamendi, el presidente de la CEOE, “que subrayó que habrá paz social hasta 2025 gracias a ese acuerdo”. La gran apuesta estratégica de Alberto Núñez Feijóo en el pasado verano ha vuelto a naufragar. Ni apocalipsis, como le gusta decir a Sánchez, ni otoño caliente con huelgas y manifestaciones contra el aumento del coste de la vida. Ni un mal contenedor quemado que llevarse a la boca.

El Partido Popular apretó la tecla de f4, donde tiene guardado lo de siempre. ETA, ETA, ETA. Cuca Gamarra se había traído de casa una fotocopia ampliada de la portada de ABC con el titular: “Bildu mete en sus listas electorales a siete asesinos de ETA y otros 37 condenados”. Por la furia nada contenida de Gamarra, cualquiera diría que fueron elegidos personalmente por Sánchez. “Estos son sus socios. Este es el cartel electoral con que se presenta el partido socialista”, dijo.

Los excesos retóricos forman parte consustancial de la política, pero Gamarra tiene que saber que el PSOE presenta sus propias candidaturas en las elecciones municipales. Sobre las relaciones difíciles del PSOE con EH Bildu en Euskadi, quizá sea un tema que escapa de su nivel de conocimientos. O igual es que no tiene inconvenientes morales en insultar a los compañeros de partido de Fernando Buesa, Enrique Casas e Isaías Carrasco.

El dato de los exetarras que figuran en las listas electorales de Euskadi y Navarra proviene de un comunicado de Covite. “Ninguna democracia digna, ningún Estado de derecho consciente del significado de sus víctimas del terrorismo, permitiría que las puertas giratorias de los terroristas fuesen la política”, ha dicho su presidenta, Consuelo Ordóñez. La hermana de Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA, ha criticado en numerosas ocasiones la utilización partidista de las víctimas del terrorismo por el PP, por lo que no se le puede achacar la intención de favorecer a la oposición o al Gobierno.

Legalmente, no se puede impedir que una persona que ha cometido graves delitos se presente a unas elecciones después de cumplir su pena. Políticamente, se pueden hacer las consideraciones que quiera cada uno. Covite se equivoca cuando cree que es un “peligro para la democracia” que personas con ese historial puedan ser candidatos a un cargo público “sin que se tengan en cuenta sus antecedentes penales”. Eso ocurre en el reaccionario sistema jurídico de varios estados de EEUU donde los presos que salen a la calle ni siquiera recuperan el derecho al voto.

Lo que sí se puede decir de esas candidaturas es que desmienten por completo las palabras de Arnaldo Otegi en la declaración de Aiete de octubre de 2021 diez años después del fin de la violencia terrorista. Había un punto que estaba dedicado a las víctimas de ETA con estas palabras: “Queremos decirles de corazón que sentimos enormemente su sufrimiento y nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades. Siempre nos encontrarán dispuestos a ello”.

Es imposible pensar que incluir a siete autores de asesinatos pueda servir para “mitigar” el sufrimiento de las víctimas.

La izquierda abertzale inició un proceso de renovación interna dirigido por Otegi en la que desaparecieron la mayoría, aunque no él, de las caras más conocidas del partido en las elecciones autonómicas vascas de 2016. Las tensiones internas existieron, aunque nunca llegaron al extremo de lo ocurrido en Irlanda del Norte en el proceso que puso fin al IRA. Después se formó EH Bildu, una coalición que habría sido imposible durante la existencia de ETA.

Esas diferencias no desaparecieron rápidamente. El propio Otegi admitió que hubo tensiones con ocasión de la declaración de 2021. También existieron en el caso de los homenajes públicos a los presos que salían de prisión, a los que Bildu consiguió poner fin, porque en definitiva vulneraban el mensaje que Bildu y Sortu habían expresado en Aiete.

Otegi ofreció al PSOE y a Podemos en 2016 un tripartito de izquierdas que los dos partidos rechazaron sin contemplaciones. En las siguientes autonómicas, Otegi ni se molestó en repetir la oferta por saber que era inviable. Las heridas siguen muy presentes.

Después de ser elegido secretario general del Partido Socialista de Euskadi en diciembre de 2021, Eneko Andueza negó que esa posibilidad fuera real en un futuro cercano. Sobre los acuerdos con Bildu en ayuntamientos como Irún o Eibar, dijo que “esos son acuerdos puntuales en momentos puntuales sobre cuestiones puntuales” (como los que tuvo Javier Maroto, del PP, cuando era alcalde de Vitoria). Nada que se acerque a “ningún proyecto de envergadura”, comentó Andueza. Por mucho que lo tema el PNV, el apoyo de Bildu a leyes y presupuestos en el Congreso no se puede trasladar de forma automática a Euskadi.

De hecho, Andueza dijo en ese momento que era “más previsible” un pacto del PNV con EH Bildu que un tripartito de izquierdas. Lo que tampoco es del todo cierto, porque Bildu es el principal rival político del PNV en Euskadi, la única formación que, sola o en compañía de otros, puede poner en peligro la hegemonía del partido de Iñigo Urkullu. No podrá hacerlo el PP, cuyo hundimiento electoral en el País Vasco en los últimos veinte años habla por sí solo.

Hace unos días, José Luis Rodríguez Zapatero reiteró una idea ya conocida que estuvo siempre presente en los contactos con la organización terrorista producidos con su Gobierno y los dos anteriores: podrían defender sus ideas en las instituciones o en la calle siempre que lo hicieran de forma pacífica. Lo dijo Felipe González en los ochenta, José María Aznar en los noventa y también Zapatero después.

La respuesta de Isabel Díaz Ayuso fue la que se ha escuchado con frecuencia a los dirigentes del PP: “Mensaje: el terrorismo sale rentable y es el medio más seguro de acceder a las instituciones”.

Dejando de lado el hecho bien conocido de que en una democracia liberal se accede a las instituciones a través de las urnas, la frase plantea un escenario irreal en el que ETA salió ganando. Supone ignorar la derrota de ETA y el trabajo y sacrificio de todos los que la hicieron posible.

Lo dijo Aznar en 1999 en una frase que en cierto modo no era original porque la había pronunciado González en términos similares en épocas incluso más duras. “Siempre tendré una actitud de generosidad, de mano tendida y de espíritu abierto para consolidar las posibilidades de paz”, dijo en relación al acercamiento de presos etarras a prisiones vascas.

Aznar habló de esta manera dos años después del vil asesinato de Miguel Ángel Blanco.

Ahora, la paz no es una posibilidad, sino una realidad, pero negarse a aceptarla es una herramienta electoral que el partido de Aznar no está dispuesto a desaprovechar.

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