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El fiasco del Poder Judicial devuelve al PP de Feijóo a las posiciones de Casado

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, el pasado 2 de abril junto a su predecesor, Pablo Casado, en la segunda jornada del congreso extraordinario en el que fue designado.

Aitor Riveiro

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Sábado, 2 de abril. Alberto Núñez Feijóo ha sido aclamado como nuevo presidente del PP en el congreso extraordinario de Sevilla tras un golpe de mano de los barones regionales, él incluido, que ha liquidado el mandato de Pablo Casado. Ante cientos de compromisarios, el dirigente gallego promete “otro partido” con una “nueva agenda y actitudes”. “Hay hambre de cambio. Os pido que cuando regreséis a vuestras casas digáis a vuestros vecinos que ese cambio ya se ha iniciado”, aseguró a un auditorio que creía que la pesadilla interna en la que se había convertido el enfrentamiento entre la dirección nacional e Isabel Díaz Ayuso había terminado. 

Feijóo planteó su mandato como algo opuesto al de Casado. Prometió “sacar la política del enfrentamiento, de la hipérbole”, “demostrar responsabilidad y sosiego”, no tener “ansiedad por llegar de cualquier forma a la meta”. “Estamos en la Constitución, en el interés general, en el sentido de Estado. No nos moveremos”, dijo. 

Siete meses después, Feijóo ha finiquitado el perfil con el que él mismo se postuló ante sus compañeros de partido para reflotarlo. Las diferencias con Pablo Casado se diluyen tras certificarse con la ruptura de las negociaciones para desbloquear el Poder Judicial que no es capaz de llegar a acuerdos relevantes con el Gobierno de coalición más allá de una votación parlamentaria concreta. 

Feijóo y su dirección han asumido así las posiciones del ala más extrema de la derecha española, política y mediática. Pedro Sánchez no es un presidente legítimo porque llegó al poder con una suerte de engaños a unos y otros. “Hipoteca” a los españoles para mantenerse en el Gobierno. “Cede a los chantajes” de sus aliados parlamentarios, gracias a los cuáles se han aprobado medidas tan materiales (de esas que importan al ciudadano en su día a día y de las que se habla “en el bar”, en palabra de Cuca Gamarra) como los ERTE, la reforma laboral, el ingreso mínimo, el descuento en el combustible o la rebaja del IVA de la luz y el gas.

El pasado lunes, su número tres, Elías Bendodo, comparecía ante los medios de comunicación en la sede nacional del partido. Habían pasado poco más de 72 horas desde que el PP diera por rotas las negociaciones para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. “El presidente Sánchez es un mal español y es un mal socialista”, dijo. Y repitió: “El presidente Sánchez es un mal español y es un mal socialista. No hay más”.

Unas palabras que no están tan lejos de aquellas de Pablo Casado en las que se refirió a Sánchez como un “felón”, es decir, un “traidor”. Corría 2019 y el PSOE todavía gobernaba en solitario. De hecho, no se habían convocado las elecciones de abril de ese año ni se había producido todavía la foto de Colón que unió a todas las derechas españolas, Vox incluida, en un acto que sirvió de lanzamiento de la campaña del 28A que ganó el líder socialista y hundió al PP a los 66 escaños. En septiembre de ese año, antes de la repetición electoral, Casado tuvo tiempo de hacer un acto de contrición y reconocer: “A lo mejor tuvimos actitudes que no eran lo más correcto”.

No le duró mucho. Lo de “presidente ilegítimo” ya formaba parte de la habitual cartera de descalificaciones del líder del PP al presidente del Gobierno. Pero Casado lo llevó al Congreso, al debate de investidura de 2020. Y con él, Santiago Abascal. La alineación de los discursos de ambos durante los primeros meses de la pandemia fue total, hasta que Casado descubrió con la moción de censura de los ultras que la proa de Abascal apuntaba primero al edificio del número 13 de la madrileña calle de Génova, en cuya séptima planta está el despacho del presidente del partido.

Feijóo intentó dar una imagen diferente durante sus primeros meses de mandato, con un doble discurso que intentaba proteger al líder mientras eran otros los que repartían estopa al Gobierno. El PP seguía diciendo que no a todo, pero con mejores palabras. Hasta que ha llegado el fiasco del CGPJ.

Para justificar la ruptura de las conversaciones, el PP ha recuperado su discurso más ultra. En la última sesión de control al Gobierno, la portavoz parlamentaria, Cuca Gamarra, le espetó: “Siempre que usted ha tenido la oportunidad de elegir ha optado por el populismo, el radicalismo y el independentismo al interés general, el sentido de Estado y la moderación”. “El señor Feijóo tiene palabra, principios políticos y conciencia. Usted no, y esa es la diferencia”, sentenció.

Feijóo ha cedido a la presión del ala dura de la derecha, la misma que sentenció a Casado y propició el aterrizaje del gallego en Madrid ya que, en su opinión, el anterior líder iba camino de perder otra vez contra Pedro Sánchez. Y lo ha hecho cuando las encuestas han comenzado a reflejar un desgaste de su imagen presidencial mientras el PSOE recupera terreno. A la vez, la ultraderecha no recupera el voto fugado al PP, lo que pone más difícil que en 2023 se produzca una mayoría alternativa a la del actual Gobierno de coalición.

Casado tuvo en 2018 y en 2021 casi cerrado un acuerdo con el Gobierno para renovar el CGPJ. En ambas ocasiones fue el PP quien los echó al traste. La reacción de la derecha fue salir al ataque y elevar las críticas contra el Ejecutivo para intentar tapar su propio error, ya fuera este abrir las negociaciones o por romperlas en el último minuto.

Es lo mismo que ha ocurrido ahora. Feijóo ha desempolvado el manual de su predecesor para taponar las críticas por lo ocurrido la semana pasada. No en vano, algunos de los que compartieron dirección con Casado y tuvieron mucha presencia mediática siguen en su puesto, como Gamarra o el portavoz en el Senado, Javier Maroto. 

Feijóo rompió las negociaciones justo antes de la festividad de Todos los Santos. Tras los cuatro días de puente, ha emprendido un largo viaje por Latinoamérica que ya tenía previsto y del que no regresará hasta mediados de noviembre. Pero antes de poner tierra de por medio, el líder del PP demostró su alineamiento con la derecha extrema en otro asunto: la exhumación del general golpista Gonzalo Queipo de Llano, de la que no quiso opinar. Para evitar pronunciarse se escudó en la economía, aunque mantiene su compromiso de derogar la Ley de Memoria Democrática. Nada nuevo en el partido que se opuso a la primera ley de memoria, que paralizó la financiación de la búsqueda de las fosas comunes del Franquismo y que nunca tiene palabras de recuerdo para las víctimas de la dictadura.

“Será este PP y otro PSOE”, dijo Feijóo hace una semana al asegurar que cuando Pedro Sánchez pierda las elecciones recuperará el diálogo con su gran rival. La respuesta le llegó unos días después, por boca del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. “A la tercera irá la vencida”, le dijo, en referencia al próximo líder de la derecha. Pero Feijóo ya dejó una pista en su discurso de abril ante el congreso de Sevilla y no irá contra las fuerzas vivas de su partido porque sabe lo que le puede ocurrir. “Si no te apoyan en casa, mal puedes acreditarlo fuera”, dijo al coger la batuta del PP. No parece raro que algunos de los que fueron expulsados de Génova antes de tiempo se pregunten si “para esto” se echó a Casado.

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