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La izquierda abertzale reniega de ETA y busca normalizar su papel político

Arnaldo Otegi, con Arkaitz Rodríguez, este lunes

Iker Rioja Andueza

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En una declaración histórica y medida al extremo, el líder de la coalición EH Bildu, Arnaldo Otegi, y el de su principal partido Sortu, Arkaitz Rodríguez, han expresado que sienten “enormemente” el “sufrimiento” de las víctimas de ETA, que ese dolor “nunca debió haberse producido” y que, como herederos de quienes dieron cobertura a la violencia, se comprometen a “mitigar” el daño causado. En euskera han incorporado que lo hacen “de corazón”. Sus palabras llegan a punto de cumplirse este miércoles diez años del comunicado con el que ETA puso final al terrorismo, a la extorsión y a la violencia callejera. La escenificación de la ruptura con el pasado, trabajada con los socios de la coalición, llega en un contexto en el que la izquierda abertzale batalla con el PNV por ser decisiva en la gobernabilidad del Estado y por ser una alternativa real de Gobierno en Euskadi.

Nada ha sido casual en la puesta escena, tras la cual no se han admitido preguntas de los medios de comunicación. No lo era la fecha, que ha generado un contexto de actos y conmemoraciones de lo ocurrido en octubre de 2011. Tampoco el lugar, el palacio de Aiete en Donostia, donde hace una década se diseñó una conferencia internacional con mediadores como Kofi Annan, exsecretario general de la ONU, y que fue la pista de aterrizaje que necesitó ETA para decretar el cese de sus actividades sin que pareciese una rendición ante la cadena de operaciones policiales que la habían debilitado al extremo en los años anteriores. Ni por supuesto eran improvisados los portavoces elegidos. En castellano, Arnaldo Otegi, histórico referente de la izquierda abertzale desde hace más de dos décadas y él mismo miembro de ETA y preso en el pasado. En euskera, Arkaitz Rodríguez, también encarcelado en su día y secretario general del partido que da continuidad a los ya extintos HB, EH, Sozialista Abertzaleak o Batasuna, entre otras siglas que fueron ilegalizadas. En esta ocasión, la coalición EH Bildu no ha delegado en portavoces independientes o de partidos socios como EA, Aralar o Alternatiba, que históricamente sí se han desmarcado de ETA. Sortu, además, ofrece este mensaje en puertas de un proceso congresual en el que las bases tomarán la palabra.

“Es el paso que faltaba por dar y son quienes tenían que dar ese paso”, afirmaba tras conocer la declaración una fuente con gran relevancia dentro de EH Bildu. El documento como tal tiene cinco puntos, aunque es exclusivamente el tercero el que alude a las víctimas. En el primero se destaca que el final de ETA ha sido “total y completo”. Es un mensaje en clave interna destacando la “unanimidad” en la apuesta por las “vías exclusivamente políticas”. Veladamente, se deja caer que en Irlanda el IRA acabó pero que ha habido escisiones. Aquí, la disidencia es mínima. El grupo de presos articulado en torno a las siglas ATA es muy reducido y cuando ha planteado medidas de presión –como una huelga de hambre carcelaria acompañada de sabotajes callejeros tras el confinamiento en 2020– el propio aparato abertzale contribuyó a frenarlo. Simbólicamente, esta corriente ha querido rescatar las siglas HB (ahora Herritar Batasuna y no Herri Batasuna) como su brazo político. A nivel juvenil, también hay nuevas siglas que cuestionan la línea política e institucional, como GKS.

En el segundo punto, la izquierda abertzale asegura que en el final de ETA no había “trampa”, que no era “ningún cálculo táctico” sino un movimiento que “respondía y responde a profundas convicciones éticas y políticas”. Con ese preámbulo, lanza un mensaje a las víctimas en el tercer apartado: “Desgraciadamente, el pasado no tiene remedio. Nada de lo que digamos puede deshacer el daño causado, pero estamos convencidos de que es posible al menos aliviarlo desde el respeto, la consideración y la memoria. Queremos decirles de corazón [a las víctimas de ETA] que sentimos enormemente su sufrimiento y nos comprometemos a mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades. Siempre nos encontrarán dispuestos a ello”. En euskera, Rodríguez ha leído la literalidad del texto presentado, esto es, que era una disculpa “de corazón”, aunque Otegi no lo ha hecho en castellano.

El mensaje va más allá del que la propia ETA lanzó en 2018 cuando anunció su desaparición. Entonces, pidió perdón exclusivamente a las víctimas que no habían tenido responsabilidad en el “conflicto”. Y sigue a otros movimientos que lentamente se han ido produciendo, como la presencia en algunos homenajes a asesinados por ETA o políticas más abiertas como las iniciadas por el que fuera alcalde de Errenteria, Julen Mendoza. Este fin de semana, en varias entrevistas, quienes en aquel tramo final de ETA negociaron con la izquierda abertzale, José Luis Rodríguez Zapatero o Jesús Eguiguren, habían demandado precisamente un mensaje de estas características a Otegi. Opina quien fuera primer líder de Sortu y parlamentario vasco, Hasier Arraiz, que la izquierda abertzale ha hecho un ejercicio de funambulismo al haber dado un “enorme” paso sin haber “traicionado” su memoria. ¿Calará en las bases y supondrá el final de los recibimientos a los exterroristas cuando abandonan la cárcel?

PSOE y Unidas Podemos, partidos que conforman el Gobierno de España, han acogido de buen grado el mensaje de la izquierda abertzale. “Cuando uno sabe lo que cuesta dar un paso en ese mundo, lo valora. Llevábamos años reclamándolo. Sabemos lo que cuesta que se den avances, es un mundo complicado, lento. Hace solo tres años hubo un comunicado de ETA hablando de víctimas colaterales, es decir, despreciando a las víctimas”, ha dicho el nuevo responsable de Memoria del PSOE, Patxi López, que fue lehendakari entre 2009 y 2012. Y ha añadido: “Hay una especie de enmienda a su papel en el pasado como sostenedor [de ETA]”. Su mensaje ha sido muy claro y sin matices y ha llegado muy poco después de que se conociera la noticia.

Mientras, el principal partido vasco, el PNV, al frente del Gobierno vasco, ha lanzado un doble mensaje aplaudiendo el “paso” en la “buena dirección”, pero lamentando que sea “corto e insuficiente” por no recoger la injusticia de la violencia. El lehendakari, Iñigo Urkullu, se ha pronunciado en la misma línea y se ha mostrado sorprendido por la inclusión de una referencia en el comunicado al derecho a decidir como “asignatura pendiente” tras el final del terrorismo.

La diplomacia del pin en la chaqueta

En efecto, como añadidura, la izquierda abertzale incluye dos últimos puntos en el comunicado. En ellos se exige una “solución” a los reclusos de ETA, a los que llama “presos políticos”. Significativamente, Rodríguez y Otegi solamente han dicho “presos” en la lectura de la declaración, otra modificación discursiva fundamental. “Queremos reivindicar el papel activo, decidido y decisivo de los presos en la superación de la estrategia armada y su definitivo compromiso con las vías pacíficas y democráticas. Sin ellos no hubiera sido posible”, entiende Sortu, cuyo líder llevaba un pin por los derechos de este colectivo en la chaqueta. Son alrededor de 200, cuando hace una década eran 700. En España, ninguno está en una cárcel más al sur de Madrid. También se considera como “asignatura pendiente” que al final de la violencia le siga el reconocimiento nacional vasco y el derecho a decidir. Otegi ha querido situar el origen de este “conflicto” en el bombardeo nazi de Gernika de 1937 con otro pin en su chaqueta.

La comparecencia de Otegi y Rodríguez ha dividido a las víctimas de ETA entre las que agradecen el gesto y las que lo ven insuficiente. Ese debate se ha escenificado vivamente en una charla que han compartido en Vitoria María Jauregi, hija del gobernador civil de Gipuzkoa Juan María Jauregi y de Maixabel Lasa, y Marta Buesa, hija del que fuera vicelehendakari, Fernando Buesa. La primera ha destacado el comunicado como un avance e incluso ha deseado que el Estado hiciera lo mismo con el GAL. La segunda, ha considerado que falta el “reconocimiento de la injusticia” y una enmienda de totalidad por haber dado cobertura a ETA a nivel político durante años. Desde Covite, Consuelo Ordóñez, hermana del dirigente del PP asesinado, aprecia también un salto pero muchos deberes pendientes: “La izquierda abertzale ha reconocido que ETA causó dolor a sus víctimas, cosa que hasta ahora no habían hecho. Pero no asumen la responsabilidad que tuvieron ETA y la izquierda abertzale a la hora de causar ese dolor, y tampoco reconocen que si duró tanto tiempo fue responsabilidad única y exclusivamente suya”. Varias voces cercanas a las víctimas aseguran que no llega al umbral mínimo que se aprobó en 2012 en el Parlamento Vasco, el denominado “suelo ético” para interpretar el pasado. El exterrorista Joseba Urrusulo Sistiaga, presente en la misma charla que Jauregi y Buesa, ha constatado que en su día la izquierda abertzale boicoteó hasta tildar de traidores a quienes se desmarcaron de ETA y se arrepintieron en el marco de la 'vía Nanclares', de la que es uno de sus principales exponentes.

A la actual izquierda abertzale, sin embargo, se le resiste el uso del verbo “condenar”. Recientemente, cuando fue agredido un joven del PP en Vitoria –un caso que se investiga como delito de odio–, EH Bildu lo rechazó con contundencia pero no se sumó a declaraciones con el término “condena”. Es un asunto que incluso genera tensiones internas. EA, partido escindido en 1986 del PNV y que fue uno de los promotores de esta coalición soberanista, tiene una enorme división interna, con un grupo de críticos liderados por Maiorga Ramírez y auspiciados por el lehendakari y fundador, Carlos Garaikoetxea. Este grupo denuncia que EH Bildu se ha convertido en un apéndice de Sortu hasta que el punto de que se ha renunciado a denunciar los homenajes a presos de ETA o a “condenar” actos violentos, como siempre había hecho este partido. Estas discrepancias se están ventilando en los tribunales y habrá en 2022 un congreso de la formación, poco después del de Sortu.

En España, la derecha ha despreciado la declaración política de Otegi y Rodríguez. El PP ha salido en tromba este lunes en cuanto se hizo público el comunicado con Pablo Casado a la cabeza, quien ha asegurado del coordinador de EH Bildu que “no es un hombre de paz sino un terrorista”, en referencia a la frase que pronunció en su día Rodríguez Zapatero. Casado también tuvo palabras para el expresidente socialista en un mensaje en redes: “ETA fue derrotada policial y judicialmente, no por cesiones de Zapatero”. Además de Casado, su portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, o la diputadas estatal Teresa Jiménez-Becerril y de la Asamblea de Madrid, Mari Mar Blanco –hermana de Miguel Ángel Blanco–, arremetieron este lunes contra los abertzales. El líder en Euskadi, Carlos Iturgaiz, ha despachado el asunto aludiendo a la “repugnancia” que le provoca Otegi. También desde Ciudadanos se revolvieron contra el anuncio. Inés Arrimadas dijo que se trata de una declaración “sin novedad alguna” y que “Bildu sigue sin condenar la violencia, sin colaborar con la justicia y organizando homenajes a etarras”. Desde Vox, su portavoz, Jorge Buxadé, señaló que “nadie se cree” las palabras de Otegi. Ninguno de los principales rostros de la ultraderecha española hizo comentarios al respecto durante el lunes, informa Aitor Riveiro.

EH Bildu ve más fácil pactar en Madrid y Pamplona que en Vitoria

La normalización de EH Bildu en la vida política española es uno de los grandes anatemas para la derecha española. De hecho, los diferentes acuerdos cerrados por el Ejecutivo de coalición han sido repetidamente utilizados como ariete contra Pedro Sánchez, hasta el punto de que las tres derechas del Congreso tildan de “ilegítimo” al Gobierno precisamente por apoyarse en los abertzales en determinados momentos, como en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Ocurre lo mismo con la gobernabilidad en Navarra, donde la presidenta socialista, María Chivite, encara un tercer acuerdo económico con la coalición abertzale entre duras críticas de Navarra Suma (la coalición de UPN con PP y Ciudadanos).

A la inversa, es común escuchar a portavoces de EH Bildu decir que sienten facilidad para dialogar y pactar en Madrid y Pamplona pero no en Vitoria, con Urkullu de lehendakari. En Euskadi, aspira claramente a ser una alternativa al PNV, para lo cual se precisarían sumas en clave de izquierda con los socialistas –que hasta ahora ha separado los pactos de colaboración de los pactos de gobernabilidad precisamente por ETA– y con Elkarrekin Podemos-IU. Los nacionalistas, de hecho, entienden que la imposibilidad de llegar a acuerdos estables entre ellos se debe fundamentalmente a la competencia electoral. “La izquierda abertzale mantiene el objeto político fundacional de ETA: sustituir al PNV. Pero también fracasará”, pronosticó el portavoz parlamentario 'jeltzale', Joseba Egibar, hace unos meses.

En todo caso, es impensable ahora imaginar una izquierda independentista que boicotee las instituciones, como ocurría en los inicios de la democracia, cuando los electos no ocupaban sus escaños. Son más de cien los municipios alaveses, vizcaínos, guipuzcoanos o navarros que controla. En los últimos años, EH Bildu se ha institucionalizado y buscado un perfil más de izquierdas, verde y feminista que le ha llevado a comer parte del espacio que logró Podemos cuando ganó las elecciones generales en Euskadi hace un lustro y a tener en Madrid un portavoz que procede de IU, Oskar Matute. Su gran acuerdo con Sánchez, de hecho, fue la derogación de la reforma laboral para toda España y no algo privativo para Euskadi. El PNV, históricamente el grupo vasco conseguidor por excelencia en Madrid, ironiza con que la izquierda abertzale hace ahora justamente lo que les criticaban a ellos en el pasado. No obstante, los hechos sitúan al PNV –y no a EH Bildu– como socio más leal y continuado del Ejecutivo de Sánchez.

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